lunes, 30 de septiembre de 2013

Ernesto Yamhure o la cara ‘limpia’ del uribismo





La reaparición de Ernesto Yamhure la semana pasada como invitado especial de José Obdulio Gaviria a la inauguración de la sede del Centro Democrático en Queens, Nueva York, ayudó a apreciar con más nitidez el verdadero talante del uribismo.

A Yamhure fácilmente se le puede definir como un ‘quintacolumnista’ del paramilitarismo en los medios, pues gozaba del privilegio de contar con sendas columnas en El Espectador y en Caracol Radio hasta que un artículo de Vladdo en Un Pasquín (De Castaño a oscuro) reveló en septiembre de 2011 que Carlos Castaño conocía de antemano las columnas de Yamhure y que el entonces jefe paramilitar tenía injerencia en su contenido.

Para la muestra, un botón: “inserte un párrafo donde alerta a las AUC sobre la importancia del cumplimiento de su palabra ante la opinión pública, de cumplir con el cese de hostilidades, que incluye abandonar definitivamente cualquier participación en actividades del narcotráfico, pues es lo que espera Estados Unidos”.

La revelación provocó que ese mismo día Caracol le suspendiera su columna, y antes de que El Espectador hiciera lo mismo presentó carta de renuncia, para luego desaparecerse del mapa con el rabo entre las piernas, ante tan vergonzoso hallazgo. No sabemos qué tipo de delito pueda tipificar tan estrecha relación entre un (ex)prestigioso periodista y un reconocido criminal, pero algún grado de culpa debió tener –o sentir- para que no hubiera asistido a ninguna de las siete citaciones que le hizo la Fiscalía y abandonara el país en condición de prófugo, en intrépida maniobra que luego habrían de imitarle Luis Carlos Restrepo y María del Pilar Hurtado.

Lo que ahora sorprende es el modo alevoso en que José Obdulio se hizo acompañar en Nueva York de este personaje cuando menos siniestro, justo en medio del escándalo por la aparición de una foto en apariencia comprometedora (de alguien muy parecido a él en compañía de Pablo Escobar), como si quisiera espetarles a sus contradictores el refrán según el cual “para mordedura de perro, pelos del mismo perro”.

Es una estrategia parecida a la que usó Álvaro Uribe en el documento ¿Por qué soy paramilitar?, que redactó para defenderse de la providencia emitida por el Tribunal Superior de Medellín, donde se detalla cómo el expresidente estuvo rodeado de tal cantidad de funcionarios y subalternos involucrados con grupos paramilitares, que era imposible que ignorara lo que ocurría a su alrededor. Dicho documento habría podido titularlo ¿Por qué no soy paramilitar?, pero prefirió manifestarlo como afirmación, en gesto provocador y a la vez cómplice, cual si se dirigiera a unas huestes etéreas para enviarles un mensaje cifrado de reafirmación a una causa, y en medio de una batalla que parece no haber terminado.

Tanto el impúdico evento en Queens como la foto referida fueron el detonante que llevó al precandidato Óscar Iván Zuluaga a pedirle a José Obdulio que “en un acto de grandeza, retire su nombre de la lista al Senado del Centro Democrático”.

Zuluaga debió sentirse impelido por un llamado de la decencia (y de su conciencia) cuando se apartó de la disciplina para perros impuesta por el expresidente Uribe, pero su error de cálculo –que lo desgració para siempre ante su jefe- estuvo en creer que este y Gaviria son personas de diferente ‘prontuario’ y calidad moral, cuando la realidad parece demostrar que están unívocamente casados en el mismo proyecto, como también lo estaría con su exdirector del DAS, Jorge Noguera, condenado a 25 años por homicidio y apoyo a grupos paramilitares, pero de quien no se cansa de repetir: “qué dolor que purgue esa injusta condena.”

Súmenle a lo anterior una esclarecedora columna de Juan Diego Restrepo en Semana.com, que se refiere a “cuando José Obdulio fungía como amo y señor de las ideas del entonces presidente Uribe”. Restrepo relata cómo el 28 de agosto de 2007 fue abordado en Medellín por alias ‘Elemento’, exmiembro de la Oficina de Envigado y muy cercano a ‘Don Berna’, quien le contó que José Obdulio Gaviria asesoró a los jefes de los bloques paramilitares en su proceso de desmovilización: “en forma clandestina un día a las once de la noche lo entramos por el parqueadero, lo subimos, y él era el que decía cómo se hacían las cosas”.

Y hablando de ‘Don Berna’, El Espectador de este domingo 29 trae la más completa y reveladora declaración que hasta ahora un excomandante de las AUC le haya hecho a la justicia, donde en uno de sus apartes refiere: "Luis Carlos Restrepo lo dijo muy claro: ‘la continuidad de este proceso depende de la reelección del presidente Uribe, por eso hay que apoyarlo’. Y esa insinuación o esa orden, como se quiera entender, la acatamos en su totalidad”.

Ninguna extrañeza debe causar entonces que el mismo día en que José Obdulio Gaviria declinó la sensata invitación de Óscar Iván Zuluaga a renunciar a su aspiración al Senado, resucitó a su lado a Ernesto Yamhure, de quien Néstor Morales dijo en Blu Radio que “en El Espectador estuvieron engañados, pues no sabían que era paramilitar”.

¿Cuál puede ser el verdadero significado de la reincorporación de Yamhure al proyecto uribista, a sabiendas de su probada participación activa como ideólogo de las AUC? Uno puede ser que le están pagando sus servicios a la causa en su rol de ‘quintacolumnista’, y otro que requieren de su artillería verbal para enfrentar el fragor de la contienda electoral, así sea desde el exterior, pues todavía no tiene el coraje de regresar a Colombia y dar la cara (por cierto, ahora muy parecida a la de su exjefe Castaño).

La mejor conclusión que se saca de todo esto es que el uribismo se está volviendo cada vez más ‘descarado’, al darse cuenta quizá de la inutilidad de creer que, pese a haber estado tanto tiempo inmersos en la piscina del paramilitarismo, podían convencer al país de que habían salido de ella sin mojarse. De modo que ahora la consigna es otra: “ya que estamos encochinados hasta el tuétano, reivindiquemos como limpia la cochinada”.


@Jorgomezpinilla 

domingo, 22 de septiembre de 2013

¿Es José Obdulio, sí o no, el de la foto?



Una de las más arriesgadas apuestas de Álvaro Uribe en su ya larga carrera política fue haber incluido a José Obdulio Gaviria en el puesto 9 de la lista del Centro Democrático para el Senado. De entrada hay que decir que estamos ante un tipo brillante, dueño de una inteligencia incisiva y dialéctica, ideólogo de la derecha e inspirador de la política de Seguridad Democrática, quien tiene con Uribe una amistad entrañable, de más de 30 años. Suficientes méritos, por tanto, para estar ahí.

Ahora bien, ocurre que Gaviria viene con rabo de paja, y no necesariamente por su parentesco con Pablo Escobar, sino por su aparente cercanía con este. Y fue precisamente de esa proximidad de donde se agarró el expresidente Andrés Pastrana para decir que “José Obdulio en el Senado es una vergüenza y un premio al narcotráfico”, mientras que Semana.com reseñó este fragmento del libro Mi hermano Pablo, de Roberto Escobar, reproducido por @VLADDO del texto original: "Él (José Obdulio) solía visitarnos en la Catedral y Pablo le regalaba 10 o 15 millones de pesos para sus gastos personales y políticos en Medellín".

El combate en la arena del Twitter el pasado viernes 20 fue entre pesos pesados: Uribe defendió a su asesor con inusitada altura intelectual (“El compromiso del demócrata no se debe ofender con la imputación de crímenes por lazos de sangre”), pero José Obdulio prefirió ir directo al contraataque: "Pastrana fue el responsable del fraude de Dragacol. Yo soy responsable de tener un primo con el que no tuve tratos. ¿Entonces?”

En el momento más acalorado de la contienda intervino el hermano de Andrés, Juan Carlos, quien metiéndose al ring lanzó un uppercut al mentón, que algunos vieron como el as bajo la manga que se tenían guardado los hermanos Pastrana: una foto en la que Pablo Escobar tiene sentados a la derecha a su esposa Victoria Henao y su cuñado Mario, y a la izquierda al también reconocido narcotraficante Carlos Lehder, a quien meses después el propio Escobar delató para darle ese trofeo a la Policía y así aliviar la persecución contra él. (Ver foto arriba).

Detrás de ellos y rodeado de personas sin identificar, se ve al que presumiblemente sería José Obdulio Gaviria, un hombre de pelo negro de unos 35 años, gafas de lentes marrón y calva incipiente, haciendo con sus labios un gesto hasta cierto punto característico del primo de Escobar. (Ver foto abajo). 


No fue ese viernes sino al día siguiente cuando @JOSEOBDULIO respondió, con estas palabras: “#bellaquería Usted, @jcpastrana, sabe bien q no hay fotos mías con bandidos y q ese no soy yo. ¡Grandísimo bellaco!” Razón de sobra para estar tan indignado si no lo es, pero la mejor manera de salir de dudas sería probar que ese es otro, lo cual no debe ser difícil si aparece o se logra identificar al que sí es.

La importancia política de la imagen radica en que, si efectivamente fuera el asesor de Uribe, le quedaría imposible no saber a qué se dedicaban su primo Pablo y el amigo de este a la mesa, de modo tal que se iría a la lona su versión según la cual se trataba de “un primo con el que no tuve tratos”. Mientras se resuelve la incertidumbre, solo se puede anotar que el hecho de que esa persona tan parecida a José Obdulio Gaviria esté justo detrás de Escobar, como cuidándole la espalda, habla de la cercanía que habría entre ambos.

De otro lado, así fuera él y no hubiera nada censurable en su presencia allí (y menos para llegar a lo penal), lo que está en discusión es la conveniencia que para el uribismo pudiera tener el incluir en su lista al Senado a alguien que solo en razón de su parentesco pudo haber tenido algún tipo de tratos con Pablo Escobar, el asesino y narcotraficante de más nefasta recordación en la historia de Colombia. En otras palabras, con semejante actuación el Puro Centro Democrático entra a la lisa habiendo perdido parte de su ‘pureza’.

La terrible paradoja se da entonces en que el político hace unos meses elegido por el canal History Channel como El Gran Colombiano, ha cometido la imprudencia de incluir en un lugar elegible de su lista al Senado a un hombre sobre el cual se proyectan sombras, tanto por su parentesco como por su proximidad –así fuera solo física- con quien fácilmente puede ser señalado, nominado, designado y elegido como La Gran Vergüenza Nacional.

No somos adivinos para predecir qué consecuencias podrá acarrearle a Álvaro Uribe una decisión tan políticamente incorrecta, pero una primera impresión de analista despistado daría para pensar en una merma considerable en su votación, a un punto en que quizá no le alcanzara ni para elegir al noveno de la lista.

Lo único cierto es que el expresidente Uribe desatendió hasta los consejos de su abogado Jaime Granados y premió a Gaviria con ese lugar, según se dice en atención a que ha sido uno de sus más leales escuderos.

Sea como fuere, en la búsqueda de la interpretación que más se ajuste a la verdad no podemos rematar esta columna sin traer a colación un artículo de Olapolitica.com (Poder es poder) donde casi de refilón se menciona que José Obdulio “también se las conoce a su jefe, y eso lo hace indispensable e insustituible”. Pero ello implicaría entrar en honduras o hablar de supuestas complicidades, que también pudieran considerarse políticamente incorrectas, por lo que es mejor –por  ahora- dejar las cosas de ese tamaño.

Twitter: @Jorgomezpinilla


lunes, 16 de septiembre de 2013

¿Es Uribe un peligro para la sociedad?





En días pasados el procurador Alejandro Ordóñez puso el grito en las nubes cuando dijo que “como vamos, Uribe irá a la cárcel y ‘Timochenko’ al Congreso”. La piedra de su escándalo radica en que él cree con fe ciega que el expresidente se merece el cielo y el máximo comandante de las Farc el infierno, pero, tal como van las cosas, uno y otro terminarían en viceversa ubicación. Y eso, por lo visto, a Ordóñez le parece inaudito.

Ahora bien, ¿qué pasaría si en la práctica resultara que tanto Uribe como ‘Timochenko’ tuvieran su respectiva cuota de responsabilidad penal y, por tanto, cada uno por su lado mereciera ir a la cárcel? Mejor dicho, ¿qué tal si para ambos estuviera reservado el infierno?

En este contexto no se puede pasar por alto el más importante documento acusatorio que hasta ahora se ha presentado contra Álvaro Uribe Vélez por sus vínculos con el paramilitarismo, como es la providencia emitida el pasado 6 de septiembre por la Sala de Conocimiento de Justicia y Paz del Tribunal Superior de Medellín, en cabeza del magistrado Rubén Darío Pinilla Cogollo.

Dicha providencia detalla en orden cronológico cómo en el curso de diez años Uribe estuvo rodeado de tal cantidad de funcionarios y subalternos involucrados hasta el cuello con los grupos armados de extrema derecha, que era imposible que ignorara lo que estaba sucediendo a su alrededor. En otras palabras, que “no es posible estar dentro de una piscina y no mojarse”, como reza la cita providencia.

Tan seria y contundente es la acusación, que al día siguiente Uribe anunció para el lunes 9 una respuesta a la pregunta “¿por qué soy paramilitar?”, mediante hábil campaña de expectativa que enfocó sobre él todos los reflectores y culminó con la presentación de un documento (TwitLonger) donde se defendió de los nuevos señalamientos en siete puntos, a saber:

1.       Pedro Juan Moreno
2.       Las Convivir
3.       General Rito Alejo del Río
4.       Comuna 13 de Medellín
5.       Negociación con paramilitares en Ralito
6.       Masacre del Aro
7.       General Santoyo, Jorge Noguera, María del Pilar Hurtado

Con su defensa Uribe pretendió demostrar, básicamente, que sí es posible nadar en una piscina y no mojarse.

Casi coincidente con lo anterior, al día siguiente la Corte Suprema de Justicia dictó orden de detención contra el expresidente del Senado, Luis Alfredo Ramos, y unos días después contra Óscar Arboleda, por los mismos hechos que involucran además a Óscar Suárez Mira: por vínculos con paramilitares. Es llamativo el caso de Ramos porque parecía predestinado a ser el candidato a la presidencia por el Centro Democrático, y porque la sentencia de la Corte fue contundente al advertir –como justificación de su captura- que “es un peligro para la sociedad”.

Y es aquí cuando un viento helado sube por el espinazo de solo pensar que todas, o varias, o al menos una sola de las numerosas acusaciones que se le hacen a Álvaro Uribe fuera cierta, pues ello se traduciría en que durante ocho años la Presidencia de Colombia estuvo en manos de “un peligro para la sociedad”. Uribe en su documento para Twitter se defiende de quienes lo acusan de haber causado el accidente en el que perdió la vida su examigo Pedro Juan Moreno (vinculado por decenas de testimonios al paramilitarismo), pero no menciona a Francisco Villalba, el testigo estrella en su contra por la masacre del Aro, condenado a 33 años y dejado en libertad condicional para que unos días después –el 23 de abril de 2009- fuera asesinado en su casa, frente a su esposa y su hija de cuatro años. Y Uribe al respecto se pregunta: “No entiendo qué prueba tienen”. Porque claro, para su alivio, la prueba ya está muerta.
 
También está muerto John Fredy González Isaza, paramilitar desmovilizado del bloque Metro, quien contó que en la hacienda Guacharacas, de propiedad de la familia de Uribe, operaba una  Convivir que cometía masacres en los tiempos en que él era gobernador de Antioquia. González fue asesinado en la cárcel en 2011.

Si de peligros se trata, imposible omitir el que representó para el exalcalde de El Roble, Eudaldo Díaz, haber asistido al consejo comunal donde le dijo al presidente que “a mí me van a matar”, señalando al entonces gobernador de Sucre, Salvador Arana; y en efecto Arana lo mandó matar (como lo demostró la justicia), mientras que Uribe protegió al asesino, enviándolo de cónsul a Chile. Y salta también a la memoria el nombre del académico y humanista Alfredo Correa de Andreis, asesinado el 17 de septiembre de 2004 por orden del entonces director del DAS, Jorge Noguera, en un crimen por el cual fue castigado a 25 años de cárcel, y de quien Uribe dijo en el citado TwitLonger: “Qué dolor que purgue esa injusta condena”.
 
Qué dolor, por cierto, el que representó para las madres de los casi 3.000 jóvenes asesinados en forma sistemática por (o desde) diferentes brigadas del Ejército para presentarlos como bajas causadas a la guerrilla, a lo que se le dio el eufemístico nombre de ‘falsos positivos’ para invisibilizar su carácter de delitos de lesa humanidad, y a cuyas víctimas Uribe se refirió diciendo que “fueron dados de baja en combate, no fueron a recoger café”, mientras que a los victimarios los sigue considerando “perseguidos por la Fiscalía” y “héroes de la Patria”.

En la sentencia del Tribunal Superior de Medellín que con tanto detalle acusa a Álvaro Uribe, al comienzo de cada párrafo se hace énfasis en que él estuvo “detrás de” los sucesos allí relacionados con el afianzamiento del paramilitarismo en todas las esferas de la vida nacional. Es cierto que ya no está en condiciones de hacerse elegir de nuevo Presidente de Colombia, pero conviene de todos modos preguntarse si al estar “detrás de” su proyecto de extrema derecha para impedir la reconciliación de los colombianos, no pudiera seguir representando un serio peligro para la sociedad…

@Jorgomezpinilla


domingo, 8 de septiembre de 2013

Toño for President



En días pasados Semana.com publicó un artículo donde analizó las posibilidades que tiene Antonio Navarro (¿El gallo contra la reelección?) de disputar la Presidencia de Colombia. De ahí me quedó claro que sí las tiene, pero encontré unas opiniones de sesudos ‘analistas’ que me incitaron a retomar el tema de mi columna anterior.

Comencemos por el politólogo Fernando Giraldo, quien asegura que Navarro le apuesta al voto de opinión y no tiene maquinaria política, “lo cual le reduce posibilidades reales de aspirar a superar la primera vuelta”. Esta afirmación encierra un contrasentido, pues si se considera que los votos de maquinaria son amarrados a conveniencias o amiguismos, mientras que los de opinión son verdaderamente libres, se debería concluir que es imposible acceder al poder sin recurrir a las maquinarias o al clientelismo, en cuyo caso ‘apague y vámonos’.

Es cierto que el voto de opinión solo opera en las ciudades capitales, pero son precisamente esas ciudades los que ponen las mayores votaciones. Así que con ese razonamiento sería imposible explicar triunfos como el de Antanas Mockus en Bogotá (dos por falta de uno) o el del mismo Navarro en la gobernación de Nariño, pues cada uno en su momento fue elegido a pesar de –o contra- las maquinarias de los otros candidatos.


Precisamente la fortaleza de Navarro Wolff está en el voto de opinión, con una favorabilidad del 50 por ciento según la última encuesta de Gallup, lo cual se traduce en que ya tiene opción matemática de ser elegido Presidente de Colombia. Ese es su capital político, digamos, el ‘case’ del que dispone al empezar la partida.

En el artículo de Semana interviene también el analista Pedro Medellín, quien asegura que si compitiera en una consulta con Enrique Peñalosa, el líder de Progresistas no tendría “la fuerza electoral” para ganarle, debido a que “Navarro goza de opinión favorable, pero eso no se traduce en votos”.

Medellín siempre ha sido un tipo inteligente y lúcido, pero esta vez pareciera que está pensando con el deseo (o sea, con su propia apuesta electoral) pues lo obvio en política es que quien goza de opinión favorable obtiene más votos. Este pensar con el deseo se hace evidente cuando a continuación reconoce que Navarro es “el dirigente de izquierda mejor preparado”, pero dentro de un espectro donde “es el tuerto en tierra de ciegos”. Como quien dice, palo porque bogas y palo porque no bogas. De nada le sirve ser el dirigente de izquierda mejor preparado, el político con mayor favorabilidad entre la opinión pública y el que menos resistencia genera en aras de unir fuerzas: Navarro no puede ser, y punto. Y además Medellín recurre a un símil si se quiere ofensivo y discriminatorio, no sólo con Navarro sino con todo lo que él representa como opción política.

Lo que los respectivos análisis de Giraldo y Medellín no tienen en cuenta es que los colombianos reclaman un verdadero cambio, porque han ido tomando conciencia de quiénes son los verdaderos culpables de la crisis. Aquí el dedo acusador señala por igual a Juan Manuel Santos, Álvaro Uribe y las fuerzas políticas que rodean a uno u otro, llámense liberales, conservadores o de la U (para solo mencionar los tres partidos mayoritarios) porque todos ellos representan lo que la gente ya identifica con mayor claridad como el modelo neoliberal. Y, duélale a quien le duela, es Antonio Navarro quien mejor puede recoger y canalizar políticamente esa semilla germinada de la indignación.

Porque, si no es Navarro, ¿quién? Aquí no se puede pensar en figuras de centro, también ligadas al modelo neoliberal, sino en un proyecto consolidado de izquierda, porque es la que plantea la única solución posible: cambiar el modelo económico, renegociar los tratados de libre comercio, proteger la economía nacional de los atropellos de los poderosas multinacionales que vienen actuando en alianza global con los gobiernos de las grandes potencias.

En este espectro ‘alternativo’ solo otros dos nombres brillan con luz propia, el de Jorge Robledo por el diezmado Polo Democrático y el de Iván Cepeda por la estigmatizada Marcha Patriótica, pero su mayor debilidad a la hora del té es que generan resistencia o polarizan dentro de la misma izquierda, mientras que Navarro tendría mayor asenso (antónimo de disenso) entre los sectores en disputa, en busca de fraguar una unidad lo más numerosa posible, que incluso pudiera brindar acogida a los grupos representados por Robledo y Cepeda.

Y sin descartar a Enrique Peñalosa, a quien por su cercanía con Uribe –y por su tamaño- no deja de vérsele entre la izquierda como moscardón en leche. Pero bueno, una cualidad que este comparte con Gustavo Petro es que ambos son políticos bien intencionados, que creen que están obrando de buena fe, así un ego sobrevalorado los haga trastabillar con más frecuencia de la que ellos mismos quisieran.


Nadie lo ha dicho hasta ahora, y quizá suene políticamente incorrecto, pero a Antonio Navarro podría vérsele como el Pepe Mujica colombiano, en cuyo caso podría empezar a hablarse de Toño Navarro, si además se les quisiera emparentar por sus hipocorísticos.  Sea como fuere, el triunfo del ex tupamaro Mujica en Uruguay y una eventual Presidencia del excomandante ‘Toño’ Navarro en Colombia serían la confirmación de que los planteamientos de la guerrilla eran los acertados, pero estaban equivocados en el método, hasta que rectificaron.

Así las cosas, si la izquierda colombiana logra un día liberarse de la antropofagia que siempre la ha caracterizado; si la guerrilla que conversa en La Habana por fin se convence de dejar las armas y coger las urnas; si los campesinos y en general los inconformes de todas las regiones encuentran una opción política sólida en la cual depositar sus esperanzas de cambio, podremos conformar y concitar la mayoría electoral que se requiere para imponer una revolución democrática.

Twitter: @Jorgomezpinilla

lunes, 2 de septiembre de 2013

Si no es Navarro, ¿quién?


El momento político que vive Colombia se define por la toma de conciencia nacional en torno a quiénes son los verdaderos culpables de la crisis que vive el país.

Las expresiones masivas de solidaridad con el campesinado son el punto de partida de un nuevo rebrote de inconformidad general, cuyo antecedente más cercano es el tsunami de indignación que se despertó con la aprobación de la reforma a la justicia. Y dos años atrás con la Ola Verde, cuando, si no hubiera sido por las inconsistencias y debilidades que presentó Antanas Mockus para asumir el liderazgo de ese movimiento, el presidente de Colombia no habría sido el actual sino esa persona que entre los verdes sí hubiera tenido la coherencia ideológica y la fortaleza conceptual que le faltaron a Mockus.

Es un hecho indubitable que Juan Manuel Santos le arrebató a Álvaro Uribe el solio de Bolívar gracias a que prometió seguir fielmente sus orientaciones. En lo político lo traicionó al tomar su propio rumbo, es cierto (búsqueda de la paz, reconocimiento del conflicto, acercamiento a los países vecinos, leyes de víctimas y restitución de tierras, etc.), pero en lo militar y en lo económico se ha ajustado a los cánones del establecimiento, así Uribe diga que ha decaído la seguridad, porque tiene que agarrarse de algo para justificar su desesperación por la pérdida del poder.

Hoy Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe son enemigos, al punto en que uno podría desde la sombra filtrar cosas del otro que lo lleven ante la justicia, o el otro tumbar al uno mediante acciones desestabilizadoras –también desde la sombra-, pero no son enemigos de clase.

Uno es el atravesado, el que creció dándose ‘chumbimba’ con la guerrilla o armando planes (¿y grupos?) para vengar la muerte de su padre; y otro el bien educado, el que con finas maneras bogotanas logró hacerse al premio mayor de la lotería uribista, contra la voluntad de su original poseedor. Ahora bien, en lo económico existe plena coincidencia entre ambos, como practicantes de un modelo neoliberal que los llevó a abrir el país de piernas a las potencias y demás naciones que nos han impuesto unos acuerdos de libre comercio desastrosos para la agricultura criolla.

No sabemos si con el paso del tiempo el malestar social hoy imperante se pueda desbordar, por ejemplo hacia expresiones de insurrección, pero la pregunta del millón es cómo hacer para que toda esa semilla germinada de la indignación popular pueda manifestarse en lo electoral, en cuyo caso se estaría hablando de imponer una salida revolucionaria, verdaderamente liberadora y transformadora, si bien democrática, o sea por la vía de las urnas, no de las armas.

Pensemos tan solo en la próxima elección presidencial, y permítasenos hacer un ejercicio de futurología, pero sustentado en circunstancias reales:

Parodiando a Alfonso López Michelsen, si no es Juan Manuel Santos ni el candidato de Uribe, ¿quién? Si el presidente llegara al convencimiento de que pretender la reelección es empresa fallida, su fórmula de repuesto sería Germán Vargas Lleras. El problema es que a continuación el florero de la Unidad Nacional quedaría ‘en átomos volando’: los conservadores correrían temerosos y pusilánimes a cobijarse bajo el manto protector de Uribe, entre los liberales comenzaría la puja por la candidatura a la Presidencia, y los de la U y Cambio Radical se pondrían a las órdenes de Vargas Lleras, mientras que los verdes… en fin.

Este sería el peor de los mundos posibles para Santos, y de contera el más propicio para Uribe, por aquello del “divide y vencerás”.

Sea como fuere, supongamos que después de limar resquemores y desconfianzas mutuas las partes en La Habana logran por fin suscribir un acuerdo de paz, y esto genera un clima de optimismo que le permite a Santos anunciar, ya sin ambigüedades, su interés de hacerse reelegir. En este escenario se vería enfrentado a uno de dos, su primo ‘Pacho’ u Óscar Iván Zuluaga, pues Luis Alfredo Ramos se fue a la cárcel y Carlos Holmes Trujillo es un simple figurón.

¿A quién más podríamos ubicar en la palestra, a sabiendas de que los conservadores terminarán inclinando sus afectos de nuevo hacia Uribe? ¿A la candidata del Polo Democrático, Clara López? Pues sí, pero, ¿representa ella algún peso decisivo en la actual correlación de fuerzas?


Es aquí donde la recién anunciada alianza entre Antonio Navarro por los Progresistas, el exalcalde Alonso Salazar por el movimiento Compromiso Ciudadano y la dirección del Partido Verde casi en pleno, se traduce en la práctica -así de labios para afuera lo nieguen- en un primer acercamiento entre Gustavo Petro y Enrique Peñalosa, con consecuencias insospechadas… Y es que, si están sentados en la mesa de la paz enemigos a muerte como Juan Manuel Santos y alias ‘Timochenko’, ¿por qué no podría lograrse un entendimiento entre alcalde y exalcalde, en beneficio no solo de Bogotá sino de sus respectivos proyectos políticos?

En el documento compromisario “las tres fuerzas políticas afirman su voluntad de integrarse en una sola agrupación política, que sea alternativa de poder con programa de gobierno y candidatos propios a la Presidencia y al Congreso de la República en las elecciones de 2014”.  Peñalosa ya dijo que se le mide a una consulta con Navarro, y este prefirió no referirse al tema porque “ni siquiera nos hemos sentado a tomar un tinto”, pero es obvio que las puertas del diálogo están abiertas.

Así que, ¿qué faltaría por hacer? ¡Pues la consulta! Y esta tendría que ser en las elecciones de marzo de 2014, en coincidencia con la consulta del Centro Democrático para elegir al candidato del uribismo. Es en este escenario donde mejor puede ir tomando fuerza una tercería como opción ‘antisistema’, de la que curiosamente quedaría excluido el Polo, en consideración al portazo que les dio en las narices a los otros grupos minoritarios que quisieron unirse para enfrentar airosos el umbral del 3 por ciento.

Bajo el entendido de que la alianza se dio entre tres, y que en consecuencia sería un trío el que competiría en la consulta de los alternativos, faltaría conocer el candidato de Compromiso Ciudadano, quien no puede ser Alonso Salazar porque un precavido Procurador General se encargó de fracturarle ambas piernas, en castigo divino por querer brindarles apoyo institucional a las mujeres que se vieran obligadas a practicarse un aborto terapéutico, cuando fue alcalde de Medellín.

Como Sergio Fajardo tampoco puede postularse, se podría pensar que ante la ausencia de otro líder visible en esa franja, Salazar entraría a apoyar a Navarro, a quien por cierto también le dañaron el caminado. Si a esto le sumamos que a Peñalosa se le identifica más cercano a Uribe que como opción real de cambio, todo daría para concluir que una eventual consulta abierta de estos sectores de centro e izquierda le sería altamente favorable a la aspiración presidencial (si es que la tiene) del exministro de Salud, exgobernador de Nariño y excomandante del M-19, Antonio Navarro Wolff.

Regresando a la pregunta del millón, faltaría por dilucidar si esa semilla de la indignación popular pudiera ser políticamente canalizada por las fuerzas que comandaría Navarro, como en su momento lo estuvieron en cabeza de Antanas Mockus. Pero eso será tema de otra columna, pues esta se nos iba alargando más que una semana con “ese tal paro nacional agrario”.