miércoles, 11 de marzo de 2009

Rojas Birry y DMG


Especial para EL TIEMPO

Hacen bien –en el sentido ético y moral- el senador Gustavo Petro y el concejal Carlos Vicente de Roux al pedir la renuncia del Personero de Bogotá, Francisco Rojas Birry, por las implicaciones que tiene una conversación telefónica en la que dos funcionarios de DMG alistan el envío de 200 millones de pesos a su residencia particular. Lo sorprendente es que sean sólo ellos dos los miembros visibles del Polo que salgan en defensa de la decencia administrativa, ante un suceso en todo comparable a lo que le ocurrió al ex director del Invías, Daniel García, quien pretendió atornillarse a su puesto pese al mar de evidencias, gracias a que siempre contó con la complicidad del uribismo y la aquiescencia de sus jefes inmediatos, el ministro de Transportes y el mismo Presidente de la República.



En el caso que hoy nos ocupa, basta una pequeña dosis de malicia indígena –la que no tuvo el indígena Rojas Birry- para saber que alguien tuvo que haberles pedido esa plata a los de DMG, y que ese alguien fue muy presumiblemente el mismo alguien que les suministró la dirección exacta de su conjunto residencial, con el número de la casa. Su permanencia en el cargo no tendría entonces connotación diferente a la de ‘darles papaya’ a los críticos de la alcaldía de Samuel Moreno (y del mismo partido que los representa), entre ellos al ex alcalde Enrique Peñalosa, quien con tal conocimiento de causa le afirmó a la revista Semana que “las medidas del Alcalde muestran que el Polo es de derecha”. Medidas como la de haber promovido en el concejo la elección de Rojas Birry al cargo de Personero, a sabiendas de que sus funciones tienen que ver con el control de los funcionarios y las entidades del Distrito, y pese a tratarse –el elegido- de un amigo suyo, con quien trabajó hombro con hombro en la campaña.

Falta sólo por ver cómo actuará la bancada del Polo en el Concejo de Bogotá, ante el debate que la oposición piensa hacerle al Personero en próximos días. Esta actuación de sus copartidarios es decisiva para conocer hasta qué punto tiene razón las voces –de dentro y fuera- que hablan de la ‘clientelización’ y la ‘anapización’ del PDA. Sea como fuere, Francisco Rojas Birry está en mora de conjugar la r de renunciar, por el bien no sólo de la imagen de la administración de su buen amigo Samuel, sino del Partido que ambos representan. Y por el suyo propio, si algo le queda de decoro político.


OTROSÍ: Inteligente decisión la de Germán Vargas Lleras al querer someterse a una consulta con los precandidatos del Partido Conservador. Él necesita atajar desde el partidor a Andrés Felipe Arias, el candidato más potencialmente fuerte entre todos los uribistas confesos, si lo dejan abrir sus alas. Es un pichón que con gran rapidez se transformaría en águila, contando con las bendiciones de su protector. Interesante además la invitación que le hace Juan Manuel Santos a Vargas Lleras para que “trabajemos juntos” (El Espectador, 01-03-08). Ellos terminarán por necesitarse mutuamente.


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