lunes, 30 de abril de 2012

Rafael Pombo, ¿un plagiario?


En estricto acatamiento a su condición de iconoclasta empedernido, el caricaturista Vladdo se fue hace unos días pluma en ristre contra el poeta Rafael Pombo (1833 – 1912) de quien se cumplieron cien años de su fallecimiento el pasado 27 de abril, a raíz de un editorial de El Tiempo con un título francamente deplorable (“Pombo murió hace cien años”), en el que exaltan sus cualidades pero, según Vladdo desde Twitter, no mencionan que “varias de sus célebres obras infantiles eran traducciones”.

Teniendo en cuenta que meterse con Rafael Pombo es como meterse con la mamá, conviene comenzar por advertir que en efecto el “vate capitalino” fue un destacado traductor que incluso recibió encumbrados elogios de Menéndez y Pelayo, y que obtuvo un contrato con una editorial neoyorquina para traducir al español algunos poemas infantiles de la tradición anglosajona, y que sin duda fue de allí de donde surgió su obra infantil, que es de donde se agarra Vladdo para acusar al fenecido poeta de plagiador literario.

http://www.semana.com/opinion/rafael-pombo-plagiario/176551-3.aspx

Podría pensarse entonces que alguna razón le cabe al caricaturista de Semana, pero es aquí donde interviene –coincidente mas no a propósito- la última columna de Héctor Abad Faciolince, quien sugiere que todo buen traductor se convierte en coautor, y agrega: “lo que no puede ser el traductor es un escritor tan lleno de estilo, tan dueño de una prosa idiosincrásica, que haga parecer como si fueran propios los libros ajenos que traduce”.

Pues bien, fue eso precisamente lo que hizo Pombo con sus propias versiones de los poemas anglosajones, considerando que no resulta fácil imaginar cuál pudo ser la versión inglesa de “que vengan las Fuñas y las Fanfarriñas, y Ñoño y Marroño y Tompo y sus niñas”, o cuál era el nombre original de Doña Pánfaga (esa “zarabanda de esdrújulas”) o del doctor Saltabancos Farándula, “protomédico de ánsares y ánades, homeo-alópata-hidrópata-nonsomántico cuatri-doctor”. Motivo por el cual quizá se deba concluir que dichos poemas son más fieles a su propia imaginación que a la de esos autores de antaño que, a diferencia de Pombo, se quedaron en el anonimato.

En su defensa se debe mencionar además que en la primera edición de sus "Cuentos morales para niños formales" (1871), la misma editorial atribuye a Pombo un texto de presentación donde dice que “son colecciones de cuentos que [Pombo] adaptó al español, transformándolos a su manera".

Estamos hablando de un romántico por excelencia, entendido el romanticismo literario de la época como la exaltación de la libertad y del individuo desde la manifestación de lo sensible, que se graduó como ingeniero a instancias de su padre pero se dedicó casi de lleno a la poesía, y cuyos temas capitales fueron Dios, la naturaleza y la mujer, “una belleza de ilusión que acaso / la belleza real no alcanza nunca”.

Un poeta que a sus 21 años se extasía ante una Noche de diciembre (“Noche como ésta y contemplada a solas / no la puede sufrir mi corazón: / da un dolor de hermosura irresistible / un miedo profundísimo de Dios”), y un año después transforma ese temor en una angustiosa diatriba contra su supuesto creador mediante La hora de tinieblas, donde comienza preguntándose “¿Por qué vine yo a nacer? / ¿Quién a padecer me obliga? ¿Quién dio esa ley enemiga / de ser para padecer?”, y más adelante impreca con palabras como “¿Quién te hizo Dios? ¿Por qué, di / cómo, dónde y cuándo vino / privilegio tan leonino / a corresponderte a ti?”

No sobra advertir allí una influencia luterana proveniente de los poetas anglosajones que por esos días traducía, lo cual tal vez explica el poco reconocimiento que en el país del Sagrado Corazón se le ha dado a su obra ‘adulta’, pese a que el propio Pombo habría de renegar de ese extensísimo poema, publicado contra su voluntad después de su muerte. La mejor muestra de ese arrepentimiento –y de una lucidez poética en constante evolución- se encuentra en el soneto De noche, donde además de presentir su muerte deja atrás la rebeldía de sus años mozos y asume que “Dios lo hizo así. Las quejas, el reproche / son ceguedad. Feliz el que consulta / oráculos más altos que su dueño. / Es la vejez viajera de la noche; / y al paso que la tierra se le oculta / ábrese amigo a su mirada el cielo”.

Resulta por tanto injusto empañar el nombre de quien recibiera en 1902 -hace exactamente 110 años- el título de Poeta Nacional de Colombia en un Teatro Colón atiborrado de fervientes admiradores, y fuera valorado no tanto por sus versos infantiles como por una obra de más de 1.400 poemas en sus 79 años de existencia, cuyo mayor mérito radica en que muestran la evolución del niño pletórico de gozo a un joven también iconoclasta a su manera, y de allí a una madurez que ya en su vejez se transformó en sabiduría, entendida ésta como una serena contemplación de la oscuridad que se le avecinaba.

Hoy su estilo si se quiere almibarado lo desbancaría del puesto de Poeta Nacional, y en su remplazo quizá descollarían ´luminarias' como José Asunción Silva o León de Greiff, pero es irrefutable que Rafael Pombo dejó una obra propia sólida y respetable, para todos los públicos, y en consonancia merece viva admiración y humilde reconocimiento.


lunes, 16 de abril de 2012

Uribe rabioso, Santos victorioso

La intensa trinadera de Álvaro Uribe Vélez durante la VI Cumbre de las Américas fue claro reflejo de la preocupación que lo embarga, en parte por los cuestionamientos que viene recibiendo desde los más diversos frentes –y que lo van dejando cada vez más solo-, pero en parte mayor ante la consolidación del prestigio de Juan Manuel Santos, ya no sólo en el plano nacional sino en su nueva condición de líder hemisférico.

Uribe hizo el papel del niño malcriado que invade la sala y exterioriza fenomenal rabieta en medio de la visita, en situación que le sirvió a un tuitero para citar una frase de Bob Dylan según la cual “hay personas que no soportan su propia insignificancia”. Error de apreciación, de todos modos, porque no es que Uribe se vea a sí mismo como un insignificante y en tal estado trine de la ira, sino todo lo contrario: que siendo como fue hasta días recientes un grande entre los grandes, lo irrita en extremo la magnificencia que hoy envuelve a quien fuera su ministro de Defensa y le ayudara en su relección con la creación del Partido de la U, pero al que ya no baja de “mentiroso”


Ya dueño de un póker de reyes (¿o será full de ases?), la respuesta de Santos consistió en decirle a Ángela Patricia Janiot de CNN que Uribe es "cosa del pasado”, indicando así que por fin cayeron las caretas y que ahora sí librarán la contienda como en los espectáculos de lucha libre, “cuerpo a cuerpo, máscara contra máscara, pelo contra pelo y vale todo”.

Lo del ‘vale todo’ es pertinente para el caso que nos ocupa, pues ambos han acudido a esa modalidad, sólo que cada uno bajo su propio espectro. Para Santos su ‘vale todo’ hacia la presidencia significó hacerse lo más cerca posible al prestigio desmesurado de Uribe y apoyarlo con fervor en todo aquello a lo que después le daría reversa, mientras que para Uribe implicó la serie de artimañas y tejemanejes ya conocidos de autos, que van desde el soborno a Yidis Medina y Teodolindo Avendaño, el reparto de notarías o la entrega del DAS al paramilitarismo (para no mencionar la Fiscalía de Luis Camilo Osorio), hasta la “bobadita” de las interceptaciones telefónicas a magistrados, periodistas y opositores.

Hay un dato que pudiera parecer sólo anecdótico, pero ilustra como ninguno los nuevos vientos que hoy soplan en torno a Álvaro Uribe: el pasado miércoles 11 de abril el representante Iván Cepeda en sesión parlamentaria mostró fotos y testimonios que pretenden probar que en la hacienda Guacharacas, de propiedad de él y su familia, operó y tuvo asiento un grupo paramilitar cuando él fue gobernador de Antioquia. Cepeda reveló que con base en esas y otras pruebas presentó denuncia penal contra el expresidente, lo cual se traduce en que por primera vez existe una posibilidad real de que Uribe sea enjuiciado e incluso llevado a la cárcel si fuera hallado culpable, por tratarse de un caso anterior a los que les cobija su inmunidad presidencial.

Pero lo llamativo no reside allí, sino en que durante ese debate de Cepeda contra Uribe “ningún congresista salió a defenderlo”, según cuenta Reina Valencia en Arcoiris.com.co (A las puertas de Guacharacas), en clara señal de cuán solos se van quedando los exmandatarios que un día manejaron un poder colosal y hoy no tienen nada para repartir entre la clase política, a cambio de impunidad.

La VI Cumbre de las Américas representa entonces un punto de quiebre, pues permite identificar una relación inversamente proporcional entre el creciente prestigio de Juan Manuel Santos (ahora catapultado a la escena global por la revista Time) y el progresivo deterioro de la imagen de Álvaro Uribe, tanto en lo nacional como allende las fronteras. Es si se quiere lo que va de un Santos ‘urbano y cerebral’ a un Uribe ‘intenso y campechano’, al decir de esa misma revista.

Santos exhibe con inocultable orgullo un presente victorioso y un futuro prometedor, mientras Uribe carga con un pasado del que pareciera próximo a rendir cuentas, quizá en constatación de que los ídolos con pies de barro sí existen. Es algo temprano para vaticinar que por fin se hará justicia, pero hay días como estos en los que no deja de alegrarnos que hoy el presidente de los colombianos sea Juan Manuel Santos y no Antanas Mockus, así hayamos votado por el segundo temiendo que con el primero tendríamos el mismo uribismo corrupto, desvergonzado y ramplón de los últimos ocho años.

Pero estábamos equivocados, a Dios gracias.

jorgegomezpinilla@yahoo.es