viernes, 27 de mayo de 2011

Uribe y el naufragio de la Ola Verde


Es sorprendente cómo en Bogotá las cosas se le han ido dando a Álvaro Uribe Vélez, en clara muestra de la asombrosa capacidad de manipulación que ejerce sobre la escena política, con la eficaz ayuda de quienes quizá sin saberlo ejercen el papel de idiotas útiles. Es el caso de Enrique Peñalosa Londoño, quien empezó con el pie izquierdo su aspiración a la alcaldía desde el día en que recibió eufórico de emoción la adhesión de Uribe a su campaña, cual si se hubiera ganado el Baloto.


http://www.semana.com/opinion/uribe-naufragio-ola-verde/157502-3.aspx


Con su actitud inmadura Peñalosa pisoteó el sentir de una minoría calificada dentro de su propio partido, que sigue viendo con malos ojos que de la noche a la mañana un personaje tan cuestionado como Uribe se les meta hasta la cocina, no se sabe bien si con la intención de cogobernar en Bogotá o simplemente de armar estropicio, sembrar la división y montar rancho aparte.


Casi sin temor a equivocación, diría que el error fundamental de Enrique Peñalosa consiste en creer con fe ciega que sin Uribe no gana la alcaldía, que es él quien le pondrá los votos del triunfo, tan fácil como quien pone los huevitos de la prosperidad. Error de dimensión pantagruélica, que les costará caro: a Peñalosa su carrera política y a los verdes su credibilidad como opción renovadora, mientras desde el otro lado de la moneda aparecerá de nuevo Uribe para cantar victoria, en consideración a cuán fácil le quedó hacer naufragar la Ola Verde.


En alguna columna dijo Claudia López que una vez “le escuché a Napoleón Franco la tesis de que la imagen positiva de Uribe estaba más relacionada con un sentimiento de gratitud, que de aprobación". Esto explicaría por qué pese a los altos niveles de popularidad que mantuvo en sus ocho años de gobierno, por mucho que quiso –e intervino- no logró poner en la alcaldía de la capital a Juan Lozano en 2003, ni a Enrique Peñalosa en el 2007. Y debería además ser motivo de preocupación entre la mayoría verde que le hace calle de honor, si le sumamos los escándalos que cada día estallan en torno a su gestión, y la clase de gente que lo acompañó en su proyecto.


Al cierre de esta columna Antanas Mockus emitió una declaración que Sergio Fajardo tildó de “grosera”, donde sin rodeos le sugirió a Peñalosa que se fuera para el partido de La U. A primera vista podría parecer una salida políticamente incorrecta, pero la duda se desvanece si se la mira desde la óptica estricta de la coherencia. Y es que, no nos llamemos a engaños, no hay nada más incoherente que la foto en la que con sonrisa amplia se abrazan Juan Lozano, Enrique Peñalosa (entre ellos dos es comprensible) y Lucho Garzón, vocero del Partido Verde, quien de este modo, al partir cobijas con Mockus, estaría dando a entender que en su nueva concepción de la política prima una eventual cuantía de votos sobre la calidad del mensaje que se quiere –o mejor, se quería- transmitir.


He aquí el error craso al cual aludíamos al principio, pues sólo se requieren cinco dedos de frente para concluir, en el más somero de los análisis, que la presencia de Álvaro Uribe en la campaña del partido Verde a la alcaldía de Bogotá no suma votos, sino que los resta. Y no nos vengan con que la alianza no es con Uribe sino con Santos, en su condición de jefe natural de La U: es irrefutable que quien desde un principio manifestó abierta simpatía por Peñalosa no fue el Presidente de la República en uso de su ejercicio, sino el hoy expresidente en uso de su retiro, que en la práctica nunca se dio.


Diríase entonces que el ‘intenso’ interés de Uribe en hacerse al lado de Peñalosa actúa como el iceberg que resquebraja la armazón de proa y hace saltar en dos pedazos el Titanic de la Ola Verde, un pedazo con Peñalosa, otro pedazo con Mockus. Entre los restos del naufragio se alzará altiva la figura de Álvaro Uribe, no para salvar a nadie sino para salvarse a sí mismo y erigirse (ya con la imagen golpeada del único que habría podido competirle) en “el médico que necesita Bogotá”, como un día lo dijo.


Pero esto ya es tema de otra columna, que bien podría titularse Titanic II.


jorgegomezpinilla@yahoo.es

Ya está claro: todo fue a espaldas de Uribe


A buena hora el presidente Juan Manuel Santos ha salido a aclarar ante la opinión pública que la corrupción que campeó a sus anchas durante el gobierno anterior no contó “ni con la participación ni con la omisión del presidente Uribe. Puedo dar fe de que el presidente Uribe en todo momento vivía pendiente de hacer las cosas con transparencia”.


Estas palabras sabiamente exculpatorias producen alivio general, pues quitan de nuestros hombros el ominoso peso de la sospecha que ante el alud de informaciones negativas comenzaba a anidar en nuestros corazones, en torno a si el hombre que sacó al país de la oscuridad terrorista pudo tener –así hubiere sido mínima- participación u omisión en la comisión de los delitos que se le endilga al nutrido círculo de funcionarios o políticos que trabajó en estrecha, mediana y/o lejana cercanía con él.


Lo que no se puede ocultar es que la historia tiende a repetirse, pues así como Ernesto Samper argumentó que la financiación del narcotráfico a su campaña ocurrió a sus espaldas (y nunca se encontró la prueba reina de que mentía), ahora pretenden hacer creer que el mismísimo Álvaro Uribe Vélez en su condición de Primera Autoridad de la Nación estaba al tanto –y cohonestaba, para mayor agravio- los entuertos que se presentaron durante los ocho años de su gestión, siendo que, como él habrá de probar ante la Honorable Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes, esos malhadados sucesos también ocurrieron a sus espaldas.


Ahora bien, puesto que se trata de brindar diáfana claridad sobre aquellos casos en los cuales brillará la luz de la inocencia y saldrá sin mácula la imagen de nuestro querido exmandatario, me permito enumerarlos:


A espaldas de Uribe, Jorge Noguera (quien parecía buen muchacho pero terminó defraudando la confianza depositada) convirtió al DAS en guarida de narcos y paramilitares de la costa Caribe, y propició la ejecución de asesinatos selectivos.

A espaldas de Uribe se montó una empresa criminal para espiar a magistrados, opositores y periodistas, en la que al parecer participó un elevado número de detectives y funcionarios del DAS de mando medio, y en la que no se descarta la desleal participación de algún miembro de la Casa de Nariño, lo cual sería desde todo punto de vista censurable

A espaldas de Uribe y de Andrés Felipe Arias, un programa como Agro Ingreso Seguro (AIS), concebido originalmente para ayudar al campo, fue utilizado por hacendados inescrupulosos para adjudicarse millonarios auxilios no reembolsables.

A espaldas de Uribe compraron los votos de Yidis Medina y Teodolindo Avendaño, definitivos para su reelección.

A espaldas de Uribe compraron los votos de otros políticos, también necesarios para la reelección de 2006, mediante el reparto de notarías públicas.

A espaldas de Uribe, durante la operación Jaque usaron emblemas de la Cruz Roja Internacional para obtener una victoria táctica sobre el enemigo, en lo que constituye un crimen de guerra. (La prueba de que Uribe no sabía se dio en la recepción que les organizaron en Palacio a los recién liberados, cuando el Presidente no se cansaba de preguntarles si habían visto durante el rescate algún emblema de la Cruz Roja. Ahora, que si mintieron los rescatados, habría que preguntarles por qué lo hicieron…)

A espaldas de Uribe, su hermano Santiago y su primo Mario utilizaron a alias Tasmania para urdir un montaje contra el magistrado auxiliar a cargo de la parapolítica, Iván Velásquez. (Aquí, ojo: las responsabilidades son individuales, del mismo modo que al exministro de Justicia Fabio Valencia Cossio no le cabe culpa alguna por las andanzas de su hermano Guillermo con la mafia, ni a José Obdulio Gaviria por las ídem de su primo Pablo Escobar).

A espaldas de Uribe entraron subrepticiamente unos mafiosos a la Casa de Nariño en la noche del 23 de abril de 2008, para proponer una conspiración contra la Corte Suprema de Justicia, y a espaldas del Presidente fue asesinado en una calle de Medellín ocho días después ‘alias Job’, uno de los asistentes a esa reunión.

A espaldas de Uribe la Dirección Nacional de Estupefacientes (DNE) le concedió un préstamo por $25.700 millones de pesos al Grupo Nule, en agosto de 2006.

A espaldas de Uribe esa misma DNE terminó convertida en piñata que se repartieron narcotraficantes y políticos, estos últimos en su mayoría del Partido Conservador. (En atenuante que obra a favor del ilustre expresidente, por pertenecer a otro partido).

A espaldas de Uribe, el general Rito Alejo del Río comandó la siembra del terror paramilitar en todo el Urabá antioqueño. (Fue un caso aislado, claro está.)

A espaldas de Uribe se presentaron falsas desmovilizaciones de contingentes guerrilleros, con el sano propósito de contribuir a mejorar la imagen de la Seguridad Democrática.

A espaldas de Uribe fueron llevados al matadero y asesinados en condiciones de indefensión unos 2.700 jóvenes, en lo que se conoció como ‘falsos positivos’, también con el sano propósito de contribuir a mejorar la imagen de la Seguridad Democrática. (Ahora bien, el mismo presidente Uribe hizo claridad en que esos muchachos no debían estar precisamente “recogiendo café”, lo que nos lleva a pensar que alguna culpa les cabría, quizá por andar de vagos).

A espaldas de Uribe el Incoder cometió un verdadero rosario de irregularidades y escándalos, que van desde empleados que exigían dinero a cambio de adjudicar predios, testaferratos de las mafias, compra y entrega de tierras de baja calidad a costos excesivos, licitaciones fraudulentas y selección amañada de beneficiarios, en más de quince departamentos.

A espaldas de Uribe el 14 de marzo de 2010 la página web de la Registraduría Nacional sufrió un ataque coordinado desde computadores pertenecientes al DAS, la Policía Nacional y el Ejército Nacional, algunos de ellos ubicados en las mismas instalaciones del Ministerio de Defensa.

A espaldas de Uribe, sus hijos Tomás y Jerónimo lograron hacerse a unos lotes muy bien ubicados, que de la noche a la mañana se convirtieron en zona franca. (Sin que parezca metiéndonos en vidas ajenas, es de presumir que los muchachos fueron severamente reprendidos por su padre, como corresponde a todo prohombre recto y ejemplar).

jorgegomezpinilla@yahoo. es

jueves, 5 de mayo de 2011

Obama y el cadáver de Osama


El manejo que el gobierno de Estados Unidos le está dando a la información sobre el cadáver de Osama Bin Laden responde a una muy bien diseñada táctica de inteligencia militar, detrás de la cual no es posible saber con certeza qué es verdad y qué es mentira. Lo más llamativo –o inteligente, si se quiere- es la incertidumbre que ha sembrado sobre las filas de su enemigo desde que se hizo a su cuerpo, en la medida en que una cosa es lo que se dice, y otra lo que en realidad ocurrió u ocurre.

http://www.semana.com/opinion/obama-cadaver-osama/156207-3.aspx

Es aquí donde toma cuerpo –valga la redundancia- el axioma según el cual “en toda guerra la primera víctima es la verdad”, pues nadie pone en duda que el presidente Barack Obama está diciendo una parte de la verdad, por ejemplo que en efecto murió, pero en ningún caso toda la verdad. En este contexto, razón le cabe a Marshall McLuhan: “el que tiene la información, tiene el poder”. Y del modo como la administre depende que pueda obtener nuevos triunfos militares, o perder los puntos ganados.


Cuando Obama le dice al programa Sixty Minutes que decidió no publicar las imágenes del cadáver de Bin Laden, no es porque tras mucho meditarlo hubiera resuelto su propia incertidumbre, sino porque se ciñe a un plan trazado para generar una especie de agonía post mortem entre los miembros de Al Qaeda, como si después de la muerte de su líder les quisiera seguir clavando más hondo el clavo, para que no deje de dolerles.


Se trata entonces de prolongar el golpe sicológico, tanto al ocultar la información fidedigna sobre la verdadera causa de su muerte, como en lo referente al verdadero uso que le dieron al cadáver. En este contexto, no se descarta que al hombre lo hubieran tenido a su disposición durante algún tiempo (por algo se la definió como “operación ultrasecreta”) y que hubieran dispuesto de su ajusticiamiento cuando no había más que sacarle, para luego montar una escena que diera cuenta de su muerte tras intenso tiroteo, como se acostumbra en el libreto.


Esto coincide con la versión dada por una hija de Bin Laden, quien le habría contado al canal de televisión Al Arabiya que su padre fue capturado vivo por soldados estadounidenses antes de ser asesinado. Información que el gobierno norteamericano no se esfuerza en desmentir, porque lo mejor que puede ocurrir es que se diga de todo, pero nada se pueda comprobar.


Ahora bien, que Osama Bin Laden sí está muerto no lo pone en duda ninguna mente cuerda, pues atraparlo vivo para llevárselo a Estados Unidos habría sido como ganarse la rifa del tigre. En otras palabras, ingenuo quien siquiera conciba que al momento de su captura pensaban esposarle sus manos a la espalda y recitarle sus derechos.


La atención más bien debe centrarse en qué fue lo que realmente ocurrió con el cadáver, después de que Obama declaró que no publicará ninguna imagen, alegando que "nosotros no somos así. No tratamos estas cosas como un trofeo". Error, pues es precisamente en el ocultamiento intencional que hacen de su cadáver como mejor adquiere la calidad de trofeo de caza, en la medida en que nada duele más que la desaparición de un ser querido, cuando no se posee prueba material alguna de lo que le pasó.


Remitámonos entonces al publicitado ‘entierro’ en agua que le dieron a Bin Laden, del que tampoco han mostrado foto alguna y cuya única fuente oficial es un funcionario anónimo del gobierno de Estados Unidos, quien le manifestó a la AFP que "nos aseguramos de que su cuerpo fuera tratado de acuerdo con las prácticas y la tradición musulmanas. Es algo que nos tomamos muy en serio". Y agregó que "se siguieron los procedimientos tradicionales islámicos de inhumación. El cuerpo fue lavado y puesto en un manto blanco y luego colocado en una bolsa de plástico con un lastre".


Es pertinente preguntarse si detrás de esta declaración no anida cierta burla –como carga profunda- hacia las huestes del enemigo, considerando que según el experto en estudios islámicos de Al Azhar (la institución más prestigiosa del islam suní), Abdel Moti Bayumi, “arrojar un cadáver al mar contradice la Sharia” o ley islámica.


Es factible que en próximos días se divulgue la foto oficial del ‘entierro’ de Osama Bin Laden, que muestre lo que se supone será un cuerpo metido en una bolsa anaranjada, cayendo a un mar insondable. Es lo único que se verá, aumentando así la incertidumbre y la tortura sicológica para sus guerreros, a quienes se les seguirá negando la posibilidad de saber cómo fue que en realidad murió su maestro y líder.


Vistas las cosas desde este ángulo, la historia dirá que cuando el Imperio contraatacó tras el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York, la dulce venganza consistió en darse el gusto de ‘desaparecer’ el cadáver de su autor intelectual, del mismo modo que un 11 de septiembre de 2001 se desaparecieron los cuerpos de muchos norteamericanos, aplastados por toneladas de cemento y acero.


El día que hagan la película, que con toda seguridad harán, pondrán a Barack Obama en el puente del portaaviones Carl-Vinson viendo caer al mar en medio de fuegos artificiales aquello que nunca se sabrá si correspondía o no al cuerpo de Osama Bin Laden, mientras pronuncia estas palabras:


“Hasta la vista, baby…”