martes, 21 de mayo de 2013

“Si Uribe no se lanza, el uribismo puede desaparecer”



"Yo, claramente, nunca votaría por Francisco".

“Investigar a los militares nunca ha sido fácil”.

"La Mano Negra no es un grupo conspirando alrededor de una chimenea”.

La revista Semana estuvo en días pasados en el centro de la atención nacional por cuenta de un atentado que sufrió el periodista Ricardo Calderón cuando se desplazaba cerca de la base militar de Tolemaida, donde continuaba una investigación en torno a los privilegios de que gozaba un grupo de soldados condenados por atroces crímenes.

Con base en esta circunstancia quisimos entrevistar a su director, Alejandro Santos Rubino, para que nos contara sus impresiones al respecto. Pero debemos confesar que nos motivaba más conocer sus opiniones sobre la coyuntura política, en parte porque es una de las personas mejor informadas del país –sumado a su gran olfato analítico- y en otra parte por su parentesco con dos personas que hoy acaparan la escena política, como son su tío el presidente Juan Manuel Santos y el primo de este, el exvicepresidente Francisco Santos.

Los lectores de Ola Política podrán comprobar aquí que no nos equivocamos con las expectativas que teníamos frente a la entrevista.

OLA POLÍTICA: ¿Cómo va la investigación por el atentado contra Ricardo Calderón? ¿Se ha sabido algo nuevo?
ALEJANDRO SANTOS: La investigación va por muy buen camino. Siempre nos preocupó la coincidencia de que Semana estuviera investigando irregularidades en el Ejército, en particular lo que estaba sucediendo el Tolemaida y en la cárcel que alberga a soldados que han cometido graves delitos, y el momento del atentado contra el periodista Ricardo Calderón. Pero yo siempre fui muy cuidadoso en darle la última palabra a las investigaciones de las autoridades. Las investigaciones, según la información privilegiada a la cual he tenido acceso, van muy bien. Muy pronto se empezarán a tener noticias al respecto, y la revista Semana será la que dará la primicia sobre ese lamentable episodio.
 
OP: Por la forma como ocurrieron los hechos, da la impresión de que no querían matarlo sino asustarlo, como diciéndole “no se meta con nosotros”. Y a la vez como una advertencia a los periodistas en general…
AS: Esa es una gran duda que queda planteada. Las circunstancias del atentado pueden leerse como un intento de homicidio, dada la proyección de las balas, pero al mismo tiempo pudo ser las ganas de darle un susto…

OP: Estaba solo, en descampado…
AS: Sí. Hubieran podido matarlo, pero cualquier conjetura me parece aventurada. Lo cierto es que haya sido un atentado o la intención de asustarlo, es una clara violación a la libertad de prensa, y un claro mensaje a la revista Semana y al periodismo independiente, de que no querían que se destapara algo que alguien quería mantener oculto. Pero ese tipo de episodios sólo logran el efecto contrario: y es que los periodistas cuando reciben ese tipo de amenazas o de atentados, redoblan sus esfuerzos para esclarecer la verdad. Y el país conocerá tarde o temprano la verdad en este episodio.

OP: ¿No le da la impresión de que a los militares en Colombia les tienen miedo, desde los presidentes para abajo? Ustedes tal vez han sido los primeros que se atrevieron a ponerle el cascabel al gato…
AS: En Colombia investigar a grandes poderes siempre ha sido difícil, y no solo en el caso de los militares. También ocurrió con el DAS, donde Semana jugó un papel protagónico destapando todo el espionaje que se había armado allí, o en las investigaciones sobre la parapolítica, cómo los tentáculos del paramilitarismo se fueron tomando la política colombiana. En ese sentido, hacer periodismo de investigación en un país como Colombia, siempre conlleva unos riesgos muy profundos.

OP: ¿El problema en el caso de Tolemaida es con unos militares desviados, o es con el Ejército?
AS: En este caso me parece muy importante aclarar que cuando uno habla de las denuncias que hace la revista Semana sobre los militares, no está denunciando la institución, sino la corrupción dentro de la institución, que muchas veces son pequeñas mafias, pequeñas manzanas podridas que están ahí, y que tienen una patente de corso y están tratando de aprovechar su condición para cometer delitos.

OP: Semana puso el dedo en la llaga con lo de los soldados condenados, en lo que se llamó el Tolemaida Resort, pero nada se dice de los oficiales de alto rango condenados que también viven como en un club. Está el caso del coronel Alfonso Plazas Vega, que incluso trataron de llevarlo a una cárcel ordinaria, pero la cúpula militar lo impidió. ¿Ustedes han hecho alguna investigación al respecto?
AS: Evidentemente que cuando se tienen como 300.000 hombres hay todo tipo de personajes, desde el más valiente y el más honesto hasta el más corrupto y el más cobarde. En eso un medio de comunicación como Semana tiene la responsabilidad histórica y el deber ético de destapar las irregularidades dentro del Estado, llámese gobierno o llámese Fuerzas Militares. En este último caso lo que se presenta es una solidaridad de cuerpo que ha sido muy mal entendida, porque terminan tapando o reaccionando a las denuncias tapándose con una cobija y haciéndole daño a la institución, y no más bien permitiendo que se investigue hasta las últimas consecuencias, para encontrar a los responsables y sacarlos de la institución. Lo cual legitima a la institución, la fortalece, y manda un mensaje de transparencia hacia la sociedad.

OP: Volviendo al tema del Tolemaida Resort, lo que Semana ha dejado entrever es que a esos soldados los tienen en esas condiciones privilegiadas para que no ‘echen al agua’ a los oficiales que habrían dado las órdenes para que se cometieran los crímenes que los tienen a ellos purgando esas penas. ¿Es correcta mi apreciación?
AS: Nosotros tenemos información de que muchos de los soldados que están condenados a más de 30 años en la cárcel de Tolemaida, no han sido trasladados porque son protegidos por sus superiores. Y en eso gran parte del poder que tienen para no ser trasladados obedece a que hay coroneles y generales que no están interesados en que estas personas vayan a la cárcel. Eso va a terminar conociéndose, porque el comandante del Ejército dijo que va a acabar esa cárcel. De modo que si esas personas son trasladadas, como esperamos que suceda, tarde o temprano esos soldados detenidos van a terminar contando toda la verdad. Una verdad que el país merece conocer, en cuanto a saber hasta dónde llega esta cadena de complicidades.

OP: ¿Cómo se explica que en países como Argentina o Chile sí fue posible enjuiciar y condenar a militares por torturas y desapariciones, mientras que en Colombia, frente a un caso tan aberrante como el de los falsos positivos, lo que uno ve es que enredan la justicia para sacar a sus autores mediante la prescripción de términos?
AS: Investigar a los militares nunca ha sido fácil, y en Colombia, a pesar de las dificultades, se ha hecho muchísimo. Tenemos el caso emblemático del coronel Plazas Vega, que está preso y condenado, y que sigue estando en la picota pública. Al mismo tiempo vienen muchos generales y coroneles que están siendo investigados por los falsos positivos, y sumémosle a eso que hay ya más de 500 casos de condena a miembros de la Fuerza Pública por el mismo caso. Sin hablar de más de 2.500 investigados. Entonces uno puede criticar a la justicia y reconocer que es difícil investigar a los militares, pero se han dado unos pasos muy importantes al respecto, y en ese sentido lo que está sucediendo hoy en día frente a la justicia y la verdad de los militares, es muchísimo mejor de lo que sucedía hace 15 o 20 años.

OP: En Colombia se habla de la Mano Negra como de una logia secreta en la que al parecer confluyen militares, empresarios y políticos, todos identificados por sus pensamientos y acciones de ultraderecha. Carlos Castaño dio algunas pistas al respecto cuando en su libro Mi confesión habló del Grupo de los Seis. ¿Usted cree que existe la Mano Negra?
AS: La Mano Negra es todo y nada. La Mano Negra es un rótulo para atribuirle magnicidios y crímenes que nadie tiene la idea quién fue, hasta casos concretos que la justicia ha terminado demostrando que tienen vínculos con la extrema derecha legal o ilegal. La Mano Negra es una especie de concepto abstracto que sirve para todo. Pero es equivocado verla como un solo grupo alrededor de una chimenea conspirando. Yo creo que hay muchas manos negras. Y son manos negras que se activan y se desactivan según las coyunturas, y que tienen relaciones con instituciones legales, con grupos ilegales, mafias, narcos, políticos corruptos, etc., que por una u otra coincidencia se reúnen porque tienen intereses comunes, y reaccionan a cierto tipo de situaciones. Eso ha sucedido en diferentes momentos de la historia, por ejemplo cuando funcionarios del DAS han estado vinculados a varios de los magnicidios más importantes de este país: Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo… así que esa Mano Negra son muchas pequeñas manos negras, que no necesariamente tienen vasos comunicantes, y que en diferentes momentos históricos reaccionan violentamente frente a intentos de logran grandes cambios en Colombia, para defender un statu quo, y que termina favoreciéndolos.

OP: Pasemos a la coyuntura política: se da por un hecho el lanzamiento de la candidatura de Álvaro Uribe al Senado, y hay quienes creen que él encabezaría una lista para arrastrar a su gente, pero que no se posesionaría, en parte para no rebajar su dignidad de expresidente y en parte para evitar eventuales mellas a su fuero presidencial. ¿Usted qué opina de esta posibilidad?
AS: Es difícil especular sobre el futuro jurídico del expresidente Uribe. Lo que podría decir es que el proyecto político del uribismo depende inevitablemente de la figura de su gran caudillo, Álvaro Uribe. En ese sentido, veo inevitable que la vocación de poder del uribismo pase por una lista al Congreso, encabezada por su gran líder, para mantenerse vigente en la política. Si Uribe no se lanza encabezando una lista al Congreso, el uribismo puede desaparecer. ¿Por qué? Porque no hay un gran heredero del uribismo. Hay mucha simpatía popular, muchos sectores que se identifican con la causa uribista, muchos discípulos atomizados de todos los colores y sabores, pero ninguno del que pueda decirse que es su gran heredero. Por lo tanto, el único factor de cohesión de un proyecto político uribista es él mismo.

OP: ¿Usted cree, como le dijo Álvaro Leyva a Ola Política, que si se firma la paz el uribismo se desploma?
AS: Si se firma la paz, las voces guerreristas quedarían bastante golpeadas. Un país que firme la paz con las Farc y logre reintegrarlas a la vida civil, es escenario donde quienes ven como enemigo número uno de Colombia a las Farc, terminan perdiendo una de sus grandes banderas.

OP: Con el paso de los días, Francisco Santos se perfila como el más seguro candidato del uribismo a la presidencia. ¿Usted que es pariente y lo conoce desde siempre, sí le ve seriedad a esa candidatura?
AS: Depende de qué entendamos por seriedad. ¿Seriedad en su proyección electoral? ¿O en su favorabilidad e imagen ante la opinión? ¿O seriedad en su proyecto ideológico y político?

OP: Bueno, ¿cómo ve esas tres?
AS: Seriedad en su favorabilidad, la veo bien. Pacho Santos es un hombre carismático, espontáneo, que tiene llegada y sintonía popular. Es un hombre desabrochado, a quien su propia improvisación, sus contradicciones y su honestidad lo hacen una persona querida por la opinión. Seguridad en su futuro electoral, lo veo bastante incierto, sin ninguna remota posibilidad a la presidencia. Eso requiere una estructura política y una plataforma mucho más de fondo, que va mucho más allá de la simpatía personal y popular del candidato. Y seriedad en su proyecto ideológico y político, pues… muchísimo menos. En ese sentido creo que su proyecto ideológico es demasiado llevado a la derecha, radicalizado, muy marginal, efectista, sin muchas posibilidades de que cale en un país que, mal que bien, es sensato a la hora de tomar una decisión sobre quién nos va a gobernar.

OP: Si le ve favorabilidad, eso quiere decir que de pronto se daría la posibilidad de un enfrentamiento por la presidencia con su primo Juan Manuel. Usted que también es familiar de ellos, ¿cómo vería esa circunstancia?
AS: Yo no descarto que Francisco Santos se convierta en el candidato del uribismo, y no porque sea el hombre de los afectos de Uribe, sino porque Uribe siendo un pragmático de la política vea que inevitablemente le toca escogerlo a él, porque sea el que más salida electoral pueda tener. Hay una gente muy seria alrededor del uribismo, desde Óscar Iván Zuluaga hasta Martha Lucía Ramírez, hay mucho de dónde escoger, todos muy serios, pero ninguno con posibilidades reales de tener un futuro político presidencial.

OP: OP: Bueno, ¿y usted entre Francisco y su tío Juan Manuel por quién votaría?
AS: Yo, claramente, no votaría por Francisco. Él está demasiado a la derecha. El proyecto del presidente Santos me parece mucho más de centro, más progresista, que se identifica con los ideales liberales con los cuales yo me identifico.

OP: ¿Que un tío suyo sea presidente de Colombia, le ha presentado dificultades para ejercer como director de Semana? ¿Por ejemplo, en términos de credibilidad?
AS: La independencia no está en el vínculo familiar sino en las convicciones y en las decisiones que uno toma sobre la marcha. ¿O acaso Francisco y Juan Manuel por ser primos se quieren y son amigos? Todo lo contrario. Representan dos proyectos políticos antagónicos. En ese sentido, la credibilidad y la independencia de la revista Semana están en su propuesta periodística, en el coraje a la hora de asumir un periodismo de investigación, en su papel de contrapoder frente a los abusos del poder político. De modo que quien lee la revista, se da cuenta dónde está su independencia.

OP: Hubo un tiempo en que los liberales eran los progresistas, los conservadores los reaccionarios, y los de izquierda los que querían cambiar el sistema. Pero ahora vemos a un izquierdista como Samuel Moreno robándose a Bogotá, a un liberal como Uribe comandando a la extrema derecha, y a un conservador como Álvaro Leyva muy cercano las Farc. ¿Se borraron las fronteras entre los partidos? ¿Así, quién entiende a los políticos?
AS: Hace mucho tiempo que en Colombia las fronteras ideológicas desaparecieron. Aquí proyectos políticos coherentes y serios de mediano y largo plazo dejaron de existir hace un largo rato. Vemos desafortunadamente rótulos que lo único que agrupan maquinarias electorales previas a las elecciones. Tenemos un Partido de la U que se inventaron en el momento del paroxismo uribista para reunir un grupo de gente y armar un partido donde no hay ningún tipo de identidad ideológica, hay solo un pragmatismo político. El Partido Conservador ha limitado su ideario político al tema clientelista. Vemos a una izquierda canibalizada y antropofágica a la que sus propios odios la están carcomiendo, donde la estocada final fue lo que sucedió con los hermanos Moreno en la alcaldía de Bogotá. Y como si lo anterior fuera poco, el colofón de un movimiento de Progresistas que antes que proyectar a la izquierda en la alcaldía de Bogotá, lo que está mostrando es nuevamente su incapacidad para gobernar a Colombia. La verdad es que el país está cansado de las falsas promesas, está cansado de la corrupción, del clientelismo. Pocas veces como ahora hay tanto escepticismo frente a la política. Por eso es hoy cuando la política y las ideas políticas tienen la posibilidad de reinventarse a través de nuevas figuras. Este es el momento cuando nuevas figuras políticas tienen que comenzar a hablarle más claramente al país. Y no se ven.

OP: ¿Sería entonces el momento ideal para que en medio de la pelea entre Santos y Uribe se cuele un tercero a la presidencia?
AS: Es correcto. Hay una muy buena coyuntura para un movimiento organizado, que tenga un proyecto serio de país, pero que inevitablemente pase por una gran figura, de gran liderazgo.

OP: Ya para terminar, usted atrás se refirió al gran paroxismo que hubo en torno al gobierno de Álvaro Uribe. En su condición de director de una importante revista nacional, ¿cómo juzga usted esa veneración que casi todos los medios le profesaban a él, en contraposición con la actitud más crítica que ahora asumen en torno a su figura, después de que abandonó la presidencia? ¿En ese momento, no cree que hubo una especie de complicidad de los medios con Uribe?
AS: Colombia con Uribe vivió un caudillismo, y muchos medios lo vieron a él como un salvador, como el hombre que iba a cambiar el país. Y esa visión mesiánica me pareció peligrosísima para la democracia colombiana. Semana asumió siempre una posición crítica, y en eso siempre defendimos las instituciones. Una democracia se fortalece no por las habilidades de una persona sino mediante el fortalecimiento del capital social y de las instituciones. Por eso estuvimos en contra de la reelección, pero éramos una voz en el desierto. Porque había un enamoramiento del país, no sólo del pueblo sino de muchísimos medios de comunicación, que en su inmensa mayoría, yo diría que casi todos, estuvieron de acuerdo no solo en la primera sino en la segunda reelección. Hoy en día, muchos de esos periodistas deben sentirse avergonzados de haber apoyado la segunda reelección. 

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