miércoles, 30 de septiembre de 2015

Uribe no es ningún hazmerreír



El impacto que produjo en Álvaro Uribe Vélez el anuncio de que en el curso de los próximos seis meses se firmará un acuerdo de paz entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC fue tan demoledor, que de la burla se puede pasar fácilmente a desarrollar un sentimiento de genuina compasión.

Algo ocurre en él que parecería rebasar los límites de la cordura, y eso debe tener en aprietos a la plana mayor de su partido (Óscar Iván, Rangel, Paloma, José Obdulio…), que deben estar pensando ‘trágame tierra’ pero nada pueden hacer, porque donde manda caudillo no interviene segundón, y segundones son todos en el Centro Democrático, menos Uribe.

En el curso de las 48 horas siguientes al anuncio de una fecha para la paz acompañado de la foto de Santos y alias Timochenko dándose la mano, Uribe envió al menos 96 mensajes de Twitter que fueron vistos por sus cuatro millones de seguidores (yo no, porque me tiene bloqueado), los cuales dieron pie a que Michael Shifter, presidente del Diálogo Interamericano, reportara al Washington Post que “está tuiteando una tormenta. Simplemente no se detiene (…) es implacable”. (Ver artículo). Y ese mismo periódico al día siguiente lo comparó con el sujeto que suele interrumpir un espectáculo gritando desde las gradas, y agregó que “está librando una guerra individual contra el proceso de paz con las FARC”. (Donde ‘individual’ significa que ni su propio partido lo apoya).

Pero ahí no para la vergüenza –para el país, inclusive-, porque a continuación el Huffington Post reparó en un fotomontaje que Uribe reprodujo en su cuenta de Twitter como si fuera real: una portada del Daily News en español, edición que no existe. Y dijo que “un expresidente acaba de hacer el ridículo con una portada falsa”.

Hizo el ridículo, sí, ante propios y extraños, pero tal vez no se ha contemplado que semejante ‘oso’ pudiera ser intencional, o sea calculado. Ahí Uribe no le habla al ilustrado que enarca sus cejas en señal de asombro ante tan burdo montaje, sino a la plebe inculta y abyecta, esa que asume como verdad eterna todo lo que sale de la boca o del Twitter de su líder, y cualquier cosa que se diga en su contra obedece a que es víctima de persecuciones, pero no importa porque él es “un guerrero y el modelo de hombre heroico a seguir”, como le escuché decir a un taxista bajando del aeropuerto Palonegro. (A quien preferí no llevarle la contraria, por supuesto…)

Por esos mismos días circuló otro fotomontaje, esta vez de la supuesta cuenta ‘oficial’ de Juan Manuel Santos donde se lee que “Hoy le quiero pedir a Timochenco (sic) perdón por todos los guerrilleros muertos en combate, los Colombianos pidamos perdón”. Y el mensaje aparece retuiteado por Gustavo Petro. No vamos a decir que esta segunda ‘pieza de campaña’ haya sido craneada también por Uribe, pero se ajusta a los cánones de la propaganda negra que ciertas agencias de inteligencia secreta suelen elaborar y distribuir con perverso propósito, algo en lo cual el exmandatario es un verdadero genio. (En lo de la propaganda, quiero decir).

Cualquier persona medianamente informada se burla con desdén de esos dos fotomontajes, pero no comprende que ambos cumplieron el objetivo político buscado, pues todo ignorante ‘adorador’ del caudillo que los vio se enteró de que un periódico norteamericano se lamentaba porque Santos les regaló la patria a las FARC, y no contento con eso el Presidente le pidió perdón al más grande guerrillero que hay en Colombia, y como si fuera poco les ordenó a los colombianos hacer lo mismo…

¿Les parece poquita cosa lo que se inventó Uribe para manchar la imagen del presidente que por fin fue capaz de ponerle el ‘cascabel al gato’ de los eternos saboteadores de la paz? Que los periodistas digan que se convirtió en hazmerreír de los medios internacionales, eso le resbala como el agua sobre las alas de un pato. Bastarán unos días para que los editores de los grandes medios nacionales se olviden del burdo montaje y vuelvan solícitos a reproducir cuanta barrabasada se le ocurra espetar de su boca mentirosa, aunque asombrosamente calculadora.

Así las cosas, de aquí al 23 de marzo venidero algo nuevo se ingeniará para convencernos que de hazmerreír no tiene nada, porque todo lo planea, elabora y emite con frío cálculo. E iremos descubriendo, además, que esas aparentes burradas sin anestesia son para que nos quede claro que ni a él ni a quienes le acompañan desde la penumbra les van a hacer tragar tan fácil el sapo de la paz y la reconciliación entre los colombianos.

¿Un hazmerreír? No señores. Un hazmellorar.

DE REMATE: A lo que más le teme Uribe es a la Comisión de la Verdad, aprobada en el ciclo 37 de la Mesa de Diálogo de La Habana y definida como “Comisión para el esclarecimiento de la verdad, la convivencia y la no repetición”. Ese esclarecimiento de la verdad puede servir por ejemplo para saber de qué tan alto llegaron las órdenes en torno a los ‘falsos positivos’, algo que involucró a todas las brigadas del Ejército, incluso a las que estaban en zonas sin presencia guerrillera. Las ejecuciones extrajudiciales son delitos de lesa humanidad, no amnistiables ni excarcelables. Si Jesucristo decía que “la verdad te hará libre”, en este caso ocurriría lo contrario: “la verdad te hará preso”.

martes, 22 de septiembre de 2015

Objetivo: hundir a Serpa




Hoy he querido abusar de la confianza que me brindan El Espectador y su ilustre director, don Fidel Cano, para anunciar un libro de mi autoría que será lanzado la semana entrante en la Sociedad Económica de Amigos del País, titulado ‘Objetivo: hundir a Serpa’. La empresa que lo patrocina es Ícono Editorial, dirigida con eficiencia por Gustavo Mauricio García, veterano editor. El prólogo es de León Valencia y en la investigación periodística fue valiosa la colaboración de Lucho Celis, hoy vinculado a Las 2 Orillas, aportando luces para la solución del conflicto armado.

El libro es una entrevista periodística de largo aliento a Horacio Serpa Uribe. Su origen se ubica en noviembre de 2014, cuando con motivo de un nuevo aniversario del asesinato del dirigente conservador Álvaro Gómez Hurtado arreció una dura campaña mediática contra Ernesto Samper y Horacio Serpa, en la que confluyeron las periodistas María Elvira Arango con Los Informantes de Caracol, Vicky Dávila con La FM de RCN y María Isabel Rueda desde sus trincheras en El Tiempo y La W.

Por eso días le propuse a Horacio Serpa que me concediera una entrevista para Semana.com –donde el suscrito escribía una columna semanal desde enero de 2010- en la que diera respuesta a las acusaciones que desde esos medios le llovían en cerrada descarga. Serpa no aceptó y a cambio me propuso una entrevista, sí, pero en forma de libro, donde me autorizaba para que yo fuera en busca de sus enemigos políticos o detractores y les invitara a formular todas las preguntas que quisieran sobre el proceso 8.000 o sobre el asesinato de Álvaro Gómez, y él se comprometía a no dejar ningún interrogante sin resolver.

Ahí fui yo quien no aceptó, pues me parecía que un libro girando exclusivamente en torno al gobierno de Ernesto Samper podría tornarse monotemático. Lo que sí hice a continuación fue escribir una columna, titulada María Isabel Rueda y su fábrica de ‘mala leche’, donde dije que la columnista “se está convirtiendo a pasos agigantados en la ‘Negra Candela’ de la política”, y para respaldar mi afirmación mostré los métodos de los que ella se vale para tratar de hundir a los que están en la otra orilla de su muy conservadora visión de la política.

Ni corta ni perezosa, la señora Rueda en lugar de responder una pregunta pertinente que allí le formulé, corrió a quejarse con el dueño de Semana, don Felipe López Caballero, porque supuestamente yo la había insultado, y este hizo valer su muy respetable amistad con la quejosa y procedió a retirar mi columna como quien retira una mota de su fino suéter escocés.

Yo había pensado dejar las cosas de ese tamaño, básicamente para no cerrarme puertas en Semana, pero cambié de idea cuando un colega me dijo: “es que a usted no lo echó Felipe López; a usted lo echó María Isabel Rueda”. Ahí comprendí que guardar silencio encerraba una actitud pusilánime, porque suponía reconocer una culpa que no tenía. Así que acepté la amable invitación del portal Las 2 Orillas para contar lo que me había pasado, y fui el primer sorprendido con el tsunami de solidaridad que se despertó en las redes sociales, y en Twitter recibí trinos públicos de apoyo de gente vinculada a Semana, como el editor de Cultura, Eduardo Arias, o los columnistas Daniel Coronell (…”les hará falta a muchos lectores, entre ellos a mí”) y Martha Ruiz (“Semana debería recapacitar”).

En medio de esa batahola mediática me pareció tentadora la idea del libro que proponía Horacio Serpa, porque era la oportunidad para exponer en más detalle mis diferencias políticas y conceptuales con ciertas vacas sagradas del periodismo. Solo que le sugerí al dirigente liberal abordarlo como un amplio reportaje de intención biográfica, donde el punto de partida fueran sus respuestas –hasta agotar existencias- en torno a lo de Álvaro Gómez y el proceso 8.000, pero agregando el recuento de su vida y su carrera política, e incluyendo por supuesto a Santander y Barrancabermeja, en procura de ‘atender’ todas las acusaciones o los cuestionamientos de sus adversarios por aquí, por allá y por acullá. Y en eso nos pusimos de acuerdo.

Habrá quienes lleguen a pensar que el propósito del libro es “hundir a Serpa”, pero eso no es culpa mía sino del personaje, porque fue suya la idea de nutrirme de información suministrada por sus propios enemigos y opositores. En esa tónica el lector será testigo de que fui implacable con el entrevistado, a tal punto que en ocasiones quise ponerme en el papel de quien lo asume culpable. Pero lo hice en acatamiento a su ordenanza, y temo por ello que alguien se pueda formar la impresión de estar frente a una entrevista sin contemplaciones.

Sea como fuere, en ningún momento se le escuchó decir a Serpa “siguiente pregunta”, o cosa por el estilo.

martes, 15 de septiembre de 2015

El coronel Aguilar y la traición de su ‘retratico’


La más grande apuesta política hoy en Santander gira en torno a saber si el coronel Hugo Heliodoro Aguilar y su hijo Richard unirán sus respectivos candidatos (Carlos Fernando Sánchez y Holger Díaz) en algún momento de la campaña a la gobernación, o si seguirá cada uno por su lado hasta el final. Si nos atenemos a lo que ha ocurrido desde la posesión del actual gobernador, todo indicaría que ‘la distancia entre los dos es cada día más grande’, y el origen de la pugna estaría en que el poder ejerce tal fascinación, que cuando se accede a él se olvidan hasta los lazos familiares. En el caso que nos ocupa, antes que honrar compromisos, el vástago del coronel estaría buscando desligar ataduras para volar con rumbo propio.

Al terminar su gobernación el coronel Aguilar, elegido por Convergencia Ciudadana en 2004 de la mano del también parapolítico Luis Alberto Gil, quiso conservar el manejo del departamento en Didier Tavera. Pero fue derrotado por Horacio Serpa, a quien luego culpó de haber sido el causante de su encarcelamiento en 2011, con estas palabras: “el montaje se inició cuando yo derroté a esa hegemonía que había en Santander. Hugo Serrano y Horacio Serpa fueron los que me hicieron meter preso, me hicieron inhabilitar de su consuegro, el procurador Ordóñez”. Sea como fuere, ante su captura el portal Verdad Abierta lo definió como “el héroe que se convirtió en villano”. (Ver artículo).

Aguilar quiso luego sacarse el clavo con Serpa y para el cumplimiento de esa tarea comisionó a su hijo Richard Alfonso, un abogado de la universidad Sergio Arboleda de Bogotá que jamás había participado en política y se desempeñaba como Encargado de Negocios de la embajada de Colombia en Chile. Aunque nunca tuvieron una relación cercana porque el coronel casi no tenía tiempo para el hogar, en esa coyuntura era el único en quien podía confiar. Richard nunca perteneció a Convergencia Ciudadana, pero en ese partido eran escasos los que por su prontuario estaban habilitados para hacerse elegir.

Así que Richard Alfonso Aguilar Villa puso la cara por el papá, y se inscribió con firmas mediante el movimiento Santander en Serio, y el 30 de octubre de 2011 fue elegido a sus 30 años de edad con 481.362 votos. El día de la posesión el coronel dijo que a la gobernación había llegado “mi retratico”, y el retratico le correspondió afirmando que “Santander también eligió a Hugo Aguilar”.

Pero esta es una premisa que el gobernador no ha cumplido, porque desde que probó las mieles del poder se le ha visto más bien desobediente a las instrucciones de su progenitor. Ello permitiría entender lo que un vecino de celda del coronel en la cárcel de San Gil le contó a este columnista sobre una visita que Richard le hizo hace más de un año a su padre, durante la cual según palabras del testigo se escuchó una fuerte discusión a grito herido, que habría incluido el sonido de una cachetada.

¿Qué hay de por medio en esta radical confrontación padre-hijo? En primer lugar hay la ejecución de un gasto departamental que solo en el Contrato Plan se acerca a los ocho billones de pesos, y hay además la grabación de una reunión política revelada por La W, donde el coronel Aguilar se refiere en términos muy despectivos al candidato de Richard y dice sin mencionar su nombre que “al gobernador” lo están utilizando los liberales. Y a nadie por muy hijo que sea le gusta que su propio padre lo pinte de calanchín o mandadero de otros, con lo cual se habría ahondado la distancia.

Si de calanchines se ha de hablar, este sí es el papel que está representando Carlos Fernando Sánchez, a quien la brillante columnista y subdirectora de Vanguardia Liberal, Diana Giraldo, pinta en una de sus columnas como “una especie de candidato sin alma, que presta su cuerpo y su imagen para que otro reencarne. Como un zombi”. En otras palabras, como un modelo a escala de lo que fuera el ‘uribito’ Andrés Felipe Arias para el expresidente de marras.

Lo que no se ha dicho de todos modos es que la pelea no es solo entre padre e hijo, sino también entre el liberalismo y los ‘nuevos ricos’ de la política. Es aquí donde de nuevo entra en escena Horacio Serpa, también con el ánimo de sacarse el clavo por la derrota que le propinó el coronel Aguilar cuatro años atrás, y es entonces cuando lo vemos desde los primeros días de 2012 en efusivo abrazo con su sucesor, y a continuación en aproximaciones con quien fuera el candidato del coronel en 2008, Didier Tavera, y abriendo incluso puntos de acercamiento con Luis Alberto Gil, sin cuya ayuda Hugo Aguilar nunca habría conquistado la gobernación en 2004.


En lo que a Tavera se refiere, no es fácil dilucidar quién inició acercamientos con quién, si Didier con Serpa o este con aquel, pero lo que al parecer hay detrás –como dije en columna anterior- es la aplicación del refrán “para mordedura de perro, pelos del mismo perro”. Esto paradójicamente podría beneficiar a Santander, pues la consigna que al parecer se han trazado los liberales es impedir a como dé lugar el triunfo del candidato del coronel Aguilar, lo cual incluye desde la maratónica visita reciente del expresidente César Gaviria al departamento, hasta el ofrecimiento de un ministerio a Richard por parte de Juan Manuel Santos, con el nada disimulado propósito de que el actual gobernador suelte amarras y se pase al lado ‘sano’ (o al menos malsano, digamos) de la política.

No es fácil para el santandereano de a pie entender que hoy Horacio Serpa ande ‘de pipí cogido’ con quien hace ocho años fuera el candidato del coronel, pero cuando uno advierte que la política del menudeo que este ha venido aplicando –de repartir platica y favores por todos los pueblos y veredas- podría llevar a la gobernación a un títere suyo, es cuando se entienden los sacrificios que a veces hay que hacer para evitar que Santander se vaya definitivamente por el desbarrancadero…

-----


DE REMATE es la sofocante invasión de moscas que vive el aeropuerto Palonegro de Bucaramanga: ‘atacan’ en copiosa cantidad el tetero del bebé, la pechuga de pollo, el vaso de jugo, la cara de los pasajeros. Esto daría para decretar una emergencia ambiental. Pregunté a qué obedecía el fenómeno y hablaron de criaderos de marranos y galpones de avicultura cercanos. Eso no es justificación, el problema requiere solución urgente. ¡¿Quién podrá defendernos?! 

martes, 8 de septiembre de 2015

El ‘correíto’ de EE. UU. sobre Uribe




Del mismo modo que hace diez años el industrial Fabio Echeverri Correa descubrió el ‘articulito’ que se requería derogar para que Álvaro Uribe fuera presidente de Colombia por segunda vez, la última columna de Daniel Coronell podría estar aportando el ‘correíto’ que el país necesitaba para descubrir el verdadero rostro del expresidente y hoy senador Álvaro Uribe Vélez.

Digo ‘correíto’ porque las fuerzas oscuras que bajo cuerda gobiernan este país tratarán de minimizarlo, y corresponde a la misma estrategia implementada cuando a algo tan espantoso como el asesinato de miles de jóvenes para hacerlos pasar como bajas propinadas a la guerrilla, lograron darle el azucarado nombre de ‘falsos positivos’. Con eso, le quitaron los ríos de sangre que hubo de por medio.

La importancia del documento que aporta Coronell es que proviene de una fuente norteamericana 100 por ciento confiable, y en esa medida no deja dudas sobre las nefastas tramas que se urdieron en el gobierno de un sujeto de quien hasta el propio Barack Obama desconfiaba, al evidenciar las perversas entretelas del poder subterráneo que manejaba.

El único problema de la referida columna de Daniel Coronell es que al titularla El ‘e-mail’ de Hillary haría pensar que se trata de algo pequeño, cuando en realidad se está ante un documento altamente explosivo, que si hubiera sido revelado no en Colombia sino en cualquier país donde impere la ley, su principal implicado estaría no sé si en la cárcel pero sí siendo juzgado, pues aporta meridiana claridad sobre la información secreta que el gobierno norteamericano conocía sobre las prácticas aviesas y criminales de Uribe Vélez en sus ocho años de gobierno.

Estamos hablando de una serie de correos enviada al Departamento de Estado por el entonces embajador de Estados Unidos en Colombia, William Brownfield. En uno de ellos insta a la secretaria de Estado, Hillary Clinton, a que sea prudente en los elogios a Álvaro Uribe y más bien le recuerde en su reunión con él la necesidad de investigar los falsos positivos, la corrupción en el DAS que efectuaba las chuzadas y la parapolítica que incluía a aliados, funcionarios y a un familiar del presidente.

Lo llamativo de ese ‘correíto’ es que acoge como ciertas las mismas acusaciones que magistrados, periodistas independientes y políticos opositores le hacían a Uribe, y por las que estos recibían como respuesta ser tildados de amigos o patrocinadores del terrorismo. Pero no las acoge porque Brownfield opinara que quizá esos opositores tendrían razón, sino porque recibía de sus fuentes información de primera mano que le hacía constatar cosas como estas: “las fuerzas de Seguridad de Colombia habrían asesinado a 1.486 civiles durante los primeros seis años de la presidencia de Álvaro Uribe”; “el DAS fue puesto al servicio de líderes paramilitares y narcotraficantes para espiar e intimidar a magistrados de la Corte Suprema, políticos opositores, periodistas y defensores de derechos humanos”; “las escuchas telefónicas, los seguimientos y la guerra política vinieron del más alto nivel de la Presidencia”. Etcétera. (Y el ominoso etcétera puede ser consultado en la página del Departamento de Estado, www.state.gov).

Aquí no se trata de repetir la columna de Daniel Coronell sino de hacer ver que no era cualquier pintado en la pared sino el embajador de Estados Unidos –conocedor como ningún otro del país donde ejercía su labor diplomática- quien le advertía a la señora Clinton antes de su viaje a Colombia sobre la ‘fichita’ con la que habría de tratar, y es reflejo de las serias preocupaciones que abrigaba el Departamento de Estado por los abusos de todo tipo cometidos en el gobierno de Uribe.

En coincidencia con tan demoledora revelación se conoció una noticia de similar importancia, como fue la renuncia de Otto Pérez a la presidencia de Guatemala y su posterior confinamiento a prisión por un delito de corrupción que, comparado con los crímenes de toda laya que le endilgan a Álvaro Uribe, no pasaría de ser una infracción leve a las buenas costumbres. Y todo gracias a una investigación realizada por el mismo que siendo en Colombia magistrado auxiliar de la Corte Suprema, adelantó una investigación sobre la parapolítica que lo puso en el ojo de la persecución del entonces presidente Uribe, porque involucró a su primo Mario. El nombre de grata recordación de este investigador es Iván Velásquez, convertido en héroe de la jornada por los mismos guatemaltecos en ingeniosos memes.

¿Cómo es posible que mientras en Guatemala el presidente de ese país termina acusado, defenestrado y enviado a prisión gracias a una investigación adelantada por Iván Velásquez, en Colombia el presidente que lo persiguió por haberse metido con su primo y que está acusado incluso de haber propiciado crímenes de lesa humanidad como los ‘falsos positivos’, aún conserve niveles de popularidad superiores al 50 por ciento, pese a las muy graves cosas que de él sabía hasta el mismísimo presidente de Estados Unidos, Barack Obama?

En busca de una explicación a tan absurda paradoja, llega a la memoria lo que Franklin Delano Roosevelt decía de Anastasio Somoza, dictador de Nicaragua: «Es posible que Somoza sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta».

DE REMATE: Tan sorprendente como la revelación de ese ‘correíto’ es la poca repercusión que la noticia tuvo en los medios nacionales. Lo mismo ocurrió con la también explosiva y extensa declaración de alias don Berna a la Fiscalía revelada por Caracol Radio este lunes 7 de septiembre, donde de nuevo aparece Uribe rodeado de gente de la peor calaña. Pero todo indica que estamos frente a un hombre milagroso, porque se ha bañado en las piscinas de la mafia, del narcotráfico (el número 82, según The National Security Archive), de la parapolítica, de las chuzadas del DAS y de los falsos positivos pero… ¡no se moja!

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Hay cuatro clases de miserables




Lo que hizo el presidente Nicolás Maduro al ordenar la expulsión de colombianos humildes, es cosa de gente miserable. Semejante deportación masiva viola de manera flagrante el Derecho Internacional Humanitario, pero ante todo es una humillación adrede, no solo para los deportados sino para Colombia entera. Su propósito fue provocar una reacción similar del país ‘hermano’ (por ejemplo, la ruptura de relaciones), de modo que fuera posible convocar la voluntad nacional de los venezolanos en torno a un enemigo común y así distraer la atención sobre las graves dificultades que afronta la economía de ese país tras la caída en picada del precio del petróleo.

También es cosa de miserables lo que hizo el expresidente Álvaro Uribe al viajar raudo a la frontera a alborotar el avispero, megáfono en mano, como hiena que acude a saciar su hambre al olor de la carroña. El propósito que perseguía es puramente político, y lo consiguió colinchado en la torpeza política de Maduro, quien se ha dedicado a magnificarlo con su paranoide obsesión de señalarlo culpable de todo lo malo que pasa en Venezuela.

Anida miseria en su alma el que se aprovecha del dolor ajeno para repartir mercados que espera traducir en votos hacia su causa, en medio de una coyuntura que pinta desfavorable para sus candidatos a gobernaciones y alcaldías. Es el mismo talante miserable del que publica fotos de policías muertos en su cuenta de Twitter para hundir el dedo en la llaga del dolor patrio, con la mira puesta en perjudicar la imagen del presidente Santos en su búsqueda de la reconciliación entre los colombianos.

Imaginemos no más si a todos los partidos les hubiera dado por hacer lo mismo que Uribe, y hubieran montado tarima en Cúcuta o alrededores para arengar a la población, o para repartir mercados, o para lo que fuera. Lástima que no lo hicieron, pues habría bastado con que otro dirigente político acudiera a la misma fórmula para haber despertado la indignación de los expulsados, al sentirse utilizados con propósito electorero. Pero al haber sido Uribe el que aprovechó el ‘papayazo’ que le dio Maduro, quedó la impresión de que fue el único que se compadeció de la desgracia de sus compatriotas. Porque genio de la propaganda, eso sí es. Solo que dañino, maligno, perverso, sinuoso, cínico y avieso.

Hay una tercera clase de miserables, y es la de los medios de comunicación que se regodean en el drama humano de las deportaciones con un objetivo también político: despertar odio hacia el régimen de Maduro. No se trata de defender lo indefensable, pero la semana pasada fue tal la saña de los noticieros de RCN y Caracol en mostrar imágenes del sufrimiento y la tragedia humana provocada por el déspota tropical, que llegó un momento en que tocaba apagar el televisor al mediodía para poder almorzar sin náuseas.

Una cosa es informar, otra cosa es vender miseria, revolcar aquí también el dedo en la llaga, editorializar con un manejo sesgado de la noticia, casi con la intención de provocar el llanto. Como dijera Gladys Peñuela-Kudo en Las 2 Orillas, “qué manera tan maniquea, superficial e irresponsable de azuzar a la opinión pública ante un hecho que debería tener un manejo más serio y eficiente”.

En medio de semejante barahúnda hay una cuarta clase de miserables, pero es la de los miserables buenos, representados en lo literario por el Jean Valjean de Víctor Hugo, y hace referencia a aquellos seres indefensos que se vieron lanzados a una vida de miseria por cuenta de una decisión política ajena a sus voluntades. Esos son los miserables que despiertan nuestra compasión y solidaridad, porque son utilizados con calculada frialdad por los miserables ya descritos.

DE REMATE: Al cierre de esta columna se reporta la aparición de una valla de Pacho Santos donde con un oportunismo ramplón –línea uribista 100 por ciento- dice que “Con su voto este 25 de octubre le vamos a tapar la boca a Maduro”. Aquí ya no se trata de un miserable sino de un badulaque que cree que su candidatura es a la Presidencia de la República, pues solo en condición de presidente podría taparle la boca a Maduro. El lado tragicómico de tan ‘brillante’ iniciativa reside en que si no sale elegido alcalde, significará que los votantes le taparon la boca al muy folclórico Pachito. Mejor dicho, cualquier parecido con Goyeneche no es simple coincidencia.