jueves, 30 de mayo de 2013

Facebook o Twitter: ¿cuál droga prefiere usted?


En días recientes entré a la página que tiene en Facebook la periodista radial Marcela Alarcón y vi que les preguntaba a sus fans (que suman 12.607) si tuvieran qué elegir, con cuál se quedarían: ¿Twitter o Facebook?

Bastó una fracción de segundo para saber que lo mío es Facebook, como cuando a uno le preguntan por la mujer que más ha amado y su nombre casi estalla a flor de labios. Pero lo que llamó mi atención fue observar que en el sondeo citado a muchos les costaba trabajo decidirse entre una u otra red social, que es como si a un grupo de adictos les preguntaran qué prefieren entre la marihuana o la cocaína, y se decidieran por ambas.

Y es que, no nos llamemos a engaños: hoy Facebook y Twitter actúan como poderosos psicoactivos virtuales, que distraen y a la vez enriquecen la percepción del mundo exterior, sólo que sin producir resacas ni efectos colaterales diferentes a los relacionados con una especie de ensimismamiento o aislamiento del mundo exterior, en el que su consumidor cree estar rodeado de mucha gente mientras permanece infinitamente solo frente a la pantalla de su computador o su Blackberry, o su tableta, o llámese como se llame.

Hoy se calcula en 1.060 millones el número de usuarios de Facebook en el mundo, y en ‘apenas’ 200 millones los de Twitter, que envían un promedio de 400 millones de trinos a diario. Twitter de todos modos trae el ritmo de crecimiento de un tsunami, si consideramos que sólo en 2012 se registraron 60 millones de nuevos tuiteros, y Facebook viene con una tendencia decreciente. Esto haría pensar si no podría ocurrir como la ola que se hace gigante y termina estrellándose contra la playa, pero no es la hora de las profecías sobre fenómenos tan impredecibles. Además, puesto que se trata de una adicción, resulta difícil imaginar que algún día Facebook o Twitter puedan declinar, y la adicción consiste en que cada vez se hace más necesario dedicarles mayor tiempo, en manifestación de una dependencia aún no suficientemente explorada.

Continuando con la metáfora arriba expuesta, me atrevería a decir que Facebook se parece a la marihuana y Twitter a la cocaína, en la medida en que la primera invita a la contemplación o al diálogo sosegado, y la segunda a la acción, a la adrenalina, a la discusión en voz alta. No estamos sugiriendo con esto que los aficionados a Facebook sean una partida de marihuaneros y los tuiteros unos esnifadores consuetudinarios, sino que el comportamiento asociado a uno u otro se asemeja de un modo quizá recóndito a los efectos que cada ‘sustancia’ produce en el respectivo consumidor.

Facebook, como la marihuana, actúa con relativa lentitud o modorra: usted repasa fotos sin prisa, lee con calma la sobrecarga de mensajes de superación personal que a diario llega (y esta es la parte ‘jarta’), conoce fotos familiares de fulano o zutana, se suscribe a EroCirque o a Militancia Erótica para ver mujeres (u hombres) en artística desnudez, escribe (o recibe) textos largos, manda solicitudes de amistad, entabla nuevas relaciones, coquetea, en fin.

En Twitter se trata ante todo de demostrar que usted es el más ingenioso de todos en la elaboración de apuntes o reflexiones que no superen los 140 caracteres, en una competencia vertiginosa donde al menor descuido uno se ve inundado de centenares de trinos que en cosa de segundos te traen otros centenares de nuevos trinos, y así sucesivamente, hasta el cansancio. Facebook es Marcel Proust, Twitter es Alain Prost.

Si algo positivo hay que verle a Twitter es que informa al instante y fomenta el debate (sobre todo el político), mientras que Facebook recrea, entretiene, solaza. Facebook es para hippies, Twitter para yuppies. Facebook es la poética, la estética, la lúdica; Twitter  es el intelecto puro, la filosofía en pastillas, la arquitectura del texto breve. Facebook es la habitación con vista al mar; Twitter con vista a la calle, a la ciudad encajonada en frases como edificios atiborrados de oficinas y apartamentos.

Facebook es la piscina, Twitter el autódromo. Facebook el paseo en bicicleta, Twitter el ping pong (si el debate se da con altura) o el ring de boxeo cuando se procura enviar a la lona al contrincante. Facebook es gráfico, Twitter es textual. Facebook te hace creer que tienes amigos, Twitter que eres estadista: por eso en el primero haces amistades virtuales, y en el segundo conquistas seguidores ídem.

En lo relativo a las personas que ‘consumen’ ambas redes sociales, he podido observar que muchos lo hacen para estar enterados de todo lo que pasa, pero siempre preferirán a una y descuidarán a la otra. Es el caso por ejemplo de los periodistas, entre quienes se hace sospechoso el que no tenga cuenta en Twitter, pero es fácil diferenciar al que la tiene por obligación profesional del que la disfruta con verdadera fruición, y el caso quizá más representativo sería el de Vladdo, cuya cuenta en Facebook cumple casi la única función de reproducir sus tuits, que al cierre de esta nota ya se acercaban a los 50.000 y van dirigidos a sus casi 300.000 seguidores.

Sería interesante entonces preguntarle a Vladdo por qué prefiere Twitter a Facebook, a la espera de ver si por fin logro enterarme de lo que me estoy perdiendo, y con la seguridad de que su respuesta enriquecerá el debate.


@Jorgomezpinilla

martes, 21 de mayo de 2013

“Si Uribe no se lanza, el uribismo puede desaparecer”



"Yo, claramente, nunca votaría por Francisco".

“Investigar a los militares nunca ha sido fácil”.

"La Mano Negra no es un grupo conspirando alrededor de una chimenea”.

La revista Semana estuvo en días pasados en el centro de la atención nacional por cuenta de un atentado que sufrió el periodista Ricardo Calderón cuando se desplazaba cerca de la base militar de Tolemaida, donde continuaba una investigación en torno a los privilegios de que gozaba un grupo de soldados condenados por atroces crímenes.

Con base en esta circunstancia quisimos entrevistar a su director, Alejandro Santos Rubino, para que nos contara sus impresiones al respecto. Pero debemos confesar que nos motivaba más conocer sus opiniones sobre la coyuntura política, en parte porque es una de las personas mejor informadas del país –sumado a su gran olfato analítico- y en otra parte por su parentesco con dos personas que hoy acaparan la escena política, como son su tío el presidente Juan Manuel Santos y el primo de este, el exvicepresidente Francisco Santos.

Los lectores de Ola Política podrán comprobar aquí que no nos equivocamos con las expectativas que teníamos frente a la entrevista.

OLA POLÍTICA: ¿Cómo va la investigación por el atentado contra Ricardo Calderón? ¿Se ha sabido algo nuevo?
ALEJANDRO SANTOS: La investigación va por muy buen camino. Siempre nos preocupó la coincidencia de que Semana estuviera investigando irregularidades en el Ejército, en particular lo que estaba sucediendo el Tolemaida y en la cárcel que alberga a soldados que han cometido graves delitos, y el momento del atentado contra el periodista Ricardo Calderón. Pero yo siempre fui muy cuidadoso en darle la última palabra a las investigaciones de las autoridades. Las investigaciones, según la información privilegiada a la cual he tenido acceso, van muy bien. Muy pronto se empezarán a tener noticias al respecto, y la revista Semana será la que dará la primicia sobre ese lamentable episodio.
 
OP: Por la forma como ocurrieron los hechos, da la impresión de que no querían matarlo sino asustarlo, como diciéndole “no se meta con nosotros”. Y a la vez como una advertencia a los periodistas en general…
AS: Esa es una gran duda que queda planteada. Las circunstancias del atentado pueden leerse como un intento de homicidio, dada la proyección de las balas, pero al mismo tiempo pudo ser las ganas de darle un susto…

OP: Estaba solo, en descampado…
AS: Sí. Hubieran podido matarlo, pero cualquier conjetura me parece aventurada. Lo cierto es que haya sido un atentado o la intención de asustarlo, es una clara violación a la libertad de prensa, y un claro mensaje a la revista Semana y al periodismo independiente, de que no querían que se destapara algo que alguien quería mantener oculto. Pero ese tipo de episodios sólo logran el efecto contrario: y es que los periodistas cuando reciben ese tipo de amenazas o de atentados, redoblan sus esfuerzos para esclarecer la verdad. Y el país conocerá tarde o temprano la verdad en este episodio.

OP: ¿No le da la impresión de que a los militares en Colombia les tienen miedo, desde los presidentes para abajo? Ustedes tal vez han sido los primeros que se atrevieron a ponerle el cascabel al gato…
AS: En Colombia investigar a grandes poderes siempre ha sido difícil, y no solo en el caso de los militares. También ocurrió con el DAS, donde Semana jugó un papel protagónico destapando todo el espionaje que se había armado allí, o en las investigaciones sobre la parapolítica, cómo los tentáculos del paramilitarismo se fueron tomando la política colombiana. En ese sentido, hacer periodismo de investigación en un país como Colombia, siempre conlleva unos riesgos muy profundos.

OP: ¿El problema en el caso de Tolemaida es con unos militares desviados, o es con el Ejército?
AS: En este caso me parece muy importante aclarar que cuando uno habla de las denuncias que hace la revista Semana sobre los militares, no está denunciando la institución, sino la corrupción dentro de la institución, que muchas veces son pequeñas mafias, pequeñas manzanas podridas que están ahí, y que tienen una patente de corso y están tratando de aprovechar su condición para cometer delitos.

OP: Semana puso el dedo en la llaga con lo de los soldados condenados, en lo que se llamó el Tolemaida Resort, pero nada se dice de los oficiales de alto rango condenados que también viven como en un club. Está el caso del coronel Alfonso Plazas Vega, que incluso trataron de llevarlo a una cárcel ordinaria, pero la cúpula militar lo impidió. ¿Ustedes han hecho alguna investigación al respecto?
AS: Evidentemente que cuando se tienen como 300.000 hombres hay todo tipo de personajes, desde el más valiente y el más honesto hasta el más corrupto y el más cobarde. En eso un medio de comunicación como Semana tiene la responsabilidad histórica y el deber ético de destapar las irregularidades dentro del Estado, llámese gobierno o llámese Fuerzas Militares. En este último caso lo que se presenta es una solidaridad de cuerpo que ha sido muy mal entendida, porque terminan tapando o reaccionando a las denuncias tapándose con una cobija y haciéndole daño a la institución, y no más bien permitiendo que se investigue hasta las últimas consecuencias, para encontrar a los responsables y sacarlos de la institución. Lo cual legitima a la institución, la fortalece, y manda un mensaje de transparencia hacia la sociedad.

OP: Volviendo al tema del Tolemaida Resort, lo que Semana ha dejado entrever es que a esos soldados los tienen en esas condiciones privilegiadas para que no ‘echen al agua’ a los oficiales que habrían dado las órdenes para que se cometieran los crímenes que los tienen a ellos purgando esas penas. ¿Es correcta mi apreciación?
AS: Nosotros tenemos información de que muchos de los soldados que están condenados a más de 30 años en la cárcel de Tolemaida, no han sido trasladados porque son protegidos por sus superiores. Y en eso gran parte del poder que tienen para no ser trasladados obedece a que hay coroneles y generales que no están interesados en que estas personas vayan a la cárcel. Eso va a terminar conociéndose, porque el comandante del Ejército dijo que va a acabar esa cárcel. De modo que si esas personas son trasladadas, como esperamos que suceda, tarde o temprano esos soldados detenidos van a terminar contando toda la verdad. Una verdad que el país merece conocer, en cuanto a saber hasta dónde llega esta cadena de complicidades.

OP: ¿Cómo se explica que en países como Argentina o Chile sí fue posible enjuiciar y condenar a militares por torturas y desapariciones, mientras que en Colombia, frente a un caso tan aberrante como el de los falsos positivos, lo que uno ve es que enredan la justicia para sacar a sus autores mediante la prescripción de términos?
AS: Investigar a los militares nunca ha sido fácil, y en Colombia, a pesar de las dificultades, se ha hecho muchísimo. Tenemos el caso emblemático del coronel Plazas Vega, que está preso y condenado, y que sigue estando en la picota pública. Al mismo tiempo vienen muchos generales y coroneles que están siendo investigados por los falsos positivos, y sumémosle a eso que hay ya más de 500 casos de condena a miembros de la Fuerza Pública por el mismo caso. Sin hablar de más de 2.500 investigados. Entonces uno puede criticar a la justicia y reconocer que es difícil investigar a los militares, pero se han dado unos pasos muy importantes al respecto, y en ese sentido lo que está sucediendo hoy en día frente a la justicia y la verdad de los militares, es muchísimo mejor de lo que sucedía hace 15 o 20 años.

OP: En Colombia se habla de la Mano Negra como de una logia secreta en la que al parecer confluyen militares, empresarios y políticos, todos identificados por sus pensamientos y acciones de ultraderecha. Carlos Castaño dio algunas pistas al respecto cuando en su libro Mi confesión habló del Grupo de los Seis. ¿Usted cree que existe la Mano Negra?
AS: La Mano Negra es todo y nada. La Mano Negra es un rótulo para atribuirle magnicidios y crímenes que nadie tiene la idea quién fue, hasta casos concretos que la justicia ha terminado demostrando que tienen vínculos con la extrema derecha legal o ilegal. La Mano Negra es una especie de concepto abstracto que sirve para todo. Pero es equivocado verla como un solo grupo alrededor de una chimenea conspirando. Yo creo que hay muchas manos negras. Y son manos negras que se activan y se desactivan según las coyunturas, y que tienen relaciones con instituciones legales, con grupos ilegales, mafias, narcos, políticos corruptos, etc., que por una u otra coincidencia se reúnen porque tienen intereses comunes, y reaccionan a cierto tipo de situaciones. Eso ha sucedido en diferentes momentos de la historia, por ejemplo cuando funcionarios del DAS han estado vinculados a varios de los magnicidios más importantes de este país: Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo… así que esa Mano Negra son muchas pequeñas manos negras, que no necesariamente tienen vasos comunicantes, y que en diferentes momentos históricos reaccionan violentamente frente a intentos de logran grandes cambios en Colombia, para defender un statu quo, y que termina favoreciéndolos.

OP: Pasemos a la coyuntura política: se da por un hecho el lanzamiento de la candidatura de Álvaro Uribe al Senado, y hay quienes creen que él encabezaría una lista para arrastrar a su gente, pero que no se posesionaría, en parte para no rebajar su dignidad de expresidente y en parte para evitar eventuales mellas a su fuero presidencial. ¿Usted qué opina de esta posibilidad?
AS: Es difícil especular sobre el futuro jurídico del expresidente Uribe. Lo que podría decir es que el proyecto político del uribismo depende inevitablemente de la figura de su gran caudillo, Álvaro Uribe. En ese sentido, veo inevitable que la vocación de poder del uribismo pase por una lista al Congreso, encabezada por su gran líder, para mantenerse vigente en la política. Si Uribe no se lanza encabezando una lista al Congreso, el uribismo puede desaparecer. ¿Por qué? Porque no hay un gran heredero del uribismo. Hay mucha simpatía popular, muchos sectores que se identifican con la causa uribista, muchos discípulos atomizados de todos los colores y sabores, pero ninguno del que pueda decirse que es su gran heredero. Por lo tanto, el único factor de cohesión de un proyecto político uribista es él mismo.

OP: ¿Usted cree, como le dijo Álvaro Leyva a Ola Política, que si se firma la paz el uribismo se desploma?
AS: Si se firma la paz, las voces guerreristas quedarían bastante golpeadas. Un país que firme la paz con las Farc y logre reintegrarlas a la vida civil, es escenario donde quienes ven como enemigo número uno de Colombia a las Farc, terminan perdiendo una de sus grandes banderas.

OP: Con el paso de los días, Francisco Santos se perfila como el más seguro candidato del uribismo a la presidencia. ¿Usted que es pariente y lo conoce desde siempre, sí le ve seriedad a esa candidatura?
AS: Depende de qué entendamos por seriedad. ¿Seriedad en su proyección electoral? ¿O en su favorabilidad e imagen ante la opinión? ¿O seriedad en su proyecto ideológico y político?

OP: Bueno, ¿cómo ve esas tres?
AS: Seriedad en su favorabilidad, la veo bien. Pacho Santos es un hombre carismático, espontáneo, que tiene llegada y sintonía popular. Es un hombre desabrochado, a quien su propia improvisación, sus contradicciones y su honestidad lo hacen una persona querida por la opinión. Seguridad en su futuro electoral, lo veo bastante incierto, sin ninguna remota posibilidad a la presidencia. Eso requiere una estructura política y una plataforma mucho más de fondo, que va mucho más allá de la simpatía personal y popular del candidato. Y seriedad en su proyecto ideológico y político, pues… muchísimo menos. En ese sentido creo que su proyecto ideológico es demasiado llevado a la derecha, radicalizado, muy marginal, efectista, sin muchas posibilidades de que cale en un país que, mal que bien, es sensato a la hora de tomar una decisión sobre quién nos va a gobernar.

OP: Si le ve favorabilidad, eso quiere decir que de pronto se daría la posibilidad de un enfrentamiento por la presidencia con su primo Juan Manuel. Usted que también es familiar de ellos, ¿cómo vería esa circunstancia?
AS: Yo no descarto que Francisco Santos se convierta en el candidato del uribismo, y no porque sea el hombre de los afectos de Uribe, sino porque Uribe siendo un pragmático de la política vea que inevitablemente le toca escogerlo a él, porque sea el que más salida electoral pueda tener. Hay una gente muy seria alrededor del uribismo, desde Óscar Iván Zuluaga hasta Martha Lucía Ramírez, hay mucho de dónde escoger, todos muy serios, pero ninguno con posibilidades reales de tener un futuro político presidencial.

OP: OP: Bueno, ¿y usted entre Francisco y su tío Juan Manuel por quién votaría?
AS: Yo, claramente, no votaría por Francisco. Él está demasiado a la derecha. El proyecto del presidente Santos me parece mucho más de centro, más progresista, que se identifica con los ideales liberales con los cuales yo me identifico.

OP: ¿Que un tío suyo sea presidente de Colombia, le ha presentado dificultades para ejercer como director de Semana? ¿Por ejemplo, en términos de credibilidad?
AS: La independencia no está en el vínculo familiar sino en las convicciones y en las decisiones que uno toma sobre la marcha. ¿O acaso Francisco y Juan Manuel por ser primos se quieren y son amigos? Todo lo contrario. Representan dos proyectos políticos antagónicos. En ese sentido, la credibilidad y la independencia de la revista Semana están en su propuesta periodística, en el coraje a la hora de asumir un periodismo de investigación, en su papel de contrapoder frente a los abusos del poder político. De modo que quien lee la revista, se da cuenta dónde está su independencia.

OP: Hubo un tiempo en que los liberales eran los progresistas, los conservadores los reaccionarios, y los de izquierda los que querían cambiar el sistema. Pero ahora vemos a un izquierdista como Samuel Moreno robándose a Bogotá, a un liberal como Uribe comandando a la extrema derecha, y a un conservador como Álvaro Leyva muy cercano las Farc. ¿Se borraron las fronteras entre los partidos? ¿Así, quién entiende a los políticos?
AS: Hace mucho tiempo que en Colombia las fronteras ideológicas desaparecieron. Aquí proyectos políticos coherentes y serios de mediano y largo plazo dejaron de existir hace un largo rato. Vemos desafortunadamente rótulos que lo único que agrupan maquinarias electorales previas a las elecciones. Tenemos un Partido de la U que se inventaron en el momento del paroxismo uribista para reunir un grupo de gente y armar un partido donde no hay ningún tipo de identidad ideológica, hay solo un pragmatismo político. El Partido Conservador ha limitado su ideario político al tema clientelista. Vemos a una izquierda canibalizada y antropofágica a la que sus propios odios la están carcomiendo, donde la estocada final fue lo que sucedió con los hermanos Moreno en la alcaldía de Bogotá. Y como si lo anterior fuera poco, el colofón de un movimiento de Progresistas que antes que proyectar a la izquierda en la alcaldía de Bogotá, lo que está mostrando es nuevamente su incapacidad para gobernar a Colombia. La verdad es que el país está cansado de las falsas promesas, está cansado de la corrupción, del clientelismo. Pocas veces como ahora hay tanto escepticismo frente a la política. Por eso es hoy cuando la política y las ideas políticas tienen la posibilidad de reinventarse a través de nuevas figuras. Este es el momento cuando nuevas figuras políticas tienen que comenzar a hablarle más claramente al país. Y no se ven.

OP: ¿Sería entonces el momento ideal para que en medio de la pelea entre Santos y Uribe se cuele un tercero a la presidencia?
AS: Es correcto. Hay una muy buena coyuntura para un movimiento organizado, que tenga un proyecto serio de país, pero que inevitablemente pase por una gran figura, de gran liderazgo.

OP: Ya para terminar, usted atrás se refirió al gran paroxismo que hubo en torno al gobierno de Álvaro Uribe. En su condición de director de una importante revista nacional, ¿cómo juzga usted esa veneración que casi todos los medios le profesaban a él, en contraposición con la actitud más crítica que ahora asumen en torno a su figura, después de que abandonó la presidencia? ¿En ese momento, no cree que hubo una especie de complicidad de los medios con Uribe?
AS: Colombia con Uribe vivió un caudillismo, y muchos medios lo vieron a él como un salvador, como el hombre que iba a cambiar el país. Y esa visión mesiánica me pareció peligrosísima para la democracia colombiana. Semana asumió siempre una posición crítica, y en eso siempre defendimos las instituciones. Una democracia se fortalece no por las habilidades de una persona sino mediante el fortalecimiento del capital social y de las instituciones. Por eso estuvimos en contra de la reelección, pero éramos una voz en el desierto. Porque había un enamoramiento del país, no sólo del pueblo sino de muchísimos medios de comunicación, que en su inmensa mayoría, yo diría que casi todos, estuvieron de acuerdo no solo en la primera sino en la segunda reelección. Hoy en día, muchos de esos periodistas deben sentirse avergonzados de haber apoyado la segunda reelección. 

domingo, 19 de mayo de 2013

Uribe senador: ¿artimaña electoral?



Una eventual elección de Álvaro Uribe Vélez como senador –que se da por descontada- trae un elemento central de intriga: ¿en qué situación de inmunidad o de vulnerabilidad quedaría ante la justicia en caso de que decidiera descender de la majestad de expresidente de la República a la condición ya más terrenal de congresista?

Como se sabe, la Constitución establece que Uribe responde solamente ante la Comisión de Acusaciones de la Cámara por los delitos que hubiera podido cometer no sólo como presidente, sino de ahí para atrás. En otras palabras, está blindado por el fuero presidencial, que lo protege de ser juzgado tanto por las chuzadas del DAS o los falsos positivos (a cuyos presuntos autores él considera perseguidos por la Fiscalía y “héroes de la patria”), como de acusaciones por delitos cometidos en años anteriores, entre estas la de haber integrado un grupo paramilitar en la hacienda Guacharacas, siendo gobernador de Antioquia.


Es cierto que en caso de ser elegido senador Uribe no perdería esa inmunidad, pero también lo es que a partir del 20 de julio de 2014 quedaría como aforado de la Corte Suprema de Justicia en lo penal, y del Consejo de Estado en lo disciplinario, así como de los organismos de control, en particular la Procuraduría y la Contraloría General de la República. Estos serían entonces sus nuevos jueces naturales, si como senador cometiera alguna conducta en contra de la ley.

Ahora bien, un elemento de incertidumbre aparece al considerar que unas son las leyes hoy, y otra la interpretación que se les pueda dar mañana. Es conocido por ejemplo el caso de los senadores y representantes que durante el primer gobierno de Uribe eran llamados a juicio por parapolítica y de inmediato renunciaban a su curul (y por ende al fuero) para evitar ser juzgados por la Corte Suprema, hasta que esta comenzó a notar que los que se acogían a la justicia ordinaria se daban sus mañas para torcerle el cuello al castigo, y decidió cambiar de jurisprudencia, y el resultado fue que muchos parapolíticos no lograron ‘coronar’ la impunidad que estaban buscando.

Esto significa que en sus relaciones con la justicia a Uribe le convendría más conservar ‘prístino’ su fuero presidencial, que quedar expuesto como senador a nuevos jueces. Se trata muy seguramente de un escenario que el propio Uribe y/o sus asesores ya han contemplado, y ese sería el motivo por el cual viene tomando fuerza el rumor según el Álvaro Uribe sí iría como cabeza de su propia lista al Senado, pero que después de hacerse elegir y haber conformado mediante ‘arrastre’ su propia bancada, no se posesionaría.

En las filas del Centro Democrático los cálculos más optimistas hablan de que pondrían entre 20 y 25 senadores, pero un cálculo más real los ubica entre 8 y 10. En cualquier caso, se trata de un importante capital político que podría conquistarse relativamente fácil, con solo ponerle como rótulo a la fachada de esa empresa electoral el nombre de Álvaro Uribe.

Esto es algo que sus electores no saben ni intuyen, pues nadie votaría por un candidato del que ya se sabe no se posesionará, a no ser que forme parte de la lista de cómplices de la artimaña. Y es que, no nos llamemos a engaños: que Uribe esté pensando en prestar su nombre y luego retirarse, con el único propósito de conformar su equipo de choque en el Congreso, eso no puede recibir otro nombre que el de artimaña. Algo que por supuesto no sería motivo de estupor general, pues se ajusta al modus operandi que imperó durante su administración, el del ‘todo vale’.

Es posible que yo esté equivocado en mi apreciación, pero habría un modo de salir de toda duda: consistiría en encontrar un político rival (o incluso un adepto suyo convencido de que esto es una falacia) que reclame de Álvaro Uribe una declaración pública mediante la cual se comprometa a que, en caso de ser elegido senador, se posesionará y permanecerá en el Congreso hasta el final de la legislatura.

¿Alguien se le apunta?

@Jorgomezpinilla

viernes, 3 de mayo de 2013

¿Y si Petro hiciera un ‘mea culpa’?



Hay una frase que circula mucho en Internet, atribuida a Gustavo Petro, que dice así: “Me acusan de intolerante. De hecho lo soy: no tolero que el Estado caiga en manos de las mafias, no tolero la desigualdad y la injusticia y no tolero la violencia eterna. Soy un rebelde intolerante contra la intolerancia”.

Es una frase construida con una gran carga política, tanto en lo propagandístico como en lo ideológico, pero tiene el inconveniente de que no es cierta, o por lo menos no llega al fondo del problema, porque al Alcalde Mayor de Bogotá no se le acusa de intolerante sino de soberbio, de arrogante.

Tan tolerante será Petro que incluso votó por Alejandro Ordóñez para su primer periodo, según dijo en respeto a sus creencias religiosas. Lo paradójico del asunto radica en que hoy su carrera política está precisamente en manos de un intolerante como el procurador, quien se apresta a fallar las más de 100 demandas elevadas por sus opositores ante su despacho, que hablan desde detrimento patrimonial y daño ecológico hasta abuso de autoridad. Y lo que se dice es que Ordóñez se agarrará de ellas para ceder a la tentación de enviar al asfalto a su más aguerrido contendor. ¿Cómo entender, de todos modos, que una medida de corte supuestamente disciplinario resulta de total conveniencia a sus intereses políticos?


Una eventual sanción o destitución le daría a Petro una aureola de víctima, útil a su aspiración presidencial, que es precisamente lo que Ordóñez –y lo que él representa- está en condiciones de atajar. El propio Petro le dijo al portal Olapolitica.com que “la inhabilidad no acaba mi lucha, solo la pone en otro terreno”, lo cual sería señal de que no le molestaría ser destituido.

Sea como fuere, el país y su capital se hallan ante un panorama preñado de tensión, desde todo punto de vista desfavorable a las legítimas aspiraciones de un proyecto de izquierda que con Petro a la cabeza vislumbraba por primera vez la posibilidad real de tomarse el poder por la vía democrática. Lo que el alcalde se niega a entender –y espero estar equivocado- es que esa agudización de las contradicciones en la que se halla empeñado conlleva por un lado el desgaste de su propia causa, y por otro el fortalecimiento de su enemigo, en una espiral hasta cierto punto suicida, pues se la pasa repartiendo munición a diestra y siniestra para que lo ataquen.

A Petro se le ve entonces en un plan de valeroso David contra Goliat, algo que registra muy bien en lo mediático y en lo político, pero tal vez no ha sido consciente de que sus muy poderosos rivales –y entre ellos se incluyen por supuesto todos los intereses que ha afectado como senador y como alcalde- por fin han encontrado un ‘árbitro’ que parece dispuesto a sacarle tarjeta roja en la mitad del partido.

No hace falta ser un experto en teoría de las probabilidades para saber que la revocatoria del mandato impulsada por el godito Miguel Gómez está condenada al fracaso, pero no ocurre lo mismo con lo que pudiera salir de ciertos pasillos de la Procuraduría olorosos a ese incienso ceremonial que propende por el castigo a los réprobos y a los impíos, y a todo lo que se desvíe del único camino posible, el de “la luz, la verdad y la vida”.

Es un hecho irrefutable que en más de una ocasión Petro la ha ‘embarrado’, en parte por improvisador y en parte porque gente de su propio equipo no le da la talla gerencial requerida, y ahí está el motivo básico por el cual su índice de favorabilidad mantiene una tendencia a la baja, al pasar del 43% de favorabilidad en noviembre del 2011 a un 33% el pasado mes de abril. Cifra que por cierto coincide con el porcentaje de votantes que lo eligió, el mismo 33%, en claro indicativo de cómo se halla su administración en cuestión de imagen: estancada.

Nadie pone en duda que Petro es un hombre bien intencionado y honesto, y fueron precisamente sus aguerridas batallas contra la corrupción (dentro del Polo) y contra las muy uribistas mafias de la parapolítica enquistadas en el poder las que le dieron el reconocimiento político que lo llevó a ocupar el segundo cargo más importante de la nación.

 Pero es soberbio, entendida la soberbia como el “sentimiento de valoración de sí mismo por encima de los demás”. Y esto hace que hasta sus amigos más cercanos se hayan visto en la obligación de cantarle la tabla en público, en procura de bajarlo de esa nube de arrogancia que le impide aceptar sus propios errores.

Hablando de errores, tal vez el más notorio está en que no ha intentado construir consensos en torno a temas fundamentales, por ejemplo con el Concejo Distrital. Eso estaría ligado al ADN de su soberbia, de la que más de uno –incluido el suscrito- quisiera que algún día lograra desmontarse, porque comparten con él muchos de los ideales propios de una izquierda democrática a la que se espera ver algún día gobernando a la nación entera, como ya ocurrió con el exdirigente sindical Lula da Silva en Brasil o con el ex Tupamaro Pepe Mujica en Uruguay, poseedor este último de una sencillez y un don de gentes que ya quisiera uno ver en nuestro alcalde.

Hoy Petro podría desactivar la bomba de tiempo que en lo disciplinario le tiene puesta el procurador debajo de su asiento, si tuviera la humildad –desde una perspectiva estratégica, incluso- de reconocer las equivocaciones que ha cometido, haciendo claridad en que ese nuevo enfoque autocrítico de su administración se sustentaría en el propósito de acertar y de abrir puentes de entendimiento, tanto con la ciudadanía expectante de dicho cambio como con su más insigne ‘perseguidor’, quien de ese modo quedaría neutralizado para aplicar todo el fuste de su látigo inquisidor, habida cuenta ya de la contrición y el propósito de enmienda…

@Jorgomezpinilla