lunes, 30 de mayo de 2016

A una pariente mía la enterraron viva





Esta historia no pretende ser una denuncia contra nadie. Es solo el relato de una circunstancia familiar muy dolorosa, donde el azar y los prejuicios de la época se juntaron para conducir a una mujer a la tumba sin que todavía hubiera muerto.

Yo venía escuchando la historia desde niño, por pedazos deshilvanados, pero siempre ejerció sobre mí una poderosa fascinación y quería contarla. Hasta que un día tuve tiempo para averiguar y, con base en los testimonios recogidos, elaboré la crónica que hoy comparto con los lectores de esta columna.

Le ocurrió a una pariente lejana por allá en mayo o junio de 1944, en un paraje cercano a San Vicente de Chucurí (Santander). Hubo un paseo de olla al río del mismo nombre, Chucurí, y entre el grupo de paseantes asistió la que habría sido una tía abuela mía, para la fecha cercana a la treintena, Zoraida Pinilla, a quien como dato llamativo, le gustaba vestirse de blanco siempre que iba a misa. Era una mujer bonita, de pelo rizado y pecas graciosas regadas por cara y cuerpo, formada en un estricto ambiente religioso que espantaba a cualquier pretendiente, motivo por el cual permanecía soltera. Los padres de Zoraida vivían en una finca cercana a Zapatoca, pero estaban en calidad de tutoras de su sobrina las tres tías ricas de San Vicente: Limbania, Ana Rosa y Ana Dolores Pinilla. 

Las tías Pinilla nunca se casaron porque prefirieron dedicar sus vidas a atender el negocio más próspero del pueblo, que crecía en la misma proporción en que afianzaban su devoción católica de misa y rosario diarios. Sus únicas diversiones conocidas eran el parqués sobre tablero de vidrio y los paseos al río, y se hicieron célebres en el pueblo porque les gustaba economizar en todo, al punto de encontrar en los baños de su casa solariega retazos de papel periódico finamente cortados con tijera, en remplazo del papel higiénico que vendían en su bien surtido almacén.

Al comienzo de la tarde de ese paseo sabatino, Zoraida y la tía Limbania salieron a caminar para bajar el almuerzo, por un camino que bordeaba el río. Era época lluviosa. En cierto momento Zoraida pisó una saliente de barro, resbaló y sus piernas cayeron a la brava corriente, pero alcanzó a sujetarse al pie izquierdo de la tía Limbania, quien a su vez se agarró de unas ramas. Zoraida luchaba para no soltar el pie de la tía y esta trataba instintivamente de zafar las manos que la arrastraban al río, hasta que la sobrina no resistió más el empuje de las aguas y se soltó. Su cuerpo fue hallado hora y media después por tres pescadores que subidos a una canoa la buscaron río abajo, y fue depositado bocarriba en la orilla sin nada que la cubriera, excepto su vestido de baño raído por el raudal y por los golpes sobre el lecho pedregoso.

Cuando la sacaron y la tendieron sobre las piedras lisas que le daban remanso al río, creyéndola ahogada, nadie vio que el vientre o el busto de Zoraida se movieran al ritmo de la más leve respiración, aunque sí fueron estremecidos por el impacto que en la orilla producía el cuerpo semidesnudo de una mujer de piel muy blanca y hermosa, quizá anhelante su boca de la boca de alguien que le practicara respiración artificial y la regresara del túnel inanimado en que se hallaba.

No era una catalepsia porque esta corresponde a un trastorno repentino en el sistema nervioso, sino una suspensión de las funciones vitales por asfixia. Un médico al que consulté me dijo que en ese estado es posible que la víctima pueda sentir u oír lo que ocurre a su alrededor, pero no logra emitir desde el cerebro a los músculos la señal que le permita comunicar que sigue viva.

Cuando le pregunté a mi madre por qué no hubo nadie que le diera respiración boca a boca, me respondió que “eso no se usaba”. Pero existe otra versión, según la cual uno de los pescadores sí hizo un intento de reanimarla con respiración artificial y la tía Limbania no lo permitió. Envuelta en su halo de rigurosa autoridad, bastó un simple movimiento de su mano y un rictus en sus labios para que se entendiera como “deténgase”.

Zoraida no tenía afecciones de salud y sabía nadar, pero se enfrentó a una corriente que su cuerpo grande no pudo resistir. Es de suponer que el agua tragada le generó una obstrucción en la tráquea que paralizó sus pulmones y dejó el corazón trabajando a un ritmo imperceptible al oído (si fue que alguien acercó una oreja a su pecho), pero suficiente para mantener activo el cerebro con una mínima cuota de irrigación sanguínea, imperceptible al pulso.

Su cuerpo exánime fue llevado a la casa cural de San Vicente y lo introdujeron en un ataúd comprado a la única funeraria del pueblo. Luego, la condujeron hasta la sala de la casa de las tías Pinilla. Cuentan que hasta allá se desplazó un médico recién graduado que estaba de turno en el puesto de salud, remplazando al médico jefe, un doctor con veinte años de experiencia pero quien debió abandonar su sitio de trabajo por una urgencia familiar que se le presentó. Cuando éste llegó al puesto de salud, le informaron de la tragedia. Salió entonces a apersonarse del caso, pero en el camino se cruzó con el inexperto galeno, quien venía de regreso y le informó que ya había expedido el certificado de defunción de la mujer ahogada. Así las cosas, el primero desistió de su intención y se devolvieron juntos al puesto de salud.

No es mucho lo que se sabe sobre la velación diferente a las letanías, rosarios y oraciones que acompañaron a Zoraida durante la noche. Pero hay una anécdota narrada por una testigo que, si hubiera sido tomada como señal, la habría salvado del tormento que padeció. En la mañana del día siguiente, una vecina que se acercó a verla manifestó que “está coloradita”. Sin resistir la curiosidad levantó la tapa del ataúd y le tocó el rostro, y esto agregó: “se le siente calientica”. Pero el cura párroco le contestó que era porque “está haciendo mucho calor”.

Zoraida fue enterrada apresuradamente en una cripta del mausoleo que dentro del cementerio pertenecía a la familia Pinilla, y la prisa habría obedecido a que la tía Limbania no resistía ver el ataúd en la sala de su casa.

Siete años después fueron a exhumar los restos la tía Ana Dolores, el sepulturero y el obispo de San Vicente, el mismo que ofició la misa del funeral. Al levantar la tapa descubrieron que el vidrio estaba roto, pero la mejor prueba de que la habían enterrado viva estuvo en que el cuerpo se hallaba bocabajo. Luego, bastó una mínima inspección para constatar que el velo que rodeaba el interior del ataúd y las ropas de la difunta estaban rasgadas, y presentaba abundantes fragmentos de astillas de madera en el cráneo y en el tórax descompuesto, así como en los huesos de las manos y en lo que quedaba de uñas, en clara huella de los desgarradores momentos que debió vivir, prisionera de un cofre blindado y apenas ajustado a su cuerpo, en medio de la oscuridad más espantosa.


martes, 24 de mayo de 2016

La paz, acorralada


Es deseable que el presidente Juan Manuel Santos mantenga el tono beligerante que comenzó a exhibir frente a los dos máximos exponentes de la extrema derecha nacional, Álvaro Uribe y Alejandro Ordóñez. Y que inclusive lo arrecie porque, donde no se ‘pellizque’, el anhelo nacional de paz y reconciliación podría desembocar en un nuevo fracaso, como todos los anteriores.

El columnista Juan Diego Restrepo puso el dedo en la llaga con su columna titulada El desorden por la paz, donde dijo que “poco a poco se está desgastando la fe que se le tuvo a la resolución del conflicto armado. Es de tal magnitud el caos que si nadie ordena, se perpetuará la guerra”. (Ver columna).

El asunto de fondo es que Uribe, Ordóñez y sus fuerzas –oscuras y claras- han comenzado a aplicar todas las formas de lucha hacia el objetivo supremo de impedir que las FARC se incorporen al ordenamiento jurídico de la nación, y en función de ese propósito hoy cuentan con vanguardia mediática (los medios que acogen entusiastas cuanta barrabasada sale de sus bocas) y retaguardia armada (los grupos paramilitares que no se desmovilizaron), en lo que constituye un accionar de tinte subversivo, como sostuve en columna anterior.

La última zancadilla a la paz la quiso meter el procurador Ordóñez cuando amenazó a los funcionarios del orden gubernamental con sanciones si salen a apoyar el plebiscito por la paz, a lo cual Santos le respondió enérgico (¡por fin!) que “usted no les va a prohibir a los funcionarios hablar de paz ni usted va a pasar por encima de la ley”. La restricción que sin anestesia quiso introducir Ordóñez es un atentado a la lógica, pues significaría que ante un eventual plebiscito el gobierno no podría hacer campaña a favor del SÍ, pero él sí podría continuar su rabiosa campaña por el NO A TODO lo que le huela a paz…

Es conveniente entonces que el presidente Santos ponga en su sitio a los que están dedicados a “hacer invivible la República”, pero hay un aspecto al que su gobierno no le está prestando la debida atención. Volviendo a la importante columna de Juan Diego Restrepo, se relaciona con que “nadie sabe a ciencia cierta cómo va el proceso de paz. Y eso ocurre porque las dependencias gubernamentales son ineficientes en sus estrategias pedagógicas”.

Lo más criticado en el gobierno Santos ha sido precisamente el manejo de sus comunicaciones hacia afuera. Pareciera que no hay una línea unificada de imagen corporativa en el tema de la paz, y menos un tratamiento coherente en la producción estratégica de contenidos. Esto ha permitido que las fuerzas políticas afines a la guerra hayan ganado espacio en el imaginario colectivo, con la repetición constante de que no puede haber paz con impunidad, o que el Presidente de la República está entregando el país a las FARC. (¿Han  notado por  cierto que la palabra ‘castrochavismo’ salió de circulación?).

Entre los esfuerzos mediáticos del gobierno para ambientar la idea de la paz hay una publicitada página web, conocida como ‘la conversación más grande del mundo’, pero en el plano real se advierte que ni siquiera es la conversación más grande del barrio, sumado a que en ese portal no se conversa, sino que sus realizadores van  a los pueblos o salen a la calle a recoger testimonios o expectativas de la gente en torno a la paz. O sea que la “conversación” se torna forzada por monotemática, porque a nadie le gusta que lo pongan a conversar –ni a escuchar una conversación- sobre un único tema.

Lo cierto es que el gobierno Santos debería estar desde ya brindando información puntual, lúcida, completa y pedagógica sobre lo que significan la paz y el posconflicto. Y el mensaje tendría que ser alegre, optimista ante el nacimiento de una nueva era, dinámico y activo porque estamos ad portas de reconciliarnos como hermanos, yo qué sé.

Pero es ahí donde el ojo avizor de Restrepo percibe que “todo este caos es producto del desorden por la paz: predominan la incoherencia, la desarticulación, la falta de convicción, la ausencia de credibilidad, la ineficacia y el interés económico. El efecto de tanto caos es la pérdida, poco a poco, de la confianza ciudadana”. Y remata con una afirmación que de ser cierta exige inmediata solución: “Profundiza el absurdo la falta de articulación entre los ministerios, algunos de los cuales ni se comunican entre sí para crear estrategias conjuntas”.

Esta columna tiene entonces el propósito de hacerle eco al llamado de alerta temprana que lanza Juan Diego Restrepo, a la espera de que no sea tarde. Se requiere un timonazo, y este tiene que venir de la comunicación. Si el gobierno de Juan Manuel Santos no logra juntarse y actuar como un equipo cohesionado en la transmisión del mensaje de la paz, apague y vámonos.

La estocada que las fuerzas oscuras de la extrema derecha han logrado propinarle al proceso de paz se expresa en un ambiente de incredulidad general frente a los dos actores del conflicto sentados en La Habana, el Gobierno y las FARC, con un tercer actor que no se cansa de boicotear y patear las patas de la mesa, y es el que más ‘suena.

No hay credibilidad porque pusieron una fecha y no cumplieron, no hay credibilidad porque el gobierno no tiene un mensaje claro frente al posconflicto que supuestamente se avecina, no hay credibilidad porque los dos más poderosos canales (RCN y CARACOL) se han convertido en corifeos de los que hoy le sacan el mayor provecho político a la confusión que ellos mismos engendraron con sus gritos histéricos y su calurosa acogida mediática. ¿Y a qué puede obedecer esto? Tal vez a que los dueños de esos medios son los primeros interesados en que las FARC nunca, por ningún motivo, se integren a la vida política nacional. En otras palabras, los amigos de continuar la guerra están poniendo todo de su parte para que les crean a ellos, no a los amigos de la paz.

En este ambiente tan crispado, el gobierno nacional se ha negado a entender que debe entrar en competencia informativa con esa visión oscura del acontecer nacional, porque es esa la que se está imponiendo. Falta un hábil comunicador al frente (como sí lo es desde la otra orilla Álvaro Uribe) y no aparece.

DE REMATE: Viéndolo desde una perspectiva más indulgente, el uribismo está contribuyendo de manera altruista a que se cumpla la ley de Murphy según la cual "si hay algo susceptible de empeorar… empeorará".

martes, 17 de mayo de 2016

Y ahora, Uribe el subversivo




Llevo semanas tratando de escribir una columna sobre la torpeza (por no decir imbecilidad) del ELN al pretender iniciar negociaciones de paz sin liberar a los secuestrados que tiene en su poder, pero se atraviesan otros temas prioritarios. En este caso se atraviesa en el camino –no como vaca muerta sino como fiera herida- la “resistencia civil” que se inventó el senador Álvaro Uribe para persistir en su intento de conducir al fracaso (y a como dé lugar) tanto las conversaciones de paz como el gobierno de su hoy archienemigo, Juan Manuel Santos Calderón.

En honor a la verdad, el empeño no es solo de Uribe sino de las fuerzas oscuras que siempre se han opuesto a cualquier intento de alcanzar la paz. Esto va desde el saboteo sistemático a los diálogos de Belisario Betancur con el M-19, que culminó en las nefastas toma y retoma del Palacio de Justicia en 1985, hasta el exterminio –también sistemático- de más de 4.000 miembros de la Unión Patriótica en los 90, cuando las FARC quisieron tender un puente para incorporarse a la vida política legal.

Parodiando a Santos, se puede decir que esa tal resistencia civil no existe. Lo que en realidad existe es la aplicación de todas las formas de lucha para impedir la reconciliación nacional, por dos razones básicas: porque la paz sería para ellos un pésimo negocio (hasta en lo económico, pues se ‘nutren’ de la guerra), y porque la paz los aniquila: si se acaban las FARC se les acaba la rentabilidad política del miedo al enemigo, y les tocaría dedicarse a tejer croché o acompañar con mística devoción a Alejandro Ordóñez en sus misas lefebvrianas.

Hoy la consigna es envenenar el ambiente, encochinar el agua donde todos nos bañamos, y es la misma que pregonó Laureano Gómez a sus rabiosas huestes durante el gobierno del presidente Eduardo Santos, tío abuelo del actual: “hacer invivible la República”.

Del mismo modo que brilla con luz propia el oxímoron de un guerrero que llama a la resistencia civil, cuando habla de “paz sin impunidad” Uribe desata una tormenta política que le permita pasar impune la poderosa maquinaria criminal que comenzó a armar en la alcaldía de Medellín (de donde lo echó Belisario por presuntas relaciones con los narcos, según cuenta María Jimena Duzán), pasando por sus tenebrosas Convivir en la gobernación de Antioquia y la masacre de El Aro con un reguero de testigos muertos, y rematando en la Presidencia de la República que deja otro reguero de cadáveres por toda la geografía nacional con los falsos positivos, sumado al reguero de condenas judiciales entre los funcionarios de su gobierno, hasta tocar incluso a un hermano suyo preso bajo la acusación de dirigir un grupo paramilitar que habría cometido decenas de homicidios, y que deja otro reguero de testigos muertos.

Si fuera cierto que la historia se repite una vez como tragedia y otra como comedia, aquí seguimos en la tragedia laureanista de los ‘chulavitas’ pero ahora bajo la modalidad de retaguardia armada de la extrema derecha, representada en los grupos paramilitares que no se desmovilizaron –clan Úsuga, Rastrojos y Águilas Negras-, a los cuales el mismo Uribe les envió un mensaje de apoyo camuflado durante su marcha del pasado 2 de abril. Marcha a la que por cierto esos grupos convocaron con un paro armado que terminaron justo el día anterior, qué bonita coincidencia.

De la proclama incendiaria que ese 2 de abril el senador Uribe concedió desde Medellín en exclusiva a su aliado político Noticias RCN, se destacan tres frases a las que hay que prestarles mucha atención, porque definen el ideario de las acciones a seguir con la tal resistencia civil, y les da patente de corso a sus ‘aliados’ desde el lado de la ilegalidad:

1-) “El paro armado en Colombia obedece a la corrupción que el gobierno ha ofrecido, impunidad que ha alimentado el poder de las estructuras criminales”.
2-) “Le dan impunidad a un grupo, aparece otro. Así, ayudan a crear conciencia sobre el efecto destructor de la corrupción”.
3-) “Cada que le dan impunidad a un grupo terrorista, surgen otros. Cuando se le da impunidad a un grupo narcoterrorista, los demás se sienten autorizados para escalar el delito”.

Y a modo de colofón, esta advertencia en tono de amenaza: “Colombia no saldrá de la violencia”.

El lado tragicómico del asunto lo aportó Daniel Samper Ospina con una columna titulada Uribe guerrillero, y la traigo a colación porque ahí no veo un chiste sino un vaticinio. A medida que se acerca el país a la firma definitiva de un acuerdo de paz con la guerrilla, más se evidencia lo que el marxismo llamó “la agudización de las contradicciones”. A medida que arrecia la oposición a todo avance que se da en La Habana por parte de los dos máximos exponentes de la godarria nacional –el procurador Ordóñez y el expresidente Uribe-, en coincidencia aumentan los asesinatos selectivos de personas afines al proceso de paz desde la izquierda. Y los dos calladitos, no se les ha escuchado la primera condena a esa máquina de muerte desatada desde la caverna.

Esto se traduce entonces en que con el paso de los días (los días de la paz, quiero decir) la tal resistencia civil se traducirá, cada que la vayan necesitando, en resistencia armada, en juego sucio. Pero ese par de angelitos y las fuerzas oscuras que los acompañan tienen la conciencia tranquila, porque están convencidos de que actúan “por el bien de la Patria”.

Adolfo Hitler, Benito Mussolini, Francisco Franco y Laureano Gómez pensaban lo mismo, y actuaron en consecuencia. El jaleo apenas comienza, y podría desembocar en una guerra civil. No nos llamemos a engaños, por ahí dicen que un pesimista es un optimista bien informado.

DE REMATE: En su desespero, las fuerzas oscuras aquí citadas serían capaces hasta de atentar contra su Comandante en Jefe para echarles la culpa a las FARC. Ya lo hicieron con Álvaro Gómez Hurtado, creyendo que al inmolar a su máximo conductor ideológico iban a tumbar el gobierno de Ernesto Samper. Uribe debería cuidarse, hasta de los suyos.

miércoles, 11 de mayo de 2016

Mauricio Vargas, el nuevo ‘mandadero’ del uribismo




Hay columnas que son aburridas de escribir, como cuando involucran a un colega al que un día se le tuvo respeto; pero el deber obliga. Con Mauricio Vargas Linares hubo un primer asomo de extrañeza cuando el 27 de febrero pasado escribió una columna titulada ‘Justicia para todos’, donde luego de un sesgado recuento de hechos concluía que los delitos cometidos durante el gobierno de Álvaro Uribe –y los delincuentes que los cometieron- debían quedar cobijados por la justicia transicional que comenzará a aplicarse a los guerrilleros de las FARC tras su incorporación a la vida civil. (Ver columna).

Oportunismo rastrero, pensé, pero de la extrañeza pasé al asombro cuando soltó una perla en la que descargó la culpa de las chuzadas del DAS sobre los mismos magistrados víctimas del espionaje, y de paso las justificó en el contexto de la lucha contra la guerrilla: “lo que lleva al gobierno de Uribe a hacerles seguimientos a los magistrados es el hecho probado de que algunos estaban en contacto con conocidos testaferros del narcotráfico, fenómeno que hace parte integral del conflicto armado que la mesa de La Habana intenta acabar”. A continuación se refirió a las dádivas entregadas a Yidis Medina para favorecer la reelección de Uribe, y le parecieron “un juego de niños” al lado de la ‘mermelada’ con la que el actual gobierno conquista a congresistas para la aprobación de sus proyectos, como si la mermelada de Santos estuviera forzando algún atropello contra la Constitución.

Tuve la impresión de que el escribiente le estaba haciendo el mandado a algún uribista emproblemado, y recordé que Mauricio Vargas y Diego Palacio eran muy amigos desde que este trabajó para El Tiempo, y bastó juntar los dos nombres en el omnisapiente Google para encontrar una columna anterior titulada ‘La Corte que se torció, donde ejerce una juiciosa defensa –casi de oficio- del exministro de Protección Social de Uribe, Diego Palacio, condenado precisamente por las dádivas entregadas a Yidis...

A calzón quitado, el efímero ministro de Comunicaciones de César Gaviria sostiene sin ruborizarse que Diego Palacio está preso porque “la Corte Suprema de Justicia tomó la decisión de apartarse del ordenamiento jurídico para activar una vendetta política y personal en contra del presidente Álvaro Uribe y de sus principales colaboradores”. Y para que no quede duda de quién es su defendido, a renglón seguido asegura que “el asunto ha quedado en evidencia en una tutela interpuesta por Diego Palacio (…) para tratar de tumbar la condena que pesa sobre él por el caso de la ‘Yidispolítica’.

Mauricio Vargas está en su derecho de salir en defensa de un amigo, ni más faltaba, pero a eso en el argot periodístico se le llama hacerle un mandado a alguien. Ahora bien, del asombro se pasa al estupor cuando en su columna del domingo pasado, titulada ‘Serpa y el armadillo, enfila baterías contra la posibilidad de que el exministro de Justicia Yesid Reyes pueda ser escogido como el próximo Fiscal General de la Nación, y con tal objetivo cae en la bajeza de dibujarlo como un títere de Horacio Serpa, a quien según Vargas le convendría ponerle en ese cargo “para que evite el avance del proceso por el asesinato de Álvaro Gómez en el que algunos testigos del mundo del narcotráfico le han atribuido una participación”.

Al margen de una protuberante inexactitud, pues ese proceso no reposa en la Fiscalía sino en la Corte Suprema de Justicia, ese mismo día Antonio Caballero opinaba muy diferente sobre Yesid Reyes: “un respetado jurista y un hombre decente y de carácter, a quien todo el mundo colma de elogios tanto en lo profesional como en lo personal, y que carece de intereses económicos y de ambiciones políticas” (ver columna).

Lo lamentable es ver a un colega columnista acudiendo a la perversa táctica uribista de encochinar a un candidato a la Fiscalía para impulsar a otro, en este caso a Néstor Humberto Martínez, y destilando la misma ‘mala leche’ de la también uribista María Isabel Rueda al hacer sinuosas sindicaciones de tipo penal contra Horacio Serpa, basado en la declaración trasnochada de un mafioso que según la revista Semana “¡Está loco!” (ver artículo).

Decía George Orwell que “periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques, todo lo demás es relaciones públicas”. En el caso que nos ocupa Mauricio Vargas está haciendo relaciones públicas a favor del candidato que Álvaro Uribe quiere de Fiscal, del mismo modo que en noviembre de 2014 la señora Rueda hacía relaciones públicas a favor de la tesis según la cual Samper y Serpa habían mandado matar a Álvaro Gómez. Tesis que hoy desvirtúa hasta el más poderoso enemigo que tuvo Ernesto Samper, el entonces embajador de EE UU en Colombia, Myles Frechette, sin duda el hombre mejor informado que hubo sobre su gobierno.

La misión más sagrada del periodismo es la búsqueda de la verdad, y fue precisamente en busca de ella que en octubre del año pasado publiqué el libro 'Objetivo: hundir a Serpa, donde le formulé a mi entrevistado diversos interrogantes sobre el proceso 8.000 y el asesinato de Álvaro Gómez, algunos de los cuales no habrían de gustarle, pero respondió a todo. Diferente a cuando en noviembre de 2014 le hice a María Isabel Rueda una pregunta puntual, y para evitar responderla hizo que Felipe López cancelara la columna que tuve durante cinco años en Semana.com.

Esto lo traigo a colación a raíz de la tripleta de columnas de Mauricio Vargas que acabo de citar. He mencionado mi libro no con el ánimo de promover su venta, sino porque ahí están las respuestas que Horacio Serpa le da a ese tema. Pero si no existiera el libro, a Vargas le conviene repasar lo que Myles Frechette le dijo a Julio Sánchez Cristo el 27 de noviembre de 2015, donde arroja luces definitivas sobre dicha inculpación e incluso suelta al desgaire un nombre en particular, como sugiriéndole un rumbo a la investigación. (Ver entrevista con W Radio).

Es con base en esta información que el lector desprevenido se puede formar su propia impresión, en torno a quién cree que utiliza una tribuna de opinión para hacer relaciones públicas a favor de sus protegidos o en contra de sus malqueridos, y quién la utiliza para hacer un periodismo que revele lo que muchos quieren ocultar.

Por ejemplo, a los que parecen trabajar unidos de la mano (negra) para ocultar a los verdaderos asesinos de Álvaro Gómez Hurtado.

DE REMATE: Este viernes 13 de mayo se celebra el día de la Santanderianidad y me quiero unir al festejo recordando algunos de los dichos más frecuentes del santandereano: “mucho lo pingo”, “qué joda tan arrecha”, “espere tantico”, “ay juelita qué bolera”, “renicuica atulampado”, “deque pa’cá”, “calle la jeta”, o “¿quiere que le voltié el mascadero?”. Para una correcta pronunciación agregue copiosos signos de admiración (¡¡¡!!!), hasta que logre la entonación perfecta.

martes, 3 de mayo de 2016

Jóvenes, vayan a que los chupe el perro




En diciembre de 2012 escribí una columna titulada Los jóvenes tiene huevo. (Ver columna) Abrigaba la esperanza de que el paso del tiempo demostrara que estaba equivocado, pero lo ocurrido este sábado 23 de abril en la Feria del Libro de Bogotá señaló mi amargo acierto, cuando una masa humana cercana a los 30.000 jóvenes taponó el ingreso al recinto ferial, en patética evidencia de un fenómeno donde la superficialidad y el dominio de la forma rutilante sobre el contenido han comenzado a mandar la parada.

Fue precisamente por ello que el ‘catano’ escritor y columnista Daniel Samper Ospina, aterrado al comprobar que los chinos que hicieron colapsar la Filbo para comprar Chupa el perro de su ahora homólogo Germán Garmendia, son los mismos que años atrás compraban sus libros (cuando él era el autor que entre los jóvenes más ‘pegaba’), produjo un video-parodia donde desnuda la tramoya histriónica de que se vale Garmendia para captar la atención de sus encandilados fans. (Ver video).

La situación de todos modos no es para chiste sino en extremo preocupante, porque muestra a la juventud sumergida en una oleada de conformismo y apatía por la conducción de la sociedad que le cae como anillo al dedo a eso que los jóvenes de antes llamábamos “la clase dominante”.

Garmendia vino a promover las ventas de un libro de autoayuda, digámoslo sin ambages. Y el propósito de esos libros es hacerle olvidar a la gente que la solución de sus problemas comienza por cuestionar la sociedad donde se originan, por ser sujetos activos. Les adormecen la conciencia –cada vez a más temprana edad- para hacerles creer que el problema es de ellos, que basta con tener una actitud positiva para que les lluevan “bendiciones” y se despeje el camino al éxito, pendejadas de esas. Y la prueba de que no sirven para nada es que la pobreza mundial aumenta en relación directamente proporcional a la venta de esas publicaciones repletas de obviedades pseudo intelectuales que pretenden hacer pasar como libros: Paulo Coelho (“no hay pecado en ser feliz”), Walter Risso (“niégate a sufrir por amor”), Deepak Chopra (“pensar es practicar la química del cerebro”) y demás mercaderes de la confusión colectiva.

En la misma senda de gurú de la superación personal se ubica ahora el chileno Germán Garmendia, cuyo libro –si así se le puede llamar- es un compendio de consejos para sus fanáticos, o sea para el rebaño de imberbes lectores obnubilados por las payasadas y la epiléptica edición de sus videos, a quienes quiere ayudar a que “luchen por sus sueños” con este tipo de sabias enseñanzas: “para cumplir tus sueños tienes que madrugar”; o “arriésgate a hacer lo que te gusta y no lo que la sociedad te impone”. ¡Qué lucidez! Ha nacido pues el “Coehlo gomelo”, y la definición no es mía sino de Tola y Maruja en El Espectador.

Esta columna no habría visto la luz si no fuera porque la que escribí hace ocho días hablaba de una adolescente de 15 años que tuvo el coraje de enfrentar al rector uribista de su colegio delante de todo el plantel educativo, cuyo nombre no se mencionó para evitar represalias del poder político-escolar donde ella cursa su décimo grado (Ver columna). Yo abrigaba la esperanza de que algún medio nacional se interesara en hallar y visibilizar a esa chica indómita y pensante (como eran los jóvenes de antes), pero la decepción fue mayúscula cuando la que brilló con luz propia fue una tal Juliana Robles de pensamiento precozmente anquilosado, quien se despachó en Las 2 Orillas con una diatriba contra los adultos titulada “Así les duela, Germán Garmendia es el mejor escritor del mundo”. (Ver columna)

Juliana Robles es una chica inteligente, brillante redactora además, aunque confundida, porque escribe desde lo emocional y eso le hace decir cosas como que “Compré Chúpate el perro y me gusta más que Cien años de soledad. Puede que dentro de unos años me guste García Márquez, pero ahora es el tiempo de Garmendia. Me da todo lo que quiero y estoy de acuerdo en todo con él. Gracias a él pudimos demostrar fuerza el sábado en Corferias y comprobamos que nos tienen miedo”.

“Me da todo lo que quiero y estoy de acuerdo en todo con él”. ¿Sí captan el modo ‘veneración religiosa’ que le expresa a ese bobito simpáticón? Miedo no, pánico es lo que producen sus palabras. Y el pánico es por lo que dejamos de hacer nosotros los mayores, pues lo que “escupe” es evidencia de que hemos engendrado a una generación vacía y desencantada: “Qué culpa que escupamos sobre sus ídolos literarios (…). ¿Acaso ellos no harían lo mismo si en su niñez no hubieran tenido Internet? Si quieren educarnos, ¿por qué no se atreven a conocernos mejor?”

Es ahí donde Juliana llega al meollo sin propónerselo: la generación a la que pertenece no creció al amparo de sus padres sino de la mano del Internet que nació con ella, y lo que hoy reclaman estos jóvenes no es por las injusticias del sistema (como hacíamos nosotros) sino por el abandono a que se vieron sometidos por aquellos progenitores que descubrieron aliviados que tan maravilloso invento les permitía dedicar más tiempo a sus cosas y menos a sus hijos, sin que estos se molestaran porque estaban embebidos en la magia de una red tan fascinante como alcahueta, protectora y falta ver si además… deformadora.

A riesgo de estar equivocado, me atrevo a diagnosticar que ante la confusión reinante y la ausencia de verdaderos líderes a seguir, nuestros niños y jóvenes, cada día menos nuestros, caen rendidos en admiración hacia quienes los descrestan con juegos verbales o visuales de ingeniosa apariencia o de aparente genialidad, pero que a la luz de un somero análisis no pasan de ser embelecos baratos, trucos de feriante.

Juliana remata su columna diciendo “Relájense, no queremos hacer una revolución, ni siquiera pretendemos su respeto; lo único que queremos es que nos dejen en paz”. Es lo más descorazonador que hemos escuchado los que 20 o 30 años atrás arriesgamos casi hasta la vida para brindarles una mejor sociedad a nuestros hijos y nietos. Hoy, ante semejante desfachatez y tan sombrío panorama solo dan ganas de responderles con su mismo lenguaje irreverente, pero no con el ánimo de insultarlos sino porque sabemos que solo así escucharán esta alerta temprana:

Jovencitos adoradores del ‘escritor’ youtuber, ¿saben qué?: vayan a que los chupe el perro.

DE REMATE esta caricatura de Matador que encontré por ahí, donde alguien le dice al multimillonario youtuber argentino Rubius: “Sus chistes idiotas, carentes de humor y dirigidos a una masa poco crítica, solo significan una cosa: usted está condenado al éxito”. Teniendo en cuenta lo que escribe Juliana Robles extasiada sobre Germán Garmendia, todo indica que ella también triunfará en la vida.