lunes, 26 de mayo de 2014

Lecciones de inteligencia militar




El pasado 29 de abril publiqué aquí mismo una columna (Hay una fiera herida) en la que decía: “el presidente Santos se mueve en un terreno de arenas movedizas, donde es el Comandante en Jefe de unas fuerzas que le deben obediencia por simple cadena institucional de mando, pero la lealtad parece estar en el otro lado de la balanza, el de su mayor ‘enemiguis’.”

Todavía no había estallado el escándalo por el video cuyo conocimiento no arroja dudas sobre los estrechos vínculos entre el hacker Andrés Sepúlveda y la campaña del Centro Democrático, y que comprometieron al candidato Óscar Iván Zuluaga al punto de verse obligado a sugerir que él no es el que allí aparece. Estrambótico asidero del que se había agarrado para distraer la atención, hasta que al incorregible y muy bocón Pacho Santos se le dio por decir que "sí claro, nosotros no negamos eso" (que el del video es Zuluaga).

El punto está en que ese video –testimonio de una reunión entre Zuluaga y un espía cien por ciento uribista que quería regalarle en bandeja de plata el fracaso del proceso de paz- es la prueba ineludible de que el candidato presidente Juan Manuel Santos se mueve en un tablero de operaciones donde algunos de sus caballos, alfiles o torres parecieran buscarle la zancadilla. De paso, ello explicaría por qué su (primera) dama salió a batirse “a dentelladas secas y calientes” en correrías por todo el país, para evitar que le destronen a su rey.

La pregunta de fondo –que muy pocos han querido hacerse- es si Andrés Sepúlveda es o no un agente de inteligencia militar, en consideración básicamente a que si el animal tiene alas de pato, camina como un pato y grazna como pato… es un pato.

Al respecto habría que preguntarse por ejemplo a qué obedece el silencio del estamento militar, que no salió a condenar con la verticalidad que le caracteriza la actuación de un individuo de quien todavía no se tiene muy claro si vendía o más bien recibía (o si en ocasiones les vendía y en otras recibía) información de inteligencia del Ejército, en una estela de actuación que lo ubica además por los pasillos de la sala Andrómeda.

La atención también hay que centrarla en el segundo hacker que saltó a la palestra, Carlos Escobar, con quien según artículo de Las 2 orillas, Sepúlveda trabajaba en llave. Se trata de alguien que reúne el mismo perfil cien por ciento uribista (“le manejo la cuenta a Álvaro Uribe Vélez”, “le hacemos seguimientos a guerrilleros”), y le dijo a ese medio que manejaba entre muchas otras la página alvarouribesenador.com (algo que Uribe no desmintió), suplantó al periodista William Calderón desde la cuenta de Twitter @LabarcaCalderon y generó desde allí un bullying informático contra Daniel Coronell (feroz opositor del expresidente Uribe), y según una fuente de la campaña de Francisco Santos a la candidatura del Centro Democrático, fue llevado por Tomás Uribe Moreno a las oficinas del exvicepresidente para que le manejara las redes sociales.

No deja de ser llamativo que este Escobar también estuvo vinculado con Andrómeda, lo mismo que un tercer hacker, Yesid González Arango, a quien Andrés Sepúlveda luego de su captura relacionó en confesión a la Fiscalía como uno de los contactos  que tenía con esa sala clandestina de inteligencia. Y González Arango, vaya casualidad, trabaja actualmente en el comando de las Fuerzas Militares, como le reconoció en días pasados a Blu Radio el comandante de la FAC, general Guillermo León: “Él es un agente de inteligencia nuestro, civil. Se encuentra en funciones en el Comando General de la Fuerzas Militares, es decir pertenece a la Fuerza Aérea, pero su trabajo está realizándose en el comando general”.

En este contexto de relaciones ‘pecaminosas’ entre Ejército y espías cabría formular otra pregunta, y es si Andrés Sepúlveda fue el vaso comunicante entre Inteligencia Militar y la campaña de Óscar Iván Zuluaga, quien en el video muestra gran interés en lo que el hacker le cuenta sobre “la isla”, nombre en clave que manejaban para referirse al proceso de paz. Como dice La Silla Vacía, “el video prueba que Zuluaga no solo sabía quién era el hacker, sino que éste manejaba información de inteligencia militar y tenía contactos en ese mundo. Es decir, sabía que manejaba información reservada”.

Un último elemento a considerar tiene que ver con la filtración a Álvaro Uribe de las coordenadas del lugar donde el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) facilitaría el traslado de un miembro de las Farc a Cuba, y al comienzo del gobierno de Juan Manuel Santos la revelación por parte de su primo de las conversaciones secretas que se adelantaban con esa guerrilla, y en días recientes –horas antes de que ese grupo anunciara desde La Habana el cese al fuego- el trino del infatigable @AlvaroUribeVel contándole al país que eso ocurriría. Esto indica sin lugar a dudas que fuentes de inteligencia militar le vienen ‘copiando’ a Uribe de todos los pasos que da su sucesor, y el informe que en el video le rinde Sepúlveda al candidato de Uribe sobre el proceso de paz se ajusta al dedillo a todo lo hasta aquí descrito.

Es de esperar entonces que la Fiscalía tenga herramientas y autonomía para investigar si los hackers Andrés Sepúlveda, Carlos Escobar y/o Yesid González –para mencionar solo los tres casos que ya se conocen- espiaban o le sacaban información a las Fuerzas Militares, o si no sería más bien que los mismos aparatos de inteligencia de estas espiaban y hostigaban la campaña de Juan Manuel Santos “en cumplimiento de la misión”, o sea de las directrices trazadas hace más de una década por la política de Seguridad Democrática de su 'mejor amiguis', Álvaro Uribe Vélez.

DE REMATE: Los que votaron “ni Santos ni Zuluaga” fueron los grandes derrotados en la primera vuelta. Crecieron a la bestia uribista. Ganó el "usted a mí me respeta" de Zuluaga a Santos. Ah, y otra cosa: esta elección confirma la urgencia del voto obligatorio. Una primera vuelta con un 64 por ciento de abstención debería considerarse ilegítima.


viernes, 16 de mayo de 2014

Tocó votar por Santos




Hay muchos petristas que no logran entender la alianza programática que se cuajó entre el Progresismo y la campaña de reelección de Juan Manuel Santos, a tal punto que a uno le escuché decir, mesando sus cabellos en agonía: “¿de modo que se perdieron mis idas a la plaza de Bolívar?”

Hay tres maneras de entender este remezón (que para ser realistas, no se esperaban los seguidores de uno ni de otro): una, que es una jugada político-electoral de la que se benefician ambos, Santos porque consigue votos en Bogotá y Petro porque asegura su apoyo para continuar en el cargo; dos, que es una medida desesperada para salvar el proceso de paz, ante los avances que presenta Óscar Iván Zuluaga en las encuestas; y tres, una combinación pragmática de las dos anteriores.

Me inclino por la tercera, aunque haciendo claridad en que la gran beneficiada en últimas sí es la paz, hoy en serio peligro de ‘muerte’ ante las jugadas sucias que viene haciendo la extrema derecha, como se hizo evidente con el destape de los hackers Andrés Sepúlveda y Carlos Escobar, quienes al parecer trabajaban en forma coordinada con la campaña del Centro Democrático para torpedear con su tenebroso espionaje y su propaganda negra los esfuerzos de Santos en busca de la reconciliación entre los colombianos.

En algún mensaje de Twitter dije que "la peligrosa mafia que rodea a Óscar Iván Zuluaga y el misterioso silencio de Enrique Peñalosa lanzarán a la izquierda en brazos de Juan Manuel Santos desde la primera vuelta". Y la evolución de los acontecimientos ha terminado por darme la razón, como lo demuestra el hecho de que a la sorpresa de Petro apoyando al presidente se sumó el anuncio de Iván Cepeda en el mismo sentido, en cuanto a que votaría por Juan Manuel Santos (“yo votaría por la paz, sin lugar a dudas”), pese a que la candidata de su partido es Clara López.

Es aquí donde empieza a entenderse también la aparente contradicción que había en un dirigente liberal como Horacio Serpa, quien por los días en que Santos destituyó a Petro aparecía apoyando a ambos, aunque hizo claridad en que “si yo hubiera sido la persona que debía tomar esa decisión, habría acogido la solicitud de medidas cautelares de la CIDH”. No tengo duda alguna en que Serpa fue el gran ‘componedor’ de dicha alianza, y que sus buenos oficios apuntaron a acercarlos en torno al tema en que los tres coinciden plenamente: la consolidación de la paz.

En mi columna anterior había anunciado que “el día de mi cumpleaños pienso votar por Enrique Peñalosa, así no me haya convencido del todo pero temeroso de la bestia uribista, y a la espera del escenario ideal para una eventual segunda vuelta donde me tocara decidir entre tres posibles opciones: Juan Manuel Santos, Enrique Peñalosa o voto en blanco”. Pero el súbito y peligroso ascenso del candidato-títere de Uribe en las encuestas me ha hecho recapacitar, en la medida en que la opción Peñalosa se ha desinflado tanto que votar por él (o en blanco) sería botar el voto.

Tener que votar por Santos en primera vuelta bien puede interpretarse como una derrota para la izquierda (por culpa de su propia división y su torpeza para cuajar la anhelada tercería), pero todo parece indicar que es la salvación más ‘pragmática’ que le queda al proceso de paz, asediado de manera criminal e inclemente por las fuerzas oscuras que lidera su comandante en jefe. Lo más perjudicial que le podría ocurrir a la paz de Colombia sería que Zuluaga obtuviera más votos que Santos en la primera vuelta, considerando que esa aureola de triunfo haría arrastrar hacia su causa a mucho ingenuo en la segunda.

Yo habría votado en blanco si existiera el voto obligatorio, pues este es la única vía no solo para que este tenga un peso político determinante, sino para que quienes en las encuestas dicen que van a votar en blanco, ese día no los venza la pereza y al final prefieran quedarse muy cómodos en su casa, dejando irresponsablemente que los mismos de siempre decidan por ellos.

Si alguien me puede demostrar que estoy equivocado en esta apreciación, sabré agradecérselo. Todavía quedan unos días para seguir recapacitando al respecto.
  

miércoles, 7 de mayo de 2014

Yo, Claudia




Un análisis que todavía no se ha hecho es si la presencia de Claudia López como coordinadora nacional programática ha sido benéfica o negativa para la campaña de Enrique Peñalosa a la presidencia. De entrada habría que reconocer que parece improductiva en lo electoral, pues desde aquella primera encuesta –cuando ni siquiera se había lanzado- en que el candidato de Alianza Verde aparecía entrando a la segunda vuelta y derrotando a continuación a Juan Manuel Santos, Peñalosa no ha dejado de ir para atrás, como los cangrejos.

Hoy esas mismas encuestas lo muestran en el averno del cuarto lugar, detrás de Martha Lucía Ramírez, lo cual se traduce en que va camino a convertirse en la segunda gran frustración colectiva para ese electorado inconforme que buscaba alguien diferente a Santos o Uribe, y que de nuevo alcanzó a ilusionarse, como en los tiempos –que ya parecen remotos- de la Ola Verde.

La culpa de este estancamiento o retroceso no la tiene Claudia, pero sí es fiel reflejo de que la ‘mezcla’ no arrojó los frutos esperados, del mismo modo que tampoco parece haberlos conseguido la incorporación de otra mujer, Isabel Segovia, como su fórmula a la vicepresidencia.

En el caso de López y Peñalosa hablo de ‘mezcla’ porque eso fue, en lugar de amalgama. Un hombre que venía de alabar las realizaciones de Álvaro Uribe, de tenerlo como su aliado hacia la alcaldía de Bogotá y de bailar aserejé con él, de pronto escoge como segunda al mando de su campaña presidencial a una persona que no baja al expresidente de delincuente y considera –con bastante razón de su parte- que deberían meterlo a la cárcel.

Ahí hay entonces algo que no cuadra, aunque no se puede negar que la intención fue buena: disipar los temores de quienes, incluido el suscrito, no veían con buenos ojos su cercanía a figura tan nefasta. Había incluso los que desde la izquierda petrista le reclamaban, en su papel de nuevos socios, que “explique si es que considera a Uribe inocente de los múltiples delitos que se le imputan”.

Las que no cuadran son también las matemáticas, pues se sabe que más de la mitad de los dos millones y pico de votos que obtuvo Peñalosa en la consulta fueron del uribismo, que lo consideraba uno de los suyos y quería tenerlo como Plan B (o C), hasta el día en que se tomó la foto al lado de Claudia López y hubo por tanto ruptura definitiva de cobijas con el expresidente… y Peñalosa comenzó a descender en las encuestas.

Lo complicado para el candidato de Alianza Verde es que la incorporación de la senadora López no logró disipar temores ni atraer la simpatía del centro y la izquierda antiuribistas, con lo cual es posible considerar que se quedó sin el pan y sin el queso. Esto es algo que más adelante pudiera estar lamentando el país, pues significa que en la segunda vuelta se enfrentarían Juan Manuel Santos y Óscar Iván Zuluaga, y considerando las mañas y patrañas que se trae Uribe (y todo lo oscuro que lo acompaña, como la gente que desde un edificio contiguo al de Semana seguía espiando a Santos y trabajaba en la campaña del ‘Zorro’), cualquier cosa puede pasar.

Escribo estas cosas justo el día en que Peñalosa presentó su equipo programático, dirigido por Claudia López, en el que predominan los técnicos, académicos e investigadores sobre los políticos, y es entonces cuando uno piensa que de eso tan bueno no dan tanto, pero ya es tarde (o mejor, temprano) para llorar sobre la leche que está próxima a derramarse.

Hace casi un mes Alfonso López Caballero le dijo a Édgar Artunduaga algo que se ha venido cumpliendo como una predicción: “Lo de Peñalosa es muy frágil, cualquier metida de pata puede hacer que se desintegre esa candidatura”. Es cierto que no ha habido metidas de pata sonoras –por el contrario, el que las viene metiendo es Santos-, pero la fragilidad se vino a manifestar de un lado en ese estado vacilante de Peñalosa frente a los debates con los demás candidatos (hoy no, mañana sí) y de otro lado en lo publicitario, con una campaña desdibujada en concepto, sonido e imagen, sin planteamientos contundentes, donde lo más original que se les ocurrió fue poner de eslogan un “#Podemos” que nada dice y parece plagio del “Sí, podemos” (Yes, we can) que usó Barack Obama en su campaña de 2008, o del “Sí se puede” de Belisario Betancur, que le abrió la esperanza a la paz hasta que esta fue pisoteada y masacrada entre dos bandos salvajes en el Palacio de Justicia.

Como dijera Rudolf Hommes en El Tiempo, “es posible que a Santos le convenga que en las próximas elecciones quede Zuluaga de segundo, pero eso no es lo que le conviene al país”. Y agregó que “si el opositor del Presidente es Peñalosa, puede entusiasmar a “la ola verde” y atraer a la mayor parte del uribismo, sin tener que transar con su jefe”. Es solo por este insignificante detalle que el día de mi cumpleaños pienso votar por Enrique Peñalosa, así no me haya convencido del todo pero temeroso de la bestia uribista, y a la espera del escenario ideal para una eventual segunda vuelta donde me tocara decidir entre tres posibles opciones: Juan Manuel Santos, Enrique Peñalosa o voto en blanco.

Mientras ese día llega, me tiene pensando una cosa alocada que le leí a Fernando Duque en su muro de Facebook: “Y bueno: ¿qué pasaría si renuncia Peñalosa y lo remplaza Claudia?”

Esto ya no es posible, por supuesto, así fuera para muchos lo deseable. Pero si a Claudia López no la matan antes (y es de esperar que nunca ocurra, que siempre esté protegida de tan poderosos enemigos), ella tiene madera para grandes cosas.


@Jorgomezpinilla