martes, 29 de abril de 2014

Hay una fiera herida




En días recientes la FM de RCN publicó una noticia que deja ver un malestar subterráneo –aunque de profundidad desconocida- dentro de las Fuerzas Armadas, en apariencia originado en la declaración del presidente Juan Manuel Santos según la cual si se le presentara la oportunidad de matar a Timochenko “lo pensaría dos veces”.

La información habla de un mensaje de WhatsApp que habría sido enviado y compartido entre la oficialidad del Ejército y la Policía Nacional, que dice así: “Para todos nuestros familiares y amigos, por favor no elijan otra vez a Santos. Ustedes saben bien todas las promesas que nos ha hecho y entregó el país a las Farc. A la pregunta de Vicky Dávila sobre ¿si encuentra a Timochenko lo daría de baja?, el presidente respondió que lo pensaría dos veces. Señor presidente: ¿acaso la tortura y posterior asesinato de todos los hombres, militares y policías en Putumayo y Cauca, no son razón suficiente para romper los supuestos diálogos de paz? ¿O acaso estos héroes de la Patria solamente les importan a sus padres, viudas y huérfanos? Este gobierno no valora suficientemente los sacrificios que tienen que hacer estos hombres que trabajan las 24 horas del día y solo ven a sus familias dos veces al año. Todos a apoyar al Centro Democrático. Páselo a todos sus contactos”.

Busqué en Internet y la información que encontré fue casi nula, incluso la que suministra La FM, pues esta se limita a divulgar una sola y desabrida respuesta del comandante de las Fuerzas Militares, general Juan Pablo Rodríguez, donde no desmiente que ese mensaje se haya transmitido entre las filas, en ninguna parte habla del acatamiento que le debe a su superior inmediato el presidente de la República, se refiere en términos vagos al “compromiso institucional en el cumplimiento de la misión”, y remata con que “seguiremos desarrollando nuestro plan, que es nuestro norte”.

No hace falta leer entre líneas para concluir que tanto en el WhatsApp como en la declaración del general Rodríguez se percibe un malestar represado, en parte comprensible por los sucesos que se desencadenaron a raíz del descubrimiento de la sala Andrómeda de Inteligencia Militar (desde donde al parecer ‘chuzaban’ a los negociadores de La Habana), sumado al escándalo por los actos de corrupción del coronel Robinson González que provocaron la salida del entonces comandante de las FF MM, general Leonardo Barrero, y de otros cinco generales. Esto sin mencionar los mal llamados ‘falsos positivos’, algo que como hilo conductor involucra tanto al coronel mencionado como al gobierno de Álvaro Uribe, quien no deja de insistir en que sus autores son “héroes de la patria” y “perseguidos por la Fiscalía”.

Ahora bien, ¿quién sería en lo político el más directo favorecido de esta situación de malestar represado? La respuesta es de Perogrullo. Podría parecer que se quiere hilar delgado, pero no deja de ser coincidente que a la par que el recién defenestrado general Barrero adhiere a la campaña de Óscar Iván Zuluaga y se hace acompañar del muy beligerante general Harold Bedoya, entre la oficialidad del Ejército y la Policía circula un mensaje (que el comandante de las FFMM no desmiente, a modo de velada advertencia) donde después de despotricar contra el presidente Santos se invita a “Todos a apoyar el Centro Democrático”, cuyo candidato es Zuluaga.

Lo que en últimas está de por medio –y atravesado, para el sector más radical del Ejército- es el proceso de paz. Es obvio que si midiéramos en una balanza hacia dónde se inclinan los afectos de las Fuerzas Militares, si a favor de la paz o de las posiciones rabiosamente contrarias que pregona Álvaro Uribe, este no solo llevaría las de ganar sino que en la práctica las va llevando, como lo demuestra por ejemplo la entrega clandestina de las coordenadas secretas, que divulgó en Twitter, del lugar donde serían recogidos unos guerrilleros para llevarlos a Cuba.

Esto indica a las claras que el presidente Santos se mueve en un terreno de arenas movedizas, donde es el Comandante en Jefe de unas fuerzas que le deben obediencia por simple cadena institucional de mando, pero la lealtad parece estar en el otro lado de la balanza, el de su mayor ‘enemiguis’.

Un hecho incontrovertible es que si se consolidara la paz, el Ejército obligatoriamente tendría que reducir su tamaño, pues el actual creció en la proporción requerida para enfrentar el conflicto armado. Pero eliminado este quedaría mucha gente y dependencias sobrando, y habría entonces una notable reducción (además) en el gasto militar. Solo que no es estratégico decirlo o reconocerlo, y es por ello que el presidente se esfuerza en hacerles creer lo contrario.

El problema es que no le creen, por una sencilla y también incontrovertible razón: porque la paz para el Ejército no es buen negocio ni en lo militar, ni en lo político ni en lo económico. En lo militar, lo sienten como una derrota; en lo político, como una abdicación del Estado frente al terrorismo; y en lo económico… (bueno, aquí todo lo que diga puede ser usado en mi contra). Por eso prefieren creerle al expresidente Uribe, en quien han puesto sus más ‘secretas’ complacencias.

MORALEJA Y CONCLUSIÓN: Las negociaciones de paz habría que adelantarlas también con esa extrema derecha representada por Álvaro Uribe, en su condición de Comandante en Jefe de todo lo que hay detrás suyo. Son cada día más frecuentes los sucesos que advierten sobre la presencia agazapada de una fiera herida que, mientras no se apacigüe su dolor, en cualquier momento puede dar el zarpazo.

martes, 22 de abril de 2014

El Gabo que conocí y la crisis de la desmesura





Una de las cosas más extraordinarias que ocurrieron en mi vida como periodista fue haber conocido personalmente a Gabriel García Márquez y conversado con él, así el desenlace no hubiera sido el esperado. Es una historia que ya conté años atrás, pero la muerte de quien sin duda fue mi más grande maestro convierte hoy en obligación el relato de aquel suceso.

Todo comenzó a mediados de septiembre de 1977, en la sala de redacción de la revista Alternativa en Bogotá, durante los días previos a la firma del tratado para la devolución del Canal de Panamá. Yo era estudiante de Comunicación Social de último semestre de la universidad Jorge Tadeo Lozano y fui convocado por Enrique Santos Calderón, en cuyas manos cayó un ejemplar de Taller, periódico de prácticas académicas dirigido por Jairo Aníbal Niño, quien acababa de ganar el Premio Enka de Literatura Infantil con su novela Zoro. Santos leyó un reportaje mío titulado El vía crucis de Barrancabermeja y, para resumir, comencé a trabajar al día siguiente.

Tres semanas después, una tarde de octubre vi cómo el escritor vivo a quien más admiraba descendía de un vehículo rojo que había puesto a su disposición la embajada de Cuba y avanzaba hacia mí sin contemplaciones, y al momento de juntar su mano con la mía exclamaba:

- ¡Qué cantidad de gente joven en esta revista!

El escritor siguió apareciendo de cuando en cuando por la redacción de Alternativa, solo o con Mercedes, y se quedaba revisando artículos de los redactores o bebiendo ron hasta altas horas de la noche con Enrique, Antonio Caballero, Jorge Restrepo y otros, para no alargar el séquito. Uno de esos días saqué arrestos de la timidez que siempre tuve, decidido a no dejar escapar esa primera oportunidad sobre la Tierra. Fue así que le pedí una entrevista para el Taller de la Tadeo, y le entregué un ejemplar cuya portada estaba dedicada precisamente a la devolución del Canal, por su importancia histórica.

Gabo (perdonarán la confianza, pero así le decíamos) venía de pasar una experiencia amarga con la revista El Manifiesto, porque ésta en un arrebato de originalidad le había publicado una extensa conversación al pie de la letra, sin edición alguna, de modo que parecía que al personaje se le había olvidado expresarse en forma coherente. Pero eso no fue óbice para que me pidiera un cuestionario, el cual, según dijo, habría de contestar cuando tuviera tiempo.

Juro que vi rodar una lágrima por las mejillas del ‘profe’ Jairo Aníbal cuando le di la noticia de la entrevista con el más grande. En medio de la euforia, los alumnos que integrábamos la especialidad de Prensa quedamos con la tarea de traer para el día siguiente un mínimo de diez preguntas cada uno. Algunos se excedieron, de modo que un primer intento rondó las cien, pero luego de un ingente esfuerzo de síntesis quedó reducido a 37, muy inferior a la mitad menos uno del principio, por lo cual nos pareció una cantidad adecuada a tan sublime ocasión.

Menos de 48 horas después de dar el sí, le entregué el cuestionario a Gabo. El futuro Nobel se seguía asomando por la redacción de Alternativa, atento al desarrollo de las conversaciones entre Carter y Torrijos, mientras en la Tadeo todos estábamos a la espera. Pero de aquello, nada. Hasta que un día, vencido ya por la zozobra, de nuevo lo abordé y le pregunté por la entrevista.

Gabriel García Márquez –lo recuerdo como si hubiera sido ayer- se separó de una conversación que sostenía con Caballero, avanzó hacia mí, elevó su mano derecha formando un perfecto semicírculo y en sagrado ritual la dejó posar sobre mi hombro izquierdo, mientras decía con sonoro acento caribe:

- El problema, Jorge, es que el día en que por fin logre contestar ese sartal de preguntas, me quedaré sin tema para escribir por el resto de mi vida.

En ese instante comprendí que para un hombre tan famoso y lleno de ocupaciones como él, 37 preguntas eran en efecto un exabrupto periodístico, cuya inspiración en últimas fue una frase de Mayo del 68 citada por el propio Jairo Aníbal: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”. En medio de la confusión solo acerté a decirle que respondiera las que quisiera, pero en la mirada indulgente del escritor vislumbré que todo estaba ya perdido.

Así fue, porque justo al día siguiente voló a Ciudad de Panamá para acompañar a su amigo el general Omar Torrijos a Washington a la firma del Tratado del Canal, y de allí regresó a su casa en Ciudad de México, y el título que Jairo Aníbal Niño le puso al episodio fue “La crisis de la desmesura”.

Esta se constituyó en mi más grande frustración periodística, pero dije arriba que él fue mi más grande maestro, y ello obedece a que fui depositario de una enseñanza que siempre he procurado aplicar. Uno de esos días escogió al azar varios textos para su revisión, y entre esos se coló una crónica mía sobre la revolución cubana, donde decía de entrada que “si en Cuba no hubiera tanto sol, tanto ron y tanto son, Fidel Castro no llevaría tantos años en el poder”. Después de leerla Gabo se acercó hasta mi escritorio y me dijo que le parecía acertado ese lead, pero sentenció: “le falta poder de síntesis. Mi recomendación es que pongas el texto en salmuera y luego analices qué le sobra”.

Y termino aquí el relato porque luego dirán ustedes que cómo así, que entonces dónde quedó el poder de síntesis.

miércoles, 16 de abril de 2014

La tumba perdida de Jesús y el silencio mediático




Hay un hecho sobre el cual no se tiene ninguna duda histórica: Jesucristo sí existió, fue crucificado y murió en medio de horribles padecimientos. Otra cosa es la condición que le atribuyen de hijo de Dios, algo que ya se mete en los linderos de la fe religiosa y no permite ninguna sustentación racional. Creencias hay muchas, todas respetables, y cualquiera de ellas podría ser dueña de la verdad. O ninguna, en cuyo caso todas estarían equivocadas de buena fe en sus constructos mitológicos.

Regresando a lo terrenal, otro aspecto que la ciencia ya habría develado apunta al descubrimiento de la tumba de Jesús. En torno a ese tema se desató una verdadera tormenta mediática hace siete años, a raíz de un documental que presentó Discovery Channel sobre una tumba familiar con diez osarios hallada en Talpiot Hills, un barrio de Jerusalén.

El documental estuvo dirigido por James Cameron y mostraba algo que ni el Vaticano puede desmentir: que en desarrollo de la construcción de un conjunto de vivienda familiar fueron encontradas las osamentas de un grupo de personas enterradas en sarcófagos, con estos nombres grabados en cada uno de ellos:

* Yehshúah Bar Yoshef (Jesús, Hijo de José)
* Yosha (José)
* Mariah (María)
* Mariamne e Marah (Mariane la "Maestra")
* Yehudah Bar Yehshúah (Judas, Hijo de Jesús)
* Matthiyah (Mateo)

El nombre de Mariamne correspondería al de María Magdalena y el de Yehuda haría pensar que Jesucristo habría tenido un hijo, en acatamiento al mandato bíblico del “creced y multiplicaos” que en aquella época practicaban los judíos. Los demás nombres casan a la perfección con la familia de María y José, donde Mateo sería hermano o primo de Jesús.

Si nos diera por ‘excavar’ un poco más, llegaríamos a un detalle aún más sorprendente: el doctor Carney Matheson, del laboratorio Paleo-DNA de Lakehead University de Ontario, Canadá, logró extraer el ADN mitocondrial que revela la línea materna, y encontró que las tumbas halladas eran estrictamente familiares, con la excepción de Jesús y María Magdalena. Esto significa que no eran hermanos, ni madre e hijo, ni padre e hija. Y sugiere entonces lo que el sentido común impone: marido y mujer.

La tumba fue descubierta el 28 de marzo de 1980 y la Autoridad Israelí de Antigüedades (AIA) informó del hallazgo en un documento con este desabrido título: "Catálogo de osarios judíos en las colecciones del Estado de Israel". Alguien de mente despierta lo leyó, y un equipo de la BBC de Londres hizo un primer documental en 1996, al que le siguió el de Discovery en 2007 titulado "La tumba perdida de Jesús". Uno de los realizadores de este último fue el periodista investigativo Simcha Jacobovici, autor de un libro con el mismo título.

Discovery Channel fue también el financista del proyecto, aunque llama la atención que realizó una única emisión el 4 de marzo de 2007 y luego enterró el tema en el olvido, empujado en parte por el tsunami de protestas religiosas que provocó, y en parte porque ello podía traducirse en pérdidas significativas de audiencia. Habría que ver de todos modos qué otro tipo de presiones se ejercieron, pues no deja de ser sorprendente que un descubrimiento tan extraordinario y con tanto peso científico, haya perdido todo interés para los medios de comunicación.

Pero el documental de Cameron cayó en manos del profesor y ministro metodista James Charlesworth, del Seminario Teológico de Princeton, experto en el Nuevo Testamento aunque escéptico por principio, quien reunió en Jerusalén entre el 13 y el 16 de enero de 2008 a un panel de 50 arqueólogos expertos en ADN, estadística, cerámica y lenguas antiguas. En esos cuatro días se pasó de decir “es imposible que sea la tumba de la familia de Jesús”, a “es muy posible que sea".

La discusión no es de poca monta, pues está atada a uno de los pilares de la fe católica, como es la resurrección de Cristo, y en plano de menor consecuencia teológica la posibilidad de que se hubiera casado y dejado descendencia. Pensemos no más en la dimensión que esto tendría: ¿María Magdalena… madre de un hijo de Jesús? Es lo que parece advertir la ciencia.

Sea como fuere, cualquier avance científico notable pasaría por desenterrar la tumba, y ello implicaría demoler la parte del conjunto residencial que le edificaron encima. Mientras tanto los judíos residentes en Talpiot Hills no tienen dificultad en conciliar el sueño, pues la religión que profesan les dice que su Mesías no ha llegado. Pero, ¿qué podría ocurrir en el mundo católico occidental si hechas las comprobaciones de rigor, resultara que esa tumba contuvo en efecto los restos de Jesús de Nazaret y su familia?

Elemental, mi querido Watson: que habría que comenzar por reescribir la Historia.

miércoles, 9 de abril de 2014

El procurador: ¿incapacitado para ejercer?




La importancia del fallo del Consejo de Estado que le devolvió la dignidad y sus derechos políticos al exalcalde de Medellín Alonso Salazar, radica en que delata la verdadera motivación que tuvo el procurador Alejandro Ordóñez al condenarlo a 12 años de ostracismo político, como ya lo han advertido otros columnistas: para perpetrarle un ‘castigo divino’ por haber querido crear una clínica que ayudaría a las mujeres a abortar en condiciones seguras, bajo los tres atenuantes permitidos por la Corte Constitucional: violación, malformación del feto o peligro para la vida de la madre.

El Consejo de Estado determinó que fue un fallo “desproporcionado”, pero se quedó corto en su sentencia, pues lo que se debe determinar es si Ordóñez reúne las mínimas condiciones requeridas para el desempeño de sus funciones, y en caso de que la respuesta sea negativa, adoptar las medidas que correspondan para retirarlo del cargo.

La pregunta de fondo es: ¿puede un hombre verticalista, psicorrígido, intolerante y fanático administrar justicia, a sabiendas de que la imposición amañada de su credo religioso sobre el ámbito administrativo perjudica la buena marcha de las instituciones democráticas, como se vio hasta la saciedad en el caso Petro? Y el interrogante consecuente es: ¿puede el Consejo de Estado, en su condición de organismo de control inmediato sobre dicho funcionario, separarlo del puesto o pedirle la renuncia?

Lo de la oposición furibunda de Ordóñez al aborto no se puede soslayar, pues se trata de una misión en apariencia noble, como es la defensa de la vida. Pero si de defensa de la vida se ha de hablar, una cruel contraparte se manifiesta en su indiferencia o desprecio hacia los miles de jóvenes cuyas vidas fueron segadas por unidades militares para inflar las cifras de bajas y estimular a la tropa. El procurador es partidario de conceder beneficios judiciales a los autores de los mal llamados ‘falsos positivos’, mediante la calificación de estos delitos no como de lesa humanidad, sino como “crímenes de guerra”. En este contexto, hasta el holocausto nazi sobre los judíos clasifica como crimen de guerra.

Este funcionario embebido de un poder inquisitorial no se apiada de la mujer violada que clama para que no la obliguen a tener el hijo de su violador, ni de la madre que sabe que su vida peligra si llega hasta el parto, ni de la que no quiere tener un hijo deforme, pero sí se apiada de los asesinos que ejecutaron a más de 4.000 jóvenes inocentes, y cuyas vidas al parecer tienen menor valor que el de un simple embrión malformado o engendrado en una violación.

La diferencia entre uno y otro caso es que el primero tiene su origen en un precepto religioso (“no al aborto bajo ninguna circunstancia”), mientras el segundo está ligado a una cosmovisión derechista que parte del precepto de cerrar filas en torno a unos principios autoritarios, de clara inspiración franquista, donde la derrota del enemigo en lo militar, en lo político y en lo religioso está por encima de cualquier consideración humanitaria.

Enemigos son por igual Alonso Salazar con su proyecto supuestamente demoníaco de “montar una fábrica de abortos”, como Gustavo Petro con las mismas ideas del anterior y con el agravante de que este último ‘dio papaya’ en el tema de las basuras, cuyo manejo improvisado fue el pretexto que como caído del cielo esperaba Ordóñez (y la godarria nacional, todos a una) para asestarle también su baculazo.

Lo llamativo es que esos enemigos fueron identificados por Ordóñez desde su tesis de grado, dedicada “A nuestra señora la Virgen María… suplicándole la restauración del orden cristiano y el aplastamiento del comunismo ateo”. Nadie sensato o prudente se percató de que esa precoz y arrebatada manifestación de fe era ya señal de que el muchacho venía con una desviación, y en lugar de que ese carácter obsesivo compulsivo –también manifiesto en una famosa quema de libros- pudiera ser un impedimento para triunfar, le abrió todo tipo de puertas hasta encaramarlo a una posición dominante, desde la que hoy contempla el reverencial temor que le tiene hasta el mismísimo presidente de la República, según desleal versión propalada por Angelino Garzón.

Lo tragicómico del asunto es que el procurador está perjudicando incluso a sus aliados políticos, pues la destitución se le devolvió como un bumerán cuando catapultó a Petro a la categoría de mártir. Ordóñez quiso aplicarle la mancha de Caín durante 15 años, pero lo que consiguió fue crecer políticamente a su pretendida víctima: el alcalde quedó marcado, sí, pero como el gran damnificado de una evidente injusticia. Quizá si el procurador hubiera dejado que el alcalde terminara el periodo para el que fue elegido, su aparente incapacidad para gerenciar hubiera terminado por darles la razón a críticos y opositores.

Pero no: llevado por su abominación hacia todo lo que le huele a pecado y comunismo, hoy tanto él como las instituciones que dice representar pagan las consecuencias de su ceguera, de su torpeza política, de su fanatismo en la toma de decisiones.

Es aquí donde se debe centrar el meollo del análisis, pues si al procurador se le nubla la conciencia cuando cree que administrar justicia es castigar o imponer penitencia celestial a quienes son contrarios a sus ideas religiosas o a su particular cosmovisión autoritaria, es porque no se halla en capacidad racional de ejercer sus funciones con ponderación y ecuanimidad, y por tanto debería buscarse el modo –mediante mensaje de urgencia- de retirarlo de su cargo.

Twitter: @Jorgomezpinilla

sábado, 5 de abril de 2014

“Peñalosa es el verdadero candidato de Uribe”: Horacio Serpa en Semana


“Estuve a conciencia contra la revocatoria a Petro. Sigo pensando que le armaron una gavilla injustificada, inconveniente,  no política, y por eso estuve a su lado. Y no modifico eso ni nada de lo que dije”.

Entrevista de @Jorgomezpinilla