miércoles, 26 de agosto de 2015

Turismo en Santander: ¿para dónde se va la plata?




Toda la estrategia política de la familia Aguilar para la toma económica de Santander gira en torno al turismo. Ahí confluyen en trípode el exgobernador Hugo Heliodoro Aguilar que construyó el faraónico Parque Nacional del Chicamocha (Panachi); su hijo Richard, que inauguró el Cerro del Santísimo y el Acuaparque del Chicamocha; y su hermano mayor Nerthink Mauricio, quien desde el Senado impulsó la Ley del Turismo aprobada en julio de 2012, que concede privilegios y exenciones a las empresas dedicadas al ramo, y cuyo mayor vacío es que no establece responsabilidades ambientales ni contempla la participación o vigilancia de las autoridades relacionadas con esta “industria sin chimeneas”.

Está muy bien que una familia quiera dedicarse a promover a Santander desde lo turístico, pero está muy mal si los ingresos generados por esta actividad no llegan en mayor cuantía a las arcas de la gobernación o de las alcaldías respectivas, sino a manos privadas. Y por lo visto, están llegando a manos llenas.


En el caso que nos ocupa esas manos privadas son la Corporación Panachi (Corpopanachi), creada por el coronel Hugo Heliodoro Aguilar, una entidad privada sin ánimo de lucro con supuesta “participación pública mayoritaria”. Carlos Fernando Sánchez, primer gerente de Panachi y hoy candidato títere del coronel a la gobernación (ver El candidato sin alma, de Diana Giraldo), quien al comenzar la gobernación de Aguilar pagaba arriendo en estrato 4 y al terminar era dueño de una lujosa mansión en Ruitoque, dijo en reunión del OCAD que estos proyectos turísticos generan 15 mil empleos directos y que Santander “percibirá casi 1 billón 500 mil pesos a 2020”.

Lo primero puede ser cierto pero lo segundo constituye una falacia, porque la plata de esos proyectos turísticos no le está entrando al departamento sino a Corpopanachi, la cual no está sometida al régimen de contratación estatal y por tanto contrata todo por vía directa, sin supervisión de ninguna autoridad pública. Esto no lo digo solo yo, lo dice un documentado informe elaborado por las periodistas Johanna Paola Bejarano, Xiomara Montañez y Jazmín Rodríguez, titulado ‘Los Aguilar y los lazos del turismo en Santander’.

Durante reciente entrevista en streaming de La Silla Santandereana con el candidato del coronel, el periodista Manolo Azuero intentó que Sánchez dijera al menos cuántos fueron los ingresos de Corpopanachi en el último año (no las utilidades, por el supuesto “sin ánimo de lucro”) o en qué los han invertido, pero su respuesta fue gaseosa y dejó la sensación de que es abrumadoramente más lo que ocultan que lo poquísimo que en inversiones para el desarrollo económico y social del departamento están mostrando, además de que solo reinvierten en lo que a la familia Aguilar y a sus súbditos o asociados les sigue reportando pingües ganancias: el turismo.


¿Cuánto vale subirse al teleférico que lo lleva a visitar la imagen del Santísimo? Treinta y cinco mil pesos. Por muy odiosas que sean las comparaciones, con dos cupos en ese teleférico se paga lo de un viaje Bucaramanga – Bogotá en bus preferencial de Copetrán, con baño independiente para mujeres.

Durante el foro el foro ‘Santander: un destino por conocer’ convocado por la revista Semana, el gobernador Richard Aguilar dijo que “el turismo en Santander genera más recursos que las regalías que recibimos. Este año llegaron menos de 100.000 millones de pesos por regalías. Por turismo han entrado 120.000 millones”. Habrá que ver si la cifra es real, porque podría ser mucho más alta, y para resolver el intríngulis solo se requiere que rindan cuentas claras, en consideración a que la legislación hoy vigente –desarrollada por Nerthink Mauricio a la medida de sus necesidades- y la clase de sociedad que constituyeron les permite operar con mayor ‘libertad’ de movimientos.

No se trata de levantar falsas sospechas sobre lo que podría estar funcionando bien, pero en medio de una campaña electoral donde se mueven tantos y tan sensibles intereses, los Aguilar deberían estar en la obligación de contar cuál es el manejo que le están dando a los multimillonarios recursos provenientes del turismo.

DE REMATE: Hay otro punto sensible donde alguna autoridad de control debería actuar, y es en la descarada utilización política con fines electorales que ‘Santander en Serio’ viene haciendo de las obras turísticas. Esto incluye desde los buses repletos con gente de ‘escasos recursos’ que llevan al Parque Panachi –con almuerzo incluido- para que voten por Carlos Fernando Sánchez, hasta la utilización que este hace de una imagen con fuerte raigambre en el imaginario religioso popular: el Santísimo, o sea Jesucristo. Porque Zeus, no es. Esto viene ocurriendo tanto en medios impresos como en videos que circulan profusamente en Internet. Y nadie se atreve a decir ni mu…

miércoles, 19 de agosto de 2015

Jaime Garzón y Álvaro Gómez: ¿asesinados por los mismos?




Si algo tienen en común los asesinatos del político conservador Álvaro Gómez Hurtado y del periodista Jaime Garzón, es que fueron planeados y ejecutados por un “aparato organizado de poder”. Pero lo sorprendente no es eso sino que, basados en las declaraciones que alias 'Don Berna' dio desde una cárcel de Miami el miércoles 12 de agosto, podría pensarse que tuvieron los mismos victimarios, o sea que detrás de ambos habría estado el mismo aparato de poder.

Comencemos por Jaime Garzón, cuyo crimen lo justificaron en que se estaba lucrando con sus mediaciones para liberar a secuestrados de las FARC, y en tal medida era miembro o al menos cómplice de ese grupo guerrillero. ‘Berna' vinculó a los generales (r) Enrique Mora Rangel (entonces comandante del Ejército), Harold Bedoya y el mayor de la Policía Mauricio Santoyo. A los anteriores se agrega José Miguel Narváez, quien habría convencido a Carlos Castaño de la conveniencia de matar al humorista, y el coronel Jorge Eliécer Plazas, acusado de haber entregado a los sicarios de la banda La Terraza de Medellín la información requerida para ubicar y matar al día siguiente a Garzón.

La información aportada por el declarante permite advertir que ese aparato de poder no se limitó a cometer el crimen, sino que desvió la investigación (de lo cual se encargó el DAS) e intentó borrar toda evidencia de los vínculos entre los paramilitares y el homicidio, tarea en la que habría cooperado el coronel Santoyo (exjefe de Seguridad de Álvaro Uribe) interceptando las comunicaciones de los jefes de La Terraza, ocho de ellos invitados por Castaño a una finca en Córdoba, donde fueron asesinados y enterrados en fosa común.

En lo referente al asesinato de Álvaro Gómez, la hipótesis más fuerte, investigada por los fiscales generales Alfonso Valdivieso y Alfonso Gómez Méndez entre 1995 y 2001, apuntaba a un grupo de militares golpistas que querían por un lado propiciar la caída de Samper y por otro acallar al líder conservador, a quien le habrían propuesto encabezar un gobierno de transición tras un golpe de Estado que estaban fraguando, y al cual él se habría negado. Esta tesis es compartida por el hombre mejor informado durante el gobierno de Ernesto Samper, el embajador de Estados Unidos Myles Frechette, quien en entrevista para NTN24 el pasado 22 de enero dijo que “fueron algunos derechistas y militares los que pensaron en eso, quienes habían hablado con él (Gómez Hurtado) de un posible golpe que se venía discutiendo mucho en Bogotá”.

Un primer elemento coincidente en las muertes de Garzón y Gómez es que el coronel Jorge Eliécer Plazas y el general Rito Alejo del Río aparecen vinculados a ambas, y según artículo de El Tiempo el propio Plazas afirmó al ser detenido, que “quiere decir la verdad sobre el crimen de Garzón y el de Álvaro Gómez Hurtado, la masacre de Mapiripán y otros homicidios atribuidos a los ‘paras’ en asocio con militares”.

Un segundo aspecto coincidente lo aporta Carlos Castaño en su libro ‘Mi confesión’, donde dice en la página 234: “Pensé en contar lo que conozco sobre su asesinato, pero me arrepentí. Primero, no tuve nada que ver y segundo la verdad ya la conocen los afectados (la familia Gómez Hurtado). Por una extraña razón, entre ellos y los victimarios parece que se hubiese pactado un armisticio sordo y rencoroso. El crimen del líder conservador fue perpetrado por un sector del narcotráfico y uno del Estado”. Y más abajo dice: “Dudo si deba ser yo el que revele la verdad sobre el responsable de la muerte del doctor Gómez, sobre todo cuando la gente del poder ha preferido guardar silencio. Lo que sí permanece claro para mí es que han tratado de torcer la verdad de manera insistente”.

Hablando de “torcer la verdad” entra en escena el narcotraficante Hernando Gómez Bustamante, alias ‘Rasguño’, a quien el 26 de noviembre de 2013 una Corte de Nueva York condenó a 30 años de prisión, tras sentenciar que “todas las declaraciones que había entregado el narcotraficante en procesos como el del magnicidio de Álvaro Gómez (…) carecían de veracidad y hacían parte de una estrategia para buscar beneficios jurídicos que le ayudaran a rebajar su condena”. (Ver artículo sobre condena).

Para no abandonar las coincidencias, un año antes (noviembre 15 de 2012) se conoció  un informe de RCN Noticias donde se afirma que las declaraciones de ‘Rasguño’ culpando a Ernesto Samper y Horacio Serpa de haber instigado el crimen, fueron “producto de un plan del extinto jefe paramilitar Carlos Castaño para desviar la investigación y proteger a un alto oficial del Ejército”, y que la Fiscalía tendría las pruebas. (Por cierto, ¿qué le habrán mostrado al periodista de RCN para que hubiera hecho afirmación tan contundente?)

Pero ahí no acaban las sorpresas, porque el 16 de diciembre de 2013 Semana.com reveló las declaraciones que el 15 de mayo de ese año había dado a fiscales de Justicia y Paz el exparamilitar Edwin Zambrano, alias ‘William’, donde afirmó que “para agosto de 1995 se hizo un consenso de comando de milicias urbanas de las autodefensas en la finca Campo Dos en la vía a Valencia, presidida por Carlos Castaño, Vicente Castaño y varios narcotraficantes como Varela, Hernando Gómez Bustamante, alias Rasguño, y el general Rito Alejo del Río”. (Ver artículo).

En esa reunión los narcos asistentes habrían expuesto que Álvaro Gómez “estaba dando bastante incentivo a los medios sobre la influencia del narcotráfico en la campaña de Samper, por lo que era necesario betar (sic) esa propaganda para que no se distorsionara una posible negociación de narcotraficantes en el futuro”. Según Zambrano, el general Rito Alejo del Río “determinó que el operativo más seguro sería a la salida de la universidad donde laboraba el doctor Gómez, y que la única forma era filtrar la seguridad por medio del mismo Estado”.

El asesinato de Álvaro Gómez ocurrió el 2 de noviembre de 1995, y en ese momento el general Rito Alejo del Río era en la Brigada XIII de Inteligencia del Ejército el superior inmediato del coronel Jorge Eliécer Plazas, hoy acusado de haber tenido una participación directa en el crimen de Jaime Garzón, ejecutado el 13 de agosto de 1999.

¿Ya se va entendiendo por dónde va el agua al molino?

DE REMATE: José Miguel Narváez, acusado de haber sido el determinador del asesinato de Jaime Garzón, está 'preso' en la Escuela de Comunicaciones del Ejército en Facatativá, pese a que nunca ha sido oficial de las Fuerzas Armadas. Por este motivo debería estar en una cárcel ordinaria, pero tiene “club por cárcel”. Y nadie se atreve a decir ni mu…

martes, 11 de agosto de 2015

Diomedes, el antigalán de La Junta


Tienen razón los que se oponen a la ‘Ley Diomedes’ que pretende rendirle homenaje a la obra del cantante, en parte porque su muerte es reciente y ofende a las víctimas –entre estas a los parientes de Doris Adriana Niño- y en parte porque la iniciativa despide un tufillo electoral, como de querer congraciarse con potenciales votantes costeños.

Sin embargo, no tienen razón los que se oponen a la emisión de la serie ‘Diomedes el Cacique de la Junta’, que emite el canal RCN desde el 16 de enero. Y lo dice un converso, pues fui por esos días el primero en protestar desde las redes sociales cuando observé escandalizado que el eslogan de la campaña promocional era “Diomedízate”, un colosal desacierto que luego se encargaron de corregir, y la prueba es que en Internet ya no aparece esa imagen. Desacierto, sí, porque la idea de ‘Diomedizarse’ se prestó para memes donde aparecían desde niños consumiendo cocaína hasta la foto del fichaje cuando el ‘Cacique’ ingresó a la cárcel de Valledupar.


Yo tenía mi conciencia tranquila por haberme opuesto a lo que llamé “un esperpento”, cuando creía que por tratarse de una telenovela iban a falsificar la vida de Diomedes y a mostrarlo como un galán digno de imitación. Pero una noche por curiosidad vi un capítulo completo y mi sorpresa fue mayúscula al comprobar que lo muestran como un antigalán, o sea como lo que en realidad fue: un mujeriego, bebedor, machista, mentiroso y periquero, pero a la vez como un gran poeta popular de eximia inspiración para componer sentidas canciones que llegaban al alma de su “fanaticada”, en todos los rincones del país.

Como ‘a todo señor todo honor’, es mi deber retractarme de lo que había dicho sin conocimiento de causa y reconocer que estamos frente a una ‘señora’ producción televisiva, donde se perciben dos propósitos claros: uno, mostrar al cantante en su faceta más humana, con todos sus defectos de adicto al sexo y a otras cosas; y dos, construir una novela si se quiere costumbrista, con una preocupación auténtica por rescatar el folclor vallenato y en tal medida retratar con fidelidad una cultura autóctona y auténtica, donde se reflejan las costumbres, los dichos (“al que le van a dar le guardan”), las pantagruélicas exageraciones y ese ‘cógela suave’ del alma Caribe.

Hay que hablar sobre todo de los personajes y sus actuaciones naturales, que son un verdadero deleite, comenzando por el propio Diomedes (Orlando Liñán), sin ninguna experiencia como actor pero culpable en gran parte del éxito de la serie, pues en sus gestos y ademanes parece haber clonado al artista. Y ni qué decir del que en la vida real fue su suegro, conocido como ‘el negro Arjona’, en magistral interpretación ciento por ciento machista de Víctor Trespalacios: “yo te llego a ver con un vergajo de esos, cojo y te reviento. No me vas a llegar preñada como tu prima”.


También brillan con luz propia la Lucía Arjona (Laura Rodríguez) que interpreta a la real Patricia Acosta; la alcahueta madre actuada por Adriana Ricardo; Joaco Guillén con su espíritu altruista y colaborador; y la hermana menor de Diomedes (Rosa), un gran acierto de la caleña Emilia Ceballos pero acompañada de un gran desacierto: el actor que interpreta a su novio, de quien la verdadera hermana le dijo a la bella actriz que la interpreta: “¿Por qué te pusieron ese novio tan feo? Yo tengo malos ratos, pero no malos gustos.”

Si algo se debe destacar es el rigor investigativo que aplicaron para confeccionar la historia, así como el sello del director de libretos (Fernando Gaitán) en la caracterización de cada personaje, en reminiscencia de series como Café –otra región plasmada en sus raíces culturales- o Betty la Fea, de la que parece haber salido Yurleidis (Alejandra Azcárate, sobrada, mirá ve…), la amante valluna que en realidad no existió pero a quien quizá metieron para atraer público cachaco o de la zona andina.

La polarización en torno a ‘Diomedes’ obedece en gran parte a que vino precedida de series como ‘El patrón del mal’, ‘El señor de los cielos’ y otros capos (I, II, III), lo cual condujo a que se emparentara la producción con su vida disoluta –con el mal, precisamente- y la faceta de artista quedó relegada a un segundo o tercer plano. Lástima.

Hace por lo menos tres meses he venido siguiendo la serie, y mi intención era escribir esta columna luego de ver el capítulo donde aborden la muerte de Doris Adriana Niño, pero la coyuntura del debate en torno a la ‘Ley Diomedes’ me hizo comprender que este es el momento indicado para expresar un punto de vista al respecto.

Mi impresión personal es que la serie de Diomedes se defiende sola, que está muy bien hecha, y que mucha gente debería dejar a un lado sus prejuicios y comenzar a seguirla, porque puede ser incluso instructiva en que por muy artista que uno sea, los excesos solo conducen a una muerte segura.

Hay un punto sin embargo en el que sí se debe protestar, y es en la publicidad camuflada que le hacen al whisky que más se consume en la costa, cuya botella cuadrada ‘marroncita’ no se cansan de mostrar en cuanto concierto, ‘toque’ o reunión familiar escenifican, con gente levantando el envase en actitud animada. ¿Cuánto les estarán pagando por eso? Con toda seguridad, un ‘billetal’. Si fuera alguna gaseosa de Postobón, va y pase; pero… ¿por qué un canal de televisión nacional promueve de manera tan subliminal y sin control alguno un producto alcohólico? Ahí cuando menos se están saltando olímpicamente el obligatorio mensaje “El alcohol es perjudicial para la salud, prohíbase el expendio de bebidas embriagantes a menores de edad…”, etcétera.

De resto, como diría el muy costeño Pibe Valderrama (este sí digno de imitar): “todo bien, todo bien”.

DE REMATE: Noticias Uno reporta que recibió “una hora después de ocurrido el siniestro” el audio donde un técnico de la Policía dice del helicóptero Black Hawk accidentado en territorio del clan Úsuga, que “parece ser que los impactaron por debajo pero no balas, sino como un tatuco”. ¿En manos de quién está grabar a un ingeniero que no fue testigo del accidente, coger esa grabación y editarla, reproducirla y distribuirla entre los medios de comunicación en menos de 60 minutos? ¿Acaso en diligentes y muy bien ágiles  manos… negras?

martes, 4 de agosto de 2015

Lo que hoy tienen de bueno las FARC




Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) tuvieron de bueno en sus comienzos que en acto de legítima rebeldía se alzaron en armas contra un sistema bipartidista cerrado que se alternaba el poder cada cuatro años y no les brindaba canales de expresión política a los campesinos ni soluciones a los problemas de explotación económica e inequidad entre el campo y la ciudad.

A medida que se organizaban las FARC fueron creciendo, como resultado en parte de la justeza de sus acciones y en parte de una estrategia militar mediante la cual sostenían presencia en vastos territorios nacionales desamparados por el Estado. Eso les daba de algún modo validez a que se llamaran Ejército del Pueblo (EP), pues llegaron a tener 7 bloques (Caribe, Magdalena Medio, José María Córdoba, Occidental, Sur, Central, Jorge Briceño) y más de 50 frentes, y fue esa acumulación de fuerzas y su consecuente capacidad de producir zozobra lo que en la campaña electoral de 1998 entre Horacio Serpa y Andrés Pastrana les permitió inclinar la balanza a favor del segundo con solo invitarlo a que se tomara una foto con Tirofijo. Sabían que a Pastrana sí le podrían meter el dedo en la boca, como en efecto hicieron.


Pero fue precisamente en ese momento de mayor poderío militar y control territorial, durante las conversaciones del Caguán, cuando comenzó el declive de las FARC. El 20 de febrero de 2002 forzaron la ruptura del proceso de paz con el secuestro del avión donde viajaba el senador Jorge Géchem, y a esa torpeza le sumaron el secuestro indiscriminado de civiles (tras Géchem cayeron Íngrid Betancourt, Clara Rojas, Guillermo Gaviria, Gilberto Echeverry…), lo cual condujo a la creación de verdaderos campos de concentración en medio de la selva y de ahí a su bancarrota como proyecto político.

Gracias a que el país se sintió burlado y humillado con su prepotencia salvaje, las FARC propiciaron la elección de un sujeto como Álvaro Uribe, frente al cual uno no sabe quién es peor, si este o su némesis. De cualquier modo, fue precisamente en él que engendraron la semilla de su propia derrota política y militar, que es la que hoy los tiene sentados conversando en La Habana con Juan Manuel Santos, su segundo verdugo. (O acaso, ¿quién fue el que les mató a su máximo comandante ‘Alfonso Cano’ mientras sostenían conversaciones secretas…?)

En sus 51 años próximos a fenecer, las FARC enfrentaron a dos enemigos: el Estado representado en su Presidente y su Ejército Nacional, y las fuerzas oscuras que ante su crecimiento trabajaron en forma coordinada para concebir, fortalecer y regar por toda la geografía nacional ese monstruo de mil cabezas conocido como las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Ante la imposibilidad de enfrentar a la subversión por la vía institucional, empresarios y ganaderos financiaron o se hicieron los de la vista gorda con los sectores militares de extrema derecha que armaban o protegían (o capacitaban) a grupos comandados por desalmados narcotraficantes para que les hicieran el ‘trabajo sucio’, mientras protegían sus rutas de la cocaína o les recibían uno que otro dinerillo por debajo de cuerda.

En este punto de la historia obliga traer a colación una frase de Los Simpson que explicaría el auge de esas fuerzas oscuras: “La Administración no aprueba la justicia por cuenta propia, a no ser que dé resultados”. A partir del auge de las Convivir y su transformación –y proliferación- en grupos de autodefensas se inició una sistemática y macabra tarea de aniquilación del enemigo secándole la fuente de donde bebían, mediante masacres indiscriminadas de campesinos, desapariciones y despojos de tierras. Esto último funcionaba como cuenta de cobro anticipada por sus servicios, pues se iban apropiando de lo que encontraban a medida que sembraban muerte y desolación a su paso. (Y si no nos creen, pregúntenle al honorable magistrado Jorge Pretelt. Él conoce la historia de primera mano e incluso le sacó buen provecho).

Parte de lo macabro de esas operaciones de tierra arrasada fue que vinieron acompañadas de una rentabilidad política sin precedentes, pues condujo a la Presidencia a alguien de quien existen serios indicios de haber sido desde la sombra el Comandante en Jefe de esas fuerzas, alguien que nunca se paró en contemplaciones para lograr sus objetivos y se distinguió por rodearse en su círculo más cercano de la peor gentuza, como los dos consecutivos jefes de Seguridad de la Presidencia (Mauricio Santoyo, Flavio Buitrago) y su primer director del DAS, Jorge Noguera, sin que ello le hubiera acarreado siquiera una pequeña cuota de responsabilidad política.

Terrible paradoja la que ha vivido la historia de Colombia en sus dos últimas décadas, que quien mejor enfrentó a las FARC y las obligó a acudir a una negociación de paz, hoy es señalado hasta por la justicia internacional de haber recurrido a “todas las formas de lucha” (por ejemplo, lo de los ‘falsos positivos’) en busca de su aniquilación. Ello le haría merecedor a similares sanciones penales a las que exige para el bando que combatió, pero al que quisiera forzar al escalamiento de las acciones para calmar la sed que trae de aplastarlos desde que le mataron a su padre.

Álvaro Uribe se catapultó a la Presidencia de la República porque prometió acabar con las FARC, y aunque no lo logró, sigue teniendo combustible político mientras estas permanezcan en La Habana o las sigan combatiendo, que es por supuesto la vía preferida del exmandatario.

En este contexto, ya sabemos qué es lo que hoy tienen de bueno las FARC: que el día que dejen las armas y se incorporen a la vida política, Uribe se queda sin oficio, porque se le habrá acabado la gasolina con la que incendia los ánimos del país entero.

En otras palabras: “Si desaparece el enemigo, desaparece su razón de ser. La paz los aniquila”.

DE REMATE: El domingo pasado la edición 1.735 de Semana trajo el artículo “Operación tapen-tapen” -que debió ser carátula-, donde muestra audios que delatan la estrategia de militares detenidos por falsos positivos que buscaban desviar las investigaciones y ocultar responsabilidades de los altos mandos. Lo increíble fue que tan escandalosas revelaciones no tuvieron ninguna repercusión en otros medios. No pasó nada, absolutamente NADA. ¿En qué país vivimos, ah?