lunes, 4 de junio de 2012

¿Un falso positivo de las Farc?



Tiene toda la razón el presidente Juan Manuel Santos cuando, frente al comunicado apócrifo de las Farc que acogía el marco jurídico para la paz, plantea la pregunta obvia: ¿quién y qué buscan con esto?

En busca de una respuesta, lo primero a considerar es que se trata de una jugada muy inteligente, venga de donde viniere. Si se quiere pensar que proviene de las oficinas de Inteligencia del Ejército, tendría un talante del mismo cuño de la operación Jaque, sólo que ya no sobre un terreno de combate, sino en el frente de la propaganda. En este escenario no sobra entonces advertir que tiene el sello ‘Santos’, si se traslada el teatro de operaciones a una mesa de póquer: alguien que 'caña' para hacer creer algo, así después se sepa que estaba cañando.
Ahora bien, lo que tampoco se puede descartar es que el habilidoso hacker que logró profanar la página de Radio Café Stereo provenga de las propias filas de la insurgencia, a la manera de un ‘topo’ que no es que trabaje para el enemigo, sino que decidió vulnerar los protocolos de su organización y en acto temerario (por no decir suicida) les metió semejante golazo de sinceridad a sus camaradas.

Y es que, si se mira con objetividad el dichoso comunicado, ese podría ser el punto de vista de un guerrillero con mediana formación política que está cansado de la guerra, anhelante de otra forma de vida o esperanzado en que por fin se dé la reconciliación nacional (o al menos un cese al fuego), por lo que decide exponer con tan osado estilo su propio punto de vista sobre la coyuntura, aprovechando si se quiere un descuido del editor web.

Aun sin recuperarse del asalto informático, un portavoz de radiocafestereo.nu salió apresurado y aturdido por el golpe a decir que eso había sido “un nuevo episodio repugnante de este tipo de falsos positivos, contrario a cualquier norma del derecho internacional humanitario” (Ver El falso positivo Informático de Chucky). Falso positivo, sí, pero que en proporción de cara y sello pudo originarse en uno u otro lado de la contienda.

En cualquiera de los escenarios posibles, nada habría sido más benéfico al propósito de la paz que ese comunicado hubiera sido auténtico, y es ello lo que nos mantiene aferrados a tal hipótesis. Auténtico, sí, pero no porque el Estado Mayor de las Farc haya sido el autor de su contenido, sino porque quisiéramos creer que ciertamente es la expresión de un sector de la “guerrillerada” que se tomó a la brava la vocería de los que quieren la paz, al precio incluso de plantear un cisma.

En este terreno Semana ya había advertido fisuras en las Farc, con base en el análisis de dos comunicaciones diferentes a esa revista por parte de los miembros del Secretariado Iván Márquez y Pablo Catatumbo, donde no parecían ponerse de acuerdo en torno a si tenían o no personas secuestradas con propósito extorsivo.

El comunicado en mientes respira una redacción defectuosa (“Al fin se empezaron abrir las puertas…”), pero esto daría tanto para pensar que no fue escrito por el Secretariado de las Farc, como que tampoco es una invención de Inteligencia del Ejército o de la tan mentada mano negra, pues en caso tal habrían sido lo suficientemente ‘inteligentes’ para darle apariencia de autenticidad. En otras palabras, el golpe propagandístico habría sido más contundente si se hubieran esmerado en imitar con mejor pulso el estilo del Secretariado.

Es por ello que no debemos (en realidad no queremos) desechar la hipótesis esbozada. Hay sólo dos puntos que estarían sujetos a controversia: uno donde sugieren que “para los enemigos del pueblo, que siempre creyeron que la guerrillerada nunca nos  someteríamos a la entrega de las armas y la desmovilización, esta es la oportunidad (…)”, porque eso de someterse suena a rendición; y otro en el que hablan de “la consolidación a través de la democracia de nuestro proyecto político ¡Marcha Patriótica!”, pues es sabido que las Farc siempre han negado su vinculación a dicho movimiento, bien sea porque es cierto o porque reconocerlo significaría exponer a sus integrantes a un nuevo exterminio, como el de la Unión Patriótica.

Pero nada descarta que en el interior de las Farc haya guerrilleros ilusionados con el fin de las hostilidades y con la posibilidad de “pasar de conformar un gran ejército del pueblo a un gran ejército social”, a sabiendas de que todavía cuentan con el apoyo requerido en ciertas regiones del país para apostarles a los votos como la más legítima vía para abandonar las armas, de modo que hubieran sido esos inconformes los que tuvieron acceso a la ‘llave’ requerida para hacerse escuchar así del Secretariado y del país entero: “Presidente Santos, usted tiene las llaves para la paz y nosotros tenemos el cerrojo, por primera vez en la historia del conflicto armado en Colombia”.

Sea como fuere, nuestra resistencia a creer que fue una treta de los enemigos de la paz se sustenta precisamente en que, míresele por donde se le mire, la divulgación de esos planteamientos les sirve más a los amigos de la paz que a los partidarios de la guerra.

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