miércoles, 29 de octubre de 2014

Los Informantes y el “chivo expiatorio”: eso no es periodismo




A las facultades de Comunicación Social de todo el país debería llegar copia del programa ‘Los Informantes’ del canal Caracol (capítulo 46) emitido el pasado domingo 12 de octubre, para que los alumnos conozcan de primera mano la clase de periodismo que debería estar prohibido practicar. En el primero de los tres segmentos de dicho programa, conducido por la directora María Elvira Arango y titulado ¿Chivo expiatorio?, ella comienza diciendo: “Héctor Paul Flórez no tiene nada que perder porque ya perdió 18 años de su vida… y su libertad”.

El sujeto al que Arango se refiere en tan compasivo tono es el único condenado que hubo por el asesinato de Álvaro Gómez Hurtado (ocurrido el 2 de noviembre de 1995), al que la justicia le pudo probar plena culpa como el gatillero que habiendo sido contratado –sin saber quiénes lo contrataron- disparó sobre la humanidad del dirigente conservador. Fue sentenciado a 40 años de prisión, 18 de los cuales ya cumplió y ahora se encuentra en libertad condicional hasta que complete las tres cuartas partes de la pena.

La periodista está en su derecho de creer que el hombre es inocente y por tanto víctima de una injusticia, pero comete una grave falta a la ética periodística cuando se casa con esa versión de los hechos y no presenta el punto de vista de los allí acusados, en particular cuando dice que según alias Rasguño, “la mafia mató a Álvaro Gómez a pedido del gobierno de turno”, y que “el proceso se reactivó con las explosivas declaraciones del extraditado narcotraficante, quien implicó al entonces presidente de la República Ernesto Samper y a su ministro del Interior, Horacio Serpa”. Esto último además no es cierto, pues no hay ninguna parte de la declaración en que los incrimine directamente, solo se refiere a lo que dice que oyó, y de personas que están muertas: Efraín Hernández, alias ´don Efra’; Orlando Henao, alias ‘El hombre del overol’; y el coronel de la Policía Danilo González.

¿Hubo alguna parte del programa donde cumpliendo con el deber profesional de mostrar las dos caras de la moneda, se presentara el punto de vista de Samper o de Serpa –o de sus abogados- o sea de la contraparte? No. Lo que se notó por el contrario fue un manifiesto interés en presentar a su entrevistado como un angelito (al lado de su esposa y la hija de 16 años que nació mientras estuvo en prisión), y de su pasado lo único que mencionó fue que “era un delincuente común”.

No sabemos si Arango investigó al respecto, pero si lo hizo omitió contar que a sus 21 años (hoy tiene 37) Héctor Paul Flórez Martínez no era un simple “delincuente común” sino un asesino confeso, pues aunque en la indagatoria negó su participación en el crimen de Gómez Hurtado, sí reconoció haber participado en organizaciones dedicadas al sicariato y “haber cometido el delito de homicidio en la persona de Ovidio Fernández en Carmen de Bolívar el 7 de enero de 1994 mediante el pago de un millón de pesos”, según reza en el expediente, donde además se lee que “el funcionario que lo escuchaba en la diligencia se vio en la obligación de consignar como constancia la sarcástica sonrisa que mostró al relatar las circunstancias en que produjo esa muerte”.

También omite contar que luego de su captura y en diligencias de reconocimiento en fila de seis personas fue reconocido por numerosos testigos presenciales como uno de los tres que dispararon (uno con tiros al aire, otro contra el asistente José del Cristo Huertas y Flórez contra Gómez Hurtado). Entre los principales testigos se contaron a “Javier Jhonsons Fonseca Buitrago, Giovanni Porfirio Daza Mora, Édgar Ignacio Rueda Jáuregui y José Guillermo Vélez Montenegro”. Este último “apenas lo reconoció someramente pero cuando el acriminado asumió la actitud de disparar, el reconocedor rompió en llanto y excitación cuando observó el tatuaje con las iniciales RC que en la mano izquierda tiene Héctor Paul Flórez”.

A lo anterior se suma la delación –en busca de la jugosa recompensa, es cierto- de su amigo Carlos Alberto Lugo (ver confesión), quien fue invitado a participar pero se negó y luego declaró que Flórez le dijo haber disparado el día anterior cuatro veces contra su víctima, y “el hecho tuvo comprobación por el protocolo de necropsia visible a folio 104 del C.O. 1, en el que se dice que fueron 4 los tiros recibidos por el doctor Gómez Hurtado, con 4 orificios de entrada, ninguno de ellos en la cabeza”. Cuatro tiros, no seis, como dijo María Elvira Arango.

Hasta el propio padre de Héctor Paul Flórez “declaró el 20 de noviembre de noviembre de 1995 (fol. 252 sts. del C.O. 4) que su hijo no fue a comer ni a almorzar ni lo vio durante los días 1 y 2 del mes de noviembre de 1995; pero posteriormente, cuando sabe de las imputaciones que pesan contra su hijo, se retracta de lo antes manifestado”. Un caso idéntico de incriminación y posterior retractación se dio en la señora Myriam Monterrosa, empleada de servicio de la familia Flórez, quien declaró que Héctor Paul no estuvo en su casa de habitación de Sincelejo durante los días 1, 2 y 3 de noviembre, porque “el día 3 encontré en la estufa la comida que le había dejado el día anterior”.

Es cierto que fueron más de 50 las personas que luego de su captura concurrieron –o fueron llevadas- a declarar que el día del magnicidio habían visto al acusado en el entierro de la señora Purificación Ortiz (abuela de Flaminis de Jesús Tovar, otro de los implicados), pero la condena a 40 años también tuvo como fundamento que “esas declaraciones han presentado serias contradicciones (…) y consignan hechos mentirosos, y los dichos de los testigos entre sí y mirados en conjunto las vuelven dubitativas” (sic).

Podría pensarse que la más protuberante falla de ‘Los Informantes’ es que acude a una única fuente, pero sería más acertado decir que es esa única fuente la que acude al programa para que transmita su único punto de vista sobre el asesinato de Álvaro Gómez, y en esa medida podría hablarse más de un publirreportaje judicial que de un programa periodístico. ¿Y cuál es esa única fuente? La familia Gómez Hurtado, de la que Arango dice: “Es tan sorprendente el caso que la familia del excandidato cree que Flórez es un chivo expiatorio, tanto que Enrique Gómez (Martínez), sobrino y abogado de la familia, hoy es su apoderado y lucha ahora desde el mismo bando”. De donde se podría colegir: ah bueno, si la familia de la víctima cree que el tipo es inocente, debe ser porque tiene razones de peso para pensarlo.

O ‘de pesos’ –y aquí espero estar equivocado- porque eso de estar defendiendo al que la justicia le probó su participación material en el magnicidio parece tener relación con algo que dice María Elvira Arango: “El caso está a un año de prescribir, y con Héctor Paul condenado el crimen no puede ser declarado de lesa humanidad”. Haciendo claridad de antemano en que hasta Serpa y Samper son partidarios de que así sea declarado, la intensa campaña mediática que los Gómez Hurtado vienen desplegando parece apuntar a que sólo si declaran el crimen como de lesa humanidad, se revivirían los términos judiciales para que pudieran demandar responsabilidad patrimonial del Estado y así tener acceso a una multimillonaria indemnización. Y si el proceso llegara a prescribir, se quedarían viendo un chispero.

Otro aspecto que constituye una estrambótica incongruencia jurídica, es que al convertirse Enrique Gómez Martínez en apoderado de Héctor Paul Flórez entra en conflicto de intereses con su propia familia, pues no puede representar al reo en el trámite de un recurso de revisión que busca anular la sentencia, siendo que se trata de un proceso en el que la familia intervino desde el comienzo de la investigación, participó como parte civil y estuvo de acuerdo con la condena.

En lo que respecta a la autoría intelectual del asesinato siempre se han ventilado dos hipótesis, y todo indica que una de las dos es la acertada. La primera apunta a la participación de militares de alto rango, y por ello fue acusado el coronel Bernardo Ruiz Silva, quien tuvo medida de aseguramiento y se dio a la fuga, pero luego de haber sido capturado fue absuelto el 20 de mayo de 2003 por el Juzgado Segundo Penal del Circuito Especializado, después de que una abundante cantidad de testigos se retractara y otros fueran asesinados.

La segunda hipótesis es la que desarrolla Enrique Gómez Hurtado en el libro ¿Por qué lo mataron?, donde señala a Samper y Serpa de haber sido los instigadores del crimen, basado en la declaración que alias ‘Rasguño’ rindió desde una cárcel de Estados Unidos en 2010, la cual fue analizada en detalle por la revista Semana para concluir que el hombre “¡está loco!”. Además, el autor del libro se cuida de mencionar que con la condena a 30 años que le profirió una Corte de Nueva York el 2 de diciembre de 2013, esta sentenció que “todas las declaraciones que había entregado el narcotraficante en procesos como el del magnicidio de Álvaro Gómez (…) carecían de veracidad y hacían parte de una estrategia para tratar de buscar beneficios jurídicos que le ayudaran a rebajar su condena”.

Pero me estoy saliendo del tema. Lo que he querido demostrar es que (quizá por su amistad con Mauricio Gómez, a cuyo servicio y del de su padre trabajó en el noticiero 24 Horas) María Elvira Arango desatendió las normas más elementales de la ética periodística y terminó elaborando lo que visto desde la ortodoxia legal podría ser catalogado incluso como una apología del delito.

DE REMATE: Enrique Gómez Hurtado está en mora de explicar para qué se reunió con el coronel Bernardo Ruiz Silva por los días en que este huía de la justicia. En entrevista con el periodista Herbin Hoyos a raíz del lanzamiento de su libro, cuando este le preguntó por esa cita furtiva, así respondió: “Sí, lo vi. Me visitó clandestinamente cuando estaba perseguido. Me fue a ver a mi casa y estuvimos hablando un  par de horas”. Aquí entre nos, ¿cómo es eso de recibir en su casa al hombre que era acusado de haber dirigido el complot para asesinar a su propio hermano? Y tratándose de un prófugo de la justicia ¿no era su deber haberlo puesto en conocimiento de la autoridad, y al omitirlo no habría incurrido en el delito de encubrimiento? ¿Y cómo es eso de que Ruiz Silva estaba siendo “perseguido”, en lugar de “requerido” por un juez?

miércoles, 22 de octubre de 2014

Amor, religión y política: cuando se deja de creer



Son básicamente tres los campos en los cuales una persona que conservaba una fe ciega hacia algo o alguien, se ve de pronto obligada a dejar de creer: la religión, el amor y la política.

Para el caso de la religión, el columnista Giuseppe Caputo cuenta en El Heraldo el caso de una mujer cuyo momento más triste de la vida fue cuando descubrió que estaba equivocada en sus creencias religiosas. Hay otros a quienes ese descubrimiento les produce más bien la felicidad de haber salido de un error. En mi caso particular, por cuenta de las enseñanzas de mis mayores viví una infancia casi mística y estudié el bachillerato en un seminario de jesuitas. Luego llegué a una universidad donde aprendí lo que muchos años después, frente al poder del convencimiento, habría de explicar con epifánica lucidez el científico Rodolfo Llinás: “Dios es un invento del hombre y, como todos los inventos humanos, se parece a él. Dios tiene tres razones de ser: a los inteligentes les sirve para gobernar a los demás, a los menos inteligentes para pedirle favores, y a todos para explicar lo que no entendemos de la naturaleza”.

Esta revelación produjo en mí el efecto de un cataclismo, pues se me derrumbó la creencia en ese “ser  superior” y tuve la impresión de haber sido víctima de un engaño. Pero me recuperé, a Dios gracias.

Hablando de engaños, estos se presentan con mayor frecuencia en el terreno amoroso, por cuenta de que se cae solito (o solita) de su pedestal esa persona a la que habíamos idealizado, o por una traición que nos obliga a dejar de creer en los pajaritos que nos habían pintado. Si hay algo de donde salimos con la sensación de haber sido ‘apaleados’, es de una desilusión amorosa.

Pero donde más se puede hablar de pajaritos pintados es en la actividad política, y no hace falta ser activista para declararse víctima de más de un desengaño, que es lo que ocurre cuando ese dirigente en quien habíamos puesto nuestros mejores votos y complacencias termina por decepcionarnos. En Colombia es casi imposible encontrar a un político que nunca haya ‘desinflado’ a alguien, porque la política en gran parte se construye sobre la base de promesas rotas. Es como en el amor, que mentimos con tal de obtener lo que queremos.

Volviendo al suscrito, mi mayor decepción política lleva el nombre de Belisario Betancur Cuartas: sobre sus hombros el país puso la esperanza de una paz pintada con palomas y pajaritos en la Plaza de Bolívar, pero terminó en ese mismo lugar, estrellada contra la brutal toma y retoma del Palacio de Justicia, una orgía de sangre y destrucción durante la cual el presidente en ejercicio fue relevado de su mando y volvió como monigote después del golpe de Estado que le propinaron las Fuerzas Armadas entre el 6 y el 7 de noviembre de 1985.

Sigo creyendo que Belisario Betancur actuó de buena fe, solo que fue avasallado por los “enemigos agazapados de la paz” de los que habló Otto Morales Benítez. Ahora bien, frente a lo ocurrido en el Palacio de Justicia le faltó actuar con grandeza histórica. Fueron dos días en los que no estuvo al mando, porque se lo arrebataron y lo enviaron a la trastienda mientras duró la barbarie, y al término de esta actuó con cobardía para no perder el puesto, el cual de todos modos habría perdido si hubiera ordenado el alto al fuego que tanto suplicaba el presidente de la Corte Suprema, Alfonso Reyes Echandía, antes de perecer bajo las balas asesinas.

Betancur no hizo lo que sí hizo por ejemplo Salvador Allende, quien prefirió inmolarse antes que permitir semejante ultraje, en el caso de Chile a la majestad de la Presidencia y en el caso de Colombia a la dignidad de la más alta esfera de la justicia, que fue arrasada sin compasión bajo el silencio cómplice del (supuesto) Presidente.

Un caso más reciente de un líder en el que también mucha gente ha dejado de creer, lleva por nombre Álvaro Uribe Vélez. Contrario a su coterráneo Belisario, llegó a la presidencia prometiendo aplastar a las FARC, organización de la que el país se había cansado hasta límites indecibles durante el gobierno de Andrés Pastrana. Colombia dejó de creer en la paz y comenzó a creer en la guerra, pero en lugar de haber sido la solución el problema se acrecentó a límites inimaginables, pues Uribe no fue capaz de derrotar a las FARC y el país cayó bajo el influjo de un hechizo mediático muy parecido al que vivió Alemania durante el régimen de Adolfo Hitler, cuyo Holocausto tuvo su propia versión en los ‘falsos positivos’: a falta de judíos, se dedicaron a asesinar jóvenes indefensos por toda la geografía nacional para hacerlos ver como bajas propinadas a la guerrilla. (Por cierto, a sus autores el expresidente sigue defendiéndolos como “héroes de la patria” y “perseguidos por la Fiscalía”. ¿Será que algún día habrá castigo para semejante genocidio?).

Sea como fuere, el lado positivo de la moneda es que por primera vez en más de una década dos encuestas independientes realizadas por las firmas Cifras y Conceptos e Invamer Gallup mostraron una imagen desfavorable de Uribe superior a la favorable, la primera con una diferencia de 15 puntos y la segunda de cuatro, según informe presentado por La Silla Vacía y titulado Se le rayó el teflón a Uribe.

Esto indica que el país comienza a dejar de creer en quien nunca debió haber creído, y que se vislumbran aires positivos para una nación que ahora, bajo el sano influjo de la paz, podría terminar por derrotar a los violentos de ambas extremas: la izquierda de la guerrilla, y la derecha de Álvaro Uribe y sus conmilitones.

DE REMATE: Hay un cuarto elemento –también extremo- en el que es posible dejar de creer. Hablamos de la familia o de algún miembro de esta, un hermano por ejemplo, o incluso la propia madre. En este caso tendríamos que emparentarlo más con la literatura que con la vida real, pero casos se han visto.

En Twitter: @Jorgomezpinilla

miércoles, 15 de octubre de 2014

Santos le está poniendo el cascabel al gato




Tiene razón la representante Ángela Robledo en que Juan Carlos Pinzón parece más ministro de Defensa de Álvaro Uribe que de Juan Manuel Santos, pero ella lo ve como algo negativo, porque no se ha pillado la estrategia. La que sí alcanza a pillársela es La Silla Vacía en minucioso análisis de Juanita León titulado “¿A qué juega Pinzón?”, donde pone el dedo en la llaga al señalar que “el malestar de los militares (o un sector poderoso de ellos) con el proceso de paz aumenta”.

Solo que el malestar no es con este proceso de paz ni con el más reciente, sino con todos los procesos de paz que se han intentado en Colombia en los últimos 30 años. Si hay un Ejército que se ha forjado en el combate es el de Colombia, y es una guerra que no quiere ‘perder’ en una mesa de negociación, convencido como está hasta los tuétanos de que la única paz posible es mediante la derrota militar del enemigo. Es por ello que la cúpula militar le ‘copia’ más al expresidente Uribe que a su actual Comandante en Jefe, como quedó en evidencia con el escándalo de los hackers que trabajaban para la campaña de Óscar Iván Zuluaga en aparente coordinación con miembros de la Dirección Nacional de Inteligencia (que reemplazó al DAS) y la jefatura de inteligencia del Comando General de las Fuerzas Militares.

Digámoslo sin ambages: la paz es el peor negocio que le pueden proponer al Ejército Nacional, y en tal medida han asumido casi como misión institucional impedirla, y para comprender esta desoladora verdad está el recuento cronológico que trae Juanita de las acciones adelantadas en cumplimiento de ese objetivo. Con razón dice la aguda analista que “hay más de un boicot por cada proceso intentado”, y que “la oposición de los militares a los anteriores procesos de paz ha sido uno de los aspectos más difíciles de manejar para los respectivos presidentes”. ¿Uno de los más difíciles? No. El más difícil. El inamovible.

En este contexto se entiende a cabalidad el papel de ‘torpedo’ al proceso de paz que ha venido desempeñando el actual ministro de Defensa, pues si hay un requisito para que la cúpula militar lo acepte como su superior es que hable como un erguido general, que sea el vocero de sus intereses y no de los blandengues que pudieran estar a favor de brindar concesiones, dádivas o eventual inmunidad a unos “bandidos” a los que siempre quisieron hacerles morder el polvo de la derrota. Si dos ‘civiles’ como el procurador Alejandro Ordóñez y el expresidente Uribe piden penas privativas de la libertad para los guerrilleros de las FARC, y si ambos pusieron el grito en el cielo cuando se supo que Timochenko estuvo en Cuba, imaginemos no más lo que puede estar pensando la comandancia del Ejército en pleno…

Mientras Ángela Robledo y un buen puñado de analistas críticos le piden con justificado soporte a Pinzón que diga de qué lado está, si con la guerra o con la paz, lo que quizá no han entendido es que le toca estar con ambas, pues es el único modo ‘políticamente correcto’ de ser a la vez ministro de Defensa de Juan Manuel Santos y jefe directo de unas Fuerzas Militares cuyo ‘mejor amiguis’ sigue siendo Álvaro Uribe.

Es de sobra conocida la fábula de los ratones que vivían atemorizados por un gato que los tenía a raya, hasta que uno propuso la brillante idea de colgarle un cascabel que delatara su presencia, pero el proyecto fracasó porque no apareció el voluntario que le pusiera el cascabel al felino. Volviendo al recuento de los anteriores procesos que fueron empujados al fracaso, el mayor mérito de Juan Manuel Santos podría estar en que es el mandatario que ha logrado por primera vez (hasta ahora, al menos) ponerle el cascabel al gato de la intransigencia militar en torno al tema de la paz.

Coincide con este planteamiento una caricatura de Osuna en El Espectador del domingo pasado, donde Pinzón se queja porque no le contaron del viaje de Timochenko a La Habana y Santos le contesta: “a usted lo necesitábamos furioso”. Ramiro Bejarano, por su parte, ve al Mindefensa convertido en un Angelino II por lo de su oposición desde adentro, y dice que “por cuenta de esta errática estrategia de mantener una voz disidente en el interior del Gobierno (…) Santos casi pierde las elecciones”. Pero no las perdió, e incluso podría pensarse que fue por cuenta de esta arriesgada estrategia que ganó las elecciones, como arriesgado fue haber apoyado rabiosamente al entonces presidente Uribe para luego, tras remplazarlo, tomar la decisión de jugársela por la paz y graduar así como su peor enemigo a quien fuera su jefe cuando ocupó el puesto que precisamente hoy ocupa Pinzón, el de ministro de Defensa.

Esto se compagina además con que ahora aparezca Pinzón convertido en presidenciable, algo que Bejarano interpreta como que “a ciertos altos funcionarios se les aparece un lagarto que les susurra al oído que ellos pueden ser presidentes, y hay algunos ingenuos lunáticos que se lo creen”. Espero no estar pensando con el deseo, pero creo más bien que ahí pudiera estar el ‘cañazo’ que un consumado tahúr como Juan Manuel Santos está desplegando para enfrentar las cartas con que juega la partida una poderosa extrema derecha partidaria de las soluciones de fuerza sobre las negociadas. Para el caso que nos ocupa, es con una buena dosis de imaginación y temeridad como vemos al presidente actual enfrentar a un rival que acostumbra recurrir al ‘todo vale’ para imponer sus propósitos.

Volviendo a la columna de Bejarano, puede que tenga razón el abogado y lúcido columnista de El Espectador en que “el día menos pensado el pragmático de Santos saca a Pinzón a sombrerazos”, en concordancia con que él mismo ha manifestado, que es “traidor a su clase”. Pero eso es algo que no debiera preocuparle a ningún demócrata, por muy liberal u opositor que fuere, mientras la historia de Colombia pueda contar algún día que hubo una vez un presidente que después de muchos esfuerzos malogrados pudo por fin ponerle el cascabel al gato…

DE REMATE: Qué campaña tan chichipata la de Bavaria con lo de “La tapa paga”. Las tapas premiadas no pagan ni siquiera una cerveza (cuando podrían rifar hasta casas y yates) sino $200, $500 o $1.000. Me cuenta un tendero que las de 500 y 1.000 nunca se ven, y las de 200 aparecen una por cada caja. Claro, como son monopolio se dan el lujo de tirarles a sus clientes cualquier monedita para premiarles su ‘fidelidad’. Preferible que no ofrezcan nada, si van a lucir como avaros. Mr. Scrooge personificado en la industria cervecera.


martes, 7 de octubre de 2014

María Jimena Duzán y su ‘adefesio’ a favor de la abstención



Tomado de Semana.com

La última columna de María Jimena Duzán es prueba palpable de que hasta el más lúcido columnista puede equivocarse, en cumplimiento del refrán según el cual “al mejor panadero se le quema el pan”.

La corajuda periodista y amena entrevistadora comienza diciendo que “por cuestión de principios, la idea (del voto obligatorio) no me atrae. Siempre he considerado que el voto debe ser libre y que el derecho a la abstención es una forma de protestar que hace parte de las democracias”. Coincidencia total, el voto debería ser libre y voluntario, es casi de Perogrullo. Pero los defensores del voto obligatorio –y por tanto de la propuesta presentada por la senadora liberal Viviane Morales- creemos que es muy difícil hablar de democracia cuando en Colombia no vota ni siquiera la mitad más uno de los votantes potenciales, y esto anularía cualquier votación, en aplicación de la irrebatible lógica que dicta el sentido común: si la mayoría no votó, ¿por qué no declarar ilegítima la elección y barajar de nuevo? Por eso decimos que la nuestra es una democracia imperfecta, o ‘imperfectísima’, para perfeccionar la idea.

Baste considerar que Juan Manuel Santos fue elegido para su primer periodo con la más alta votación que ha habido en la historia de Colombia, 9’004.221 votos; pero si comparamos ese guarismo con los 29’530.415 colombianos que según el censo electoral había aptos para votar en 2010, significa que 20’526.194 personas no votaron por Juan Manuel Santos ni por ningún otro candidato. El 69,5 por ciento, para ser exactos. Así las cosas, ¿puede estar revestido de legitimidad un presidente elegido por apenas el 30,5 por ciento de los electores potenciales?

Para la siguiente votación presidencial (junio de 2014) el margen de abstención se redujo al 60 por ciento y Santos se quitó el sambenito de haber sido elegido por una mayoría uribista. Pero la abstención sigue siendo lo más repudiable del sistema electoral, mucho más que el repudio que María Jimena pudiera sentir frente al voto obligatorio, el cual se propone solamente para las tres próximas elecciones y con propósito “pedagógico”, así a la columnista le moleste este término y el proyecto en general le parezca “un adefesio”.

Lo más grave, dice Duzán, es que el voto obligatorio “nos dejará a los ciudadanos sin la posibilidad de utilizar la abstención como una protesta ante esta realidad tan apabullante”.  Es aquí donde uno tiene la impresión de que ese día (o noche) se le fueron las luces, porque uno no se explica que respalde y avale como opción válida el abstencionismo, siendo que es ahí donde reside la madre de todos los males del actual sistema electoral, pues son quienes no votan los que con su desidia contribuyen a la elección de los políticos corruptos.

Más adelante dice la Duzán que “el voto obligatorio no va a hacer desaparecer la apatía frente a esta clase política que ha demostrado su incapacidad por (sic) seducir al electorado a través de las ideas y de los principios”. Eso puede ser cierto, pero hay un efecto positivo que la columnista soslaya –no sabemos si adrede- y es que el voto obligatorio fortalece el voto en blanco.

Mucha gente en acto de protesta cometerá la imbecilidad de rayar o dañar el tarjetón, pero habrá los más inteligentes que manifiesten su rechazo a la obligatoriedad mediante el voto en blanco, el cual traduce “no hay por quién votar”. Así, podría incluso ocurrir que en la primera elección con voto obligatorio triunfara esta opción y por tanto ‘obligara’ a barajar de nuevo, pues los candidatos que fueran objeto de ese repudio colectivo no se podrían presentar en la siguiente contienda. ¿Será que esta ‘obligatoriedad’ sí es del agrado de María Jimena, o tampoco?

Ahora bien, ¿qué puede haber de malo en que se asuma no como una opción sino como un deber el voto, del mismo modo que estamos obligados a cumplir con el deber de pagar impuestos? Colombia vivió durante 16 años (una generación entera) bajo un Frente Nacional en el que cada cuatro años se rotaban el poder los partidos Liberal y Conservador, con distribución equitativa de ministerios, contratos y burocracia. Esto trajo como consecuencia que la gente se hastió de la política, porque de antemano se sabía quién iba a ganar. Y como carambola en billar, condujo a los aberrantes niveles de abstención que hoy les pavimentan el camino a los clanes políticos que en muchas regiones operan como mafias y se hacen elegir con un número bajísimo y ‘amarrado’ de electores.

Dice también María Jimena que “el voto obligatorio nos forzaría a votar por unos partidos que cada vez nos representan menos”. Eso tampoco se le entiende. ¿Acaso estamos en los tiempos de la Unión Soviética, cuando solo se podía votar por los candidatos de un único partido? Y menos sentido tiene cuando sale con que “de pasar esta propuesta se terminaría cuestionando al ciudadano que no vota”, como si hubiera que premiarlo por ser cómplice de los corruptos con su indiferencia. A Colombia ya no la rigen los dos partidos tradicionales que antaño se repartían la marrana. Hoy hay opciones de todos los colores y tendencias, y no es descalificando al Polo Democrático ni ignorando a la Alianza Verde y otras alternativas como se le tuerce el pescuezo a la realidad para dibujar un repertorio electoral sombrío.

La prioridad del momento es derrotar la abstención, así sea por decreto. A grandes males, grandes remedios. Ya después se verá qué hacer con la plata que el Estado paga por la reposición de cada voto, o con cualquier otra arandela que se le quiera agregar o resolver. Lo importante es que por fin sepamos quiénes son los que las verdaderas mayorías quieren que los gobiernen, y sin descartar –como ya se dijo atrás- que en acto de protesta colectiva gane el voto en blanco, en cuyo caso habría un legítimo triunfador: la democracia.

¿Por qué algo tan simple de entender se convierte en “un adefesio” para María Jimena Duzán, ah?


DE REMATE: El uribismo está a favor del voto obligatorio porque espera arrastrar mucho voto de opinión a favor de su caudillo, pero el tiro les puede salir por la culata, pues el pedestal ha comenzado a mostrar el cobre y la oxidación del metal parece irreversible.

jueves, 2 de octubre de 2014

"Porque te quiero, te mato"




Con el paso de los días la ocurrencia de crímenes pasionales viene en aumento, en una proporción que invita a preguntarse a qué obedece que esta modalidad de asesinato tenga ahora tantos practicantes o ‘afectos’.  

Para citar los dos casos más recientes en Colombia, en Pereira un vendedor de carros mata a sus dos pequeños de 2 y 4 años de edad y luego se suicida, y en Vélez otro individuo en un ataque de celos hace lo mismo tras disparar sobre su esposa, su hija de 14 años (en la boca) y el hijo menor, de 7 años. Mientras tanto, desde el otro lado del género una eminente médica colombiana del MD Anderson Cancer Center (Houston, Texas), Ana María González, es condenada a diez años de cárcel por envenenar al también médico George Blumenschein, con quien sostenía una relación de sexo casual a pesar de que este tenía novia.

Aunque no fue posible encontrar estadísticas claras sobre el crimen pasional, un informe de Medicina Legal sobre el comportamiento del homicidio en 2013 muestra que de los solamente 3.780 casos donde se pudo establecer el motivo (entre los 14.294 ocurridos ese año), el 48,28% correspondió a “violencia interpersonal impulsiva”. Y de los 110 casos que se presentaron específicamente de “violencia de pareja”, en 97 casos las víctimas fueron mujeres y sólo en 13 casos lo fueron hombres.

En este contexto lo ocurrido con Ana María González sería una excepción a la regla, solo que bien llamativa, por tratarse de una de las más importantes oncólogas de Estados Unidos y porque su conducta se ajustó con ‘fidelidad’ a la Atracción fatal que expuso la película del mismo nombre, en la que un encuentro clandestino entre el abogado neoyorquino Dan Gallagher (Michael Douglas) y una madura pero atractiva Alex Forest (Glenn Close) desarrolla en esta última una obsesión que termina en tragedia.

Son precisamente tragedias pasionales las que con mayor frecuencia se vienen presentando en Colombia, y las cifras de Medicina Legal con toda seguridad se incrementarán para el año en curso, porque así lo vienen  mostrando los titulares de prensa. Sea como fuere, llama la atención su incidencia cada vez más alta sobre mujeres, en lo que ahora se conoce como “feminicidio” y sin que la palabra homicidio represente el antónimo, por cuenta de la también en boga inclusión idiomática de género.

En busca de una palabra que dé explicación a lo que viene ocurriendo, encontramos dos: liberación femenina. Es un hecho indubitable que en los últimos 30 años, de algún modo contagiadas por el hipismo de los años 70 y su revolución del amor libre, mujeres de todos los confines del planeta han desencadenado una revolución sexual que está afectando profundamente sus relaciones con los hombres.

Se trata de una cita a la que muchos ‘machos’ llegaron tarde, porque se niegan a entender que la mujer ha ocupado unos espacios en los que antes desempeñaba un rol de sumisión o inferioridad, los cuales van desde el ámbito laboral hasta la conquista de su propia libertad sexual (todo ello ligado a la práctica de su derecho a la felicidad), mientras que un sentimiento atávico de posesión machista impulsa al sexo opuesto a impedirlo. En Colombia el fenómeno se ha venido presentando con especial crudeza, por cuenta de unas estructuras de pensamiento arcaicas ligadas incluso a dogmas religiosos, donde la mujer le debe obediencia, sometimiento y fidelidad al hombre.

Hay casos de casos, claro está: está el del celoso patológico Samuel Viñas que en Barranquilla durante  la celebración del Año Nuevo asesina a su exesposa Clarena Acosta delante de sus hijos (pero el muy cobarde no se suicida), hasta el del rey de burlas que después de 20 años de matrimonio descubre que su señora mantuvo relaciones íntimas con tres de sus amigos, y al enterarse se debate entre matarla, suicidarse o dejarla, y escoge la tercera opción, para salvación de todos los involucrados.

Según Françoise Giroud (Hombres y mujeres, Editorial Planeta) “el drama de los celos consiste en que mientras más vigilada y espiada se halla una, más se ahoga y más tentada se siente a alimentar la sospecha”. A lo cual responde en el mismo libro el pensador Bernard-Henri Lévy, ubicando la discusión en un contexto humano, demasiado humano: “desde que hay amantes, hay celosos. Y los celos son inconfesables. Y hay hombres, eventualmente filósofos, que estrangulan a su mujer”.

Se trata de un fenómeno cuyas raíces son incluso étnicas, pues en Occidente seguimos atados a una moral judeocristiana que subyace en el inconsciente colectivo y le teme al “poder desmesurado del placer femenino”. Al respecto dice la Giroud que “si se dejara actuar a la mujer, agotaría la energía del hombre”. De otro lado, es sabido que los chinos –y las chinas- tienen una vida erótica más intensa y refinada, quizá debido a que ignoran la noción de pecado. Para no hablar de los esquimales, quienes no conocen los celos y por tanto, cuando un extraño llega a su iglú, lo más refinado de la hospitalidad es prestarle la mujer.

El llamado a la serenidad hay que hacérselo sobre todo a los varones, pues son esos condicionamientos culturales incorporados como un chip a estereotipos machistas los que a veces convierten a un hombre culto y respetado en un asesino, por culpa de una ‘canita’ que quiso echarse su mujer, cuando la solución al problema pudo haber estado en tomarse unos días de descanso en Groenlandia, donde abundan los iglúes.


DE REMATE: La lluvia de amenazas que se ha desatado contra líderes de izquierda y defensores de Derechos Humanos, parecería el coletazo de una bestia herida. Como llamativa coincidencia, los más amenazados son quienes más duro han hablado contra Álvaro Uribe.