miércoles, 26 de julio de 2017

Alcalde de Bucaramanga, ¡no se haga el pingo!



La única promesa de campaña que ha cumplido fue cuando dijo 
que con el transporte pirata se iba a hacer el pingo, y en efecto se hizo el pingo.


Bien arrecha resultó la ventolera que armó en Santander el alcalde de Bucaramanga, Rodolfo Hernández Suárez, cuando habló de “derrotar a Serpa”. Con esa declaración despertó oleadas de simpatía, pues enarboló la bandera de su propia “lucha contra la politiquería y la corrupción”, hoy tan de moda. Pero conviene ponerle lupa a sus palabras para conocer las verdaderas intenciones de lo que, desde el reino de la posverdad, luce como un show mediático ‘libreteado’ desde las filas del uribismo.

Hernández señaló la corrupción únicamente en el Partido Liberal y la personificó sobre la figura de su máximo dirigente en Santander, Horacio Serpa. Esto de entrada es abusivo, pues actúa desde una instancia de poder administrativo, la alcaldía. Además, desconoce que la corrupción y las prácticas politiqueras son inherentes a todos los partidos políticos. Pero él sabe cuánto le aporta retar como rufián de barrio a su principal oponente en la arena política, lanzándole el guantazo a la cara para que él responda y se arme un zafarrancho tan tenaz como el que armó, en el que Serpa no solo ha quedado a la defensiva sino acorralado –y bastante golpeado, para qué negarlo- pues se le vinieron en gavilla.

En esa misma condición de rufián de barrio, Hernández sabe que la suya es una abierta intervención en política, adrede, a mansalva, prohibida por la ley, o sea que el reto se lo lanza también a la Procuraduría para que cumpla con su obligación constitucional y proceda, como corresponde, a la sanción administrativa o la destitución.

El alcalde de Bucaramanga está tratando de victimizarse a como dé lugar, es la realidad. Al final de su mandato no tendrá nada para mostrar en obras (él, que es ingeniero constructor…), pero se escudará en que los liberales le dejaron la ciudad en quiebra. Su más anhelada meta será entonces pasar a la historia como el mártir de la politiquería y la corrupción, o sea que lo peor que le puede ocurrir es que le toque terminar su período, porque al final se vería que no hizo nada.

En situación inversamente proporcional, el Partido Liberal sí tiene obras para mostrar, pero nada de esto cuenta porque Rodolfo Hernández habla desde el reino de la posverdad, asesorado por unos publicistas argentinos que le recomendaron la conveniencia de ‘patear el tablero’ y armar la de Dios es padre. En ese contexto uno se siente tentado a concederle la razón a Horacio Serpa en que se trataría de una práctica “criminal”, o al menos desestabilizadora, pues desafía al Estado al violar la ley y a continuación decir “a ver, si son tan machitos vengan por mí”.

Si de prácticas politiqueras se ha de hablar, no sobra recordar que todo el mundo creía que Hernández había llegado a la alcaldía catapultado por el voto de opinión, hasta el día en que él mismo le reconoció a Vanguardia Liberal que su promesa de campaña de construir 20.000 viviendas gratuitas –de las que repartió formularios- fue “para ganar votos, lógico. Para qué voy a decir que era para perder votos”. (Escuchar confesión).

Dije arriba que se trata de una actuación libreteada –y sobreactuada, valga la redundancia- y la afirmación se deja probar si seguimos el hilo de la trama hasta la Secretaría de Desarrollo Social, a cargo de un uribista de raca mandaca como Jorge Figueroa Clausen, tío de Manolo Azuero, quien ostenta el pomposo título de Jefe de Gobernanza, en la práctica un vicealcalde. Ese par de parientes (hoy hermanados en una lucha intestina familiar por una herencia que los enfrenta a Marval) constituyen el poder detrás del trono, y es ahí donde se hace posible identificar por dónde va el agua al molino: ellos son la cara visible de una estrategia orientada a imponer desde ya, con fuegos artificiales mediáticos, al sucesor de Rodolfo Hernández (¿acaso Manolo?), mientras que la cara invisible es la de los publicistas argentinos que con su ‘creatividad’ han logrado acorralar al Partido Liberal.

Hablando de liberales, aquí se presenta la primera debilidad de los opositores al alcalde, en parte porque se les nota ‘quedados’ en el manejo de las redes sociales (reciben palo y no saben responder), y en parte porque los concejales –junto al también liberal Contralor Jorge Gómez Villamizar- le montaron una ‘perseguidora’ a Hernández de la que salió fortalecido, por lo que ya se dijo: aprovechó el enfrentamiento para victimizarse y, en tal medida, revertir el tortazo contra ellos.

Sea como fuere, la única verdad verdadera es que Rodolfo Hernández no es el ‘antipolítico’ que hoy nos quieren vender sus maquilladores, primero porque su carrera política se inició como concejal de Piedecuesta (¡a nombre del Partido Liberal!) entre 1978 y 1980, según se aprecia en esta constancia. Y segundo, porque fue gracias a esa vinculación temprana con los politiqueros de las administraciones municipales del área metropolitana que pudo hacer su fortuna, comprando predios rurales que amigos suyos en los diferentes Concejos se los convertían en urbanos mediante la modificación del POT, para luego proceder a construir conjuntos residenciales de los que salía “plata para todos”.

Otra verdad sobre Rodolfo Hernández es que la única promesa de campaña que ha cumplido fue cuando dijo que con el transporte pirata se iba a hacer el pingo, y en efecto se hizo el pingo, y las consecuencias están a la vista: todas las empresas formales de transporte a punto de la quiebra, incluido el sistema Metrolínea. Sumado a lo anterior, ni cumplió la promesa de las 20.000 viviendas gratuitas que lo trepó a la Alcaldía, ni habrá de dejar ninguna ‘huella arquitectónica’ visible. Como quien dice, alcalde ni-ni.

Es por eso que después de 19 meses de posesionado, durante los cuales no ha hecho cosa diferente a portarse como un viejito gritón y cascarrabias, me siento en el legítimo derecho de decirle: Alcalde, ¡no se haga el pingo y póngase a trabajar!

lunes, 24 de julio de 2017

El violador de una niña que es amigo de Uribe




En columna de hace cuatro años preguntaba, con cierta timidez no exenta de temor: ¿Es Uribe un peligro para la sociedad? (Ver columna). Hoy no temo afirmarlo, y en tono de denuncia, porque su empeño de hacer invivible la República desde su cuenta de Twitter constituye el mayor peligro para los anhelos de reconciliación que vive Colombia, y responde a lo que María Jimena Duzán diagnosticó el domingo pasado: “el fin del conflicto con las Farc dejó a Uribe sin enemigo”. Es por ello que “ha decidido enfilar su furia contra los medios de comunicación, como lo hizo Donald Trump en la campaña presidencial que lo llevó al poder”. (Ver columna).

Uribe ha escalado el lenguaje de la confrontación, se defiende atacando. Ello obliga a sus críticos a subir el tono, y en río revuelto ganancia de pescadores: la estrategia consiste en encochinar a todo el mundo, para que no se note lo cochinos que están por igual él, sus secuaces y sus vasallos.

Hablando de cochinadas, la última consistió en acusar a Daniel Samper Ospina de ser un “violador de niños”. No se puede acusar al acusador de lo mismo, pero sí es llamativa la estrecha relación que el Centro Democrático sostiene con un verdadero violador de menores, más exactamente con alguien a quien la Corte Suprema de Justicia condenó a 42 meses de prisión por el delito de “acceso carnal violento agravado”.

Se trata de Jorge Luis Henao Arango, a quien el requete-uribista Fernando Londoño presenta en La Hora de la Verdad como vicepresidente del Comité Municipal del Centro Democrático de Buga (ver foto), y según los bugueños es el que maneja los hilos de ese partido. Allá se le ve en fotos con Carlos Holmes Trujillo, con José Obdulio Gaviria o con el mismísimo expresidente Uribe, y cuesta creer que no son amigos si aparece abrazándolo, lo cual indicaría un nivel de amistad o confianza entre ambos, pues una cosa es tomarse una foto a su lado y otra es que Uribe se deje abrazar.

Sea como fuere, resulta inconcebible que antes de ser vinculado al uribismo nadie del Centro Democrático conociera sus antecedentes, que incluyen además de la violación (“en la madrugada del 25 de diciembre de 1989 de la empleada del servicio doméstico Luz Adriana Aristizábal, de 13 años de edad”) una condena a 120 meses de cárcel en Panamá por narcotráfico, según denunció Ramiro Bejarano en columna para El Espectador. (Ver columna).

Pero ténganse de atrás: tan demoledora revelación no hizo siquiera pestañear a Henao, ni a su partido ni a la opinión pública, y esto también demostraría que el hombre está muy bien ‘protegido’. Lo cierto es que mientras su entronque con la alcaldía de Buga se mantuvo intacto, Daniel Samper Ospina fue salvajemente atacado por las hordas de matones virtuales que desató Uribe con su acusación infame, trayendo el amargo recuerdo de Jaime Garzón, asesinado por las balas de quienes pensaban sobre su víctima lo mismo que hoy piensa Uribe sobre el humorista bogotano. A Garzón lo mataron, con Samper Ospina va en su asesinato moral.

Y como al que no quiere caldo se le dan dos tazas, también de Buga llega la noticia de un candidato al Concejo (adivinen por cuál partido… exacto, el Centro Democrático), Ricardo Buitrago Osorio, encarcelado en 2015 por los delitos de acto sexual abusivo y acceso carnal violento con menor de 14 años, violación que según la denunciante ocurrió dentro de una iglesia cristiana al finalizar el ‘culto’. (Ver noticia).

Pero no perdamos la atención sobre el primer violador de menores, Jorge Luis Arango, cuyo caso se ajusta a lo que comenté en columna anterior sobre Yidis Medina: una clara manifestación de la cultura ‘traqueta’ que se impuso desde el gobierno Uribe, consistente en la notoriedad que  adquieren ciertos personajes condenados por la justicia, tipo alias Popeye o el mismo Fernando Londoño, más conocido como ‘el Héroe de Invercolsa’.

En consonancia con lo anterior, según Ramiro Bejarano “la estrategia de los mafiosos aliados con políticos no es nueva. Por ejemplo, en Buga el exalcalde John Harold Suárez Vargas y el actual, Julián Latorre, en vez de responder ante la ciudadanía por la corrupción que los agobia, han empoderado a un individuo de precaria reputación” (Jorge Luis Henao), a quien Bejarano muestra como “un ostentoso directivo del Centro Democrático y próspero constructor de una urbanización que ya mis paisanos bugueños, burleteros con el apunte oportuno, la denominan “Villa Coca”.

Lo sorprendente es que la cercanía de Henao se da no solo con lo más granado del uribismo, sino también con el ‘zarrapastroso’ Angelino Garzón (hoy reacomodado en las filas del CD) y con el subdirector de la Policía, general Ricardo Alberto Restrepo, de quien es amigo suyo desde cuando fue comandante de la Policía en el Valle. Bejarano tiene razón cuando afirma que “produce no solo desconcierto, sino miedo, que el comandante de la Policía de un departamento ande con personas que han sido condenadas penalmente”, y por dos delitos de peso mayor: narcotráfico y violación de menores. Desconcertante, sin duda, pues a cualquier oficial de la Policía le basta con introducir la cédula de cualquier persona en una base de datos para conocer en cosa de segundos todo su prontuario…

Lo más desconcertante de todos modos no es eso, sino constatar que mientras no es posible probar que Samper Ospina sea un violador de menores, Álvaro Uribe sí sigue manteniendo relaciones cercanas –e inalteradas- con un verdadero estuprador, a quien además ha ayudado a impulsarle su carrera política y sus negocios. Baste saber que Henao preside el Comité de Ganaderos, es el principal beneficiado en las licitaciones de construcciones de vivienda y tiene a toda su familia, incluidos su esposa y amigos de ella, trabajando en la alcaldía de Buga.

Por cierto, ¿sería acaso por tratarse de una simple muchacha del servicio que la condena al violador fue de solo 42 meses? Y sin cambiar de tema: ¿será posible que el Centro Democrático asuma ahí su responsabilidad política? Mejor dicho: ¿el país le permitirá a Uribe pasar de agache frente a tan delicado tema…?

DE REMATE: Daniel Samper Ospina y Antonio Caballero han dicho que no le tienen miedo al expresidente Uribe, pero no nos digamos mentiras: el complique está en el día que nos crucemos con alguien que quiera hacerle el favor a su patrón de sacarlo a uno del camino.

lunes, 17 de julio de 2017

Debemos silenciar a Uribe




Cada vez con mayor frecuencia se escucha que Colombia es un país enfermo, y los variados síntomas que presenta dan para pensar que el diagnóstico es acertado. Uno de esos síntomas reside en la ominosa eventualidad –o inminente peligro- de que el próximo Presidente de la República sea “el que escoja” un tipo que tiene a un hermano preso por matar gente. Hablamos por supuesto de Santiago Uribe Vélez, acusado de comandar un grupo paramilitar conocido como Los 12 apóstoles, y de quien según el director de Human Rights Watch, José Miguel Vivanco, “la acusación (contra él) contiene pruebas y argumentos serios”. (Ver trino).

Es cierto que no existen los delitos de sangre, y el tema me atañe bajo el precedente de un Ernesto Yamhure que me ha señalado de ser “hermano de un peligroso narcotraficante”. Pero una cosa es ser víctima –en cuanto a prestigio familiar menoscabado- de un pariente que cayó en la tentación de un dinero fácil y pagó su culpa hace muchos años, y otra es haber estado rodeado la mayor parte de su vida con personas envueltas en líos con la justicia, comenzando por un hermano acusado de “concierto para delinquir y homicidio agravado” sobre 164 víctimas, según la calificación de mérito de la Fiscalía.

Está además su ‘parcero’ primo Mario, con quien creó el partido Colombia Democrática que lo condujo a la Presidencia, condenado a 90 meses de cárcel por haberse hecho elegir senador en alianza con autodefensas de Córdoba y Antioquia que le aportaron cuantiosas votaciones en municipios donde nunca estuvo; y luego una sobrina y una cuñada también capturadas, para hablar solo de los que están presos y no meternos con el súbito enriquecimiento de sus hijos después de haber comprado unos lotes en Mosquera que por arte de magia terminaron convertidos en Zonas Francas, justo cuando su padre era el todopoderoso Presidente de Colombia.

Ya salidos del círculo parental, debería pesarle a Uribe como piano a la espalda la casi interminable lista de delincuentes que llamó a trabajar con él, desde un círculo tan cercano como su primer director del DAS, un Jorge Noguera condenado a 25 años por facilitar la muerte del académico Alfredo Correa D’Andreis, continuando con sus dos consecutivos jefes de Seguridad, Mauricio Santoyo y Flavio Buitrago presos por narcotráfico y paramilitarismo, pasando por un Salvador Arana con 40 años de cárcel por homicidio y a quien Uribe quiso proteger con un cargo diplomático en Chile, hasta un Álvaro ‘el Gordo’ García determinador de la masacre de Macayepo (40 años de prisión), y rematando en un ‘alias Job’ recibido en el Palacio de ‘Nari’ para armar un plan contra la Corte Suprema con entrada subrepticia por el parqueadero, providencialmente –para Uribe- silenciado dos meses después mientras almorzaba en un restaurante de Medellín.

Ante tan nutrido ramillete de delincuentes convertidos en aliados suyos, lo primero que surge preguntarse es por qué en Colombia hay tanta gente convencida de que un tipo que ha estado rodeado de tantos pillos… es diferente a ellos.

En alguna ocasión el caricaturista Matador definió a Uribe como el tumor de Juan Manuel Santos, con el agravante de que el tumor no mata al paciente, pero no existe medicina que logre erradicarlo. Llegó ahí, para quedarse. (Ver tumor). Es hora de entender que el tumor ha hecho metástasis al país entero, y los directores de los principales medios de comunicación parecen haber comenzado a ‘pellizcarse’ sobra la catadura del personaje, a raíz de la infame calumnia que profirió contra Daniel Samper Ospina al tildarlo de “violador de niños”.

En respuesta, más de 60 reconocidos periodistas y directores de medios han dicho que “es tiempo de que el expresidente esté a la altura del enorme poder del que ha venido abusando sin mayores consecuencias”, y rematan pidiéndole “al calumniador que se detenga” (Ver carta).

Sana preocupación, en coyuntura que debería ser aprovechada con sentido autocrítico para que esos mismos periodistas por fin sean conscientes de su irresponsabilidad cuando reproducen cuanta barrabasada se le ocurre espetar al exmandatario, dándole así nutrido abono de crecimiento a sus odios, falacias, engaños y mentiras. Lo que hoy plasman en esa carta es, el reconocimiento del refrán “cría cuervos y te sacarán los ojos”.

Se requiere entonces que periodistas, medios y opinión pública sensata comencemos a silenciarlo, pero no del modo en que una mano negra ‘silenció’ a un alias Job, a un Pedro Juan Moreno o a un Francisco Villalba, sino aplicándole el filtro de la duda tanto a sus declaraciones públicas como a todo trino que salga de su infestada cuenta de Twitter.

Lo cierto es que esa acusación no fue producto de una súbita ofuscación ante una supuesta ofensa, sino una jugada calculada con alevosía y premeditación, pues detrás apareció un ejército de troles matoneando con unos mensajes privados entre Daniel y su colega Julio Sánchez Cristo. El resultado final fue que el periodista terminó acusado de haber publicado “pornografía infantil”, por cuenta de unas fotos de la revista Soho en torno a las cuales la modelo de las mismas despejó cualquier duda. (Ver aclaración). Sea como fuere, la estrategia de Uribe es clara: echarles agua sucia a sus críticos para distraer la atención sobre los señalamientos que le hacen.

Esteban Carlos Mejía dijo en su última columna que Uribe “encarna lo más ruin, nauseabundo y siniestro de la “raza antioqueña”, y el problema de fondo es que los medios no parecen advertir que es así, que esa es su ralea. Estamos ante un sujeto 'bajo sospecha' en los más variados frentes, desde las licencias para pistas y avionetas de Pablo Escobar siendo director de Aerocivil, pasando por haber nombrado en el mismo cargo al mafioso César Villegas (también ‘silenciado’ y a quien se refirió Myles Frechette en reciente entrevista), llegando hasta el extraño accidente de su amigo Pedro Juan Moreno, quien según el general Rito Alejo del Río “fue asesinado”. (Ver noticia).

Toda crisis traduce oportunidad, y esta parece la ideal para que los medios mediten con espíritu autocrítico en el papel que hasta hoy han jugado como catapultas del prestigio de un ser tan repulsivo, tóxico, dañino y disociador como Álvaro Uribe Vélez, a toda hora relacionado con delincuentes o envuelto en prácticas delictivas, y hoy empeñado en acabar a como dé lugar con la Jurisdicción Especial de Paz (JEP) para que nunca se sepa la verdad sobre los incontables crímenes cuya autoría real aún reclaman las víctimas.

DE REMATE: “Esta semana tuve la oportunidad de cargar a Amapola. Me puse a pensar y me dije cuál mano le pongo: la dura o la blandita”. Esta frase, pronunciada al presentar a Paloma Valencia durante la convención del Centro Democrático, también puede ser interpretada en el sentido “morboso” que le quieren dar a un mensaje privado entre @jsanchezcristo y @DanielSamperO.


lunes, 10 de julio de 2017

Abelardo de la Espriella le dispara a mi escopeta


El pasado 15 de junio recibí en mi correo una carta con membrete de la firma De la Espriella Lawyers Enterprise donde su dueño y representante legal, el abogado Abelardo de la Espriella, se refería a una columna mía titulada Ante la cagada de Uribe en Atenas. Allí, en referencia a Losirreverentes.com de Ernesto Yamhure, dije que “es una página sin dirección conocida ni responsable legal, dedicada a calumniar y denigrar de todo lo que no sea uribista. Se dice que es financiada por Abelardo de la Espriella y cuenta con su orientación ‘informativa’, la cual comparte con Iván Cancino y José Obdulio Gaviria (primo hermano de Pablo Escobar, el más sanguinario asesino en la historia de Colombia), los tres tan tóxicos y disociadores como el individuo que escondido detrás de su máscara virtual reparte basura mediática a diestra y siniestra”. (Ver carta).

El abogado en mención comenzó afirmando en tonito despectivo que “es la primera vez que leo una columna de su autoría, pues de usted no tengo referencia alguna”, para pasar luego a ‘disparar’ su advertencia: “debo conminarlo a que en el término de la distancia haga la respectiva rectificación, pues me imputa usted la comisión del delito de calumnia”. Dijo que lo califiqué de “calumniador”, razón por la cual manifestó darme “la oportunidad para que, en el mismo espacio, con la misma difusión y en el mismo medio, se retracte de ese señalamiento temerario”, so pena de verse “en la obligación” de formular la respectiva denuncia penal.

Lo primero que pensé –tras la ‘obligada’ carcajada que me provocó la lectura de su ucase- es que el hombre debía andar muy desocupado para fijarse en alguien de quien no tenía “referencia alguna”, sobre todo porque yo no lograba ver en qué lo había calumniado, siendo que lo de “calumniar y denigrar” versó sobre la página de Yamhure, no sobre el agresivo abogado de marras, quien al parecer ignora el principio constitucional de que la opinión es libre.

La perla que habría de completar el collar de sus incoherencias se dio cuando al mejor estilo del Chavo del Ocho –o sea, sin  querer queriendo- en el último párrafo parece concederme la razón sobre la financiación de Los Irreverentes, cuando dice que “en mi criterio, aquel es un estupendo portal que se ha ganado un importante espacio (…) por reivindicar verdades que nadie dice e incluir las opiniones que son desoídas en nuestro país. Soy amigo de su director, Ernesto Yamhure, y tenga la certeza de que el día que él me lo solicite estaré muy complacido en aportarle económicamente a ese proyecto…”.

A primera vista se nota que De la Espriella defiende a un calumniador, y hay cómo probar que Yamhure lo es, por ejemplo cuando acusa al exmagistrado Iván Velásquez de estar “señalado de haber cometido un homicidio en Guatemala”, o cuando me sindica de ser “hermano de un peligroso narcotraficante”. (Ver artículo).

Ya repuesto del ataque de risa por la ‘carta-bomba’, en un principio pensé en llamar al famoso picapleitos con el noble propósito de hacerle caer en cuenta de su disparate, e incluso proponerle que fuera mi apoderado en la confección de una denuncia penal contra el citado Yamhure, ahí sí por injuria y calumnia, pero luego medité en que debido a la estrecha amistad que los une, podría declararse impedido...

Ahora bien, alcancé a dilucidar que el remitente quizá esperaba que yo me defendiera de su ‘amenaza’ dedicándole mi siguiente columna, para así ganar indulgencias ante su patrón Álvaro Uribe, por lo que preferí guardar silencio y ni siquiera responder a lo que tomé como un calculado aspaviento. Pero cuál no sería mi sorpresa cuando el pasado 29 de junio recibí, ya no por correo electrónico sino vía Whatsapp (asedio multipolar, mejor dicho), la primera página de la denuncia que entabló contra mí en compañía de su colega Iván Cancino, por los delitos de “calumnia indirecta e injuria directa agravadas”, basado en los flojos argumentos que ya cité y en que “la solicitud de rectificación jamás fue respondida por el periodista”. (Ver denuncia).

A esa altura del partido consideré conveniente consultar con mi abogado, quien luego de conocer los pormenores de tan disparatada situación tampoco pudo contener la risa, y a continuación me sugirió responderles que “con base en el documento que ustedes mandan, procederé a entablar denuncio penal por falsa denuncia y fraude procesal”.

No sobra advertir que estamos ante un caso en que los pájaros les disparan a las escopetas, pues lo que pretende don Abelardo en contubernio con su compinche Iván Cancino (columnista de Los Irreverentes, por cierto), se enmarca en el talante de rufián de barrio que identifica a todo uribista ‘pura sangre’. Esto constituye sin duda un abuso contra un ‘humilde’ columnista, pues pretenden intimidarme valiéndose del poder que tienen como abogados penalistas, con la clara intención de acallar una opinión contraria a la suya.

Hablando de acallar, la confirmación del espíritu violento y atrabiliario de De la Espriella está en su columna del domingo pasado para El Heraldo, titulada Muerte al tirano, donde sin ruborizarse propone asesinar al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, y lo justifica diciendo que “no se trataría de un asesinato común, sino de un acto patriótico”. Es aquí cuando me pregunto si en lugar de ir preparando mi defensa… ¿no debería más bien solicitar un esquema de seguridad con escoltas y carro blindado?

Sea como fuere, es aquí también donde se entiende a qué quiso referirse cuando dijo que “la ética nada tiene que ver con el derecho”, y es a su vez lo que lo hace a uno sentirse ‘obligado’ a responderle que lo que no me mata… me fortalece. Y mientras más bravo el toro, mejor la faena.

Mejor dicho, señor de la Espriella, como decía Jaime Garzón: ¡coja oficio!

DE REMATE: El Partido Liberal debe dejarse de pendejadas, o sea de precandidaturas de medio pelo como la del imberbe neoderechista Juan Manuel Galán, y a la cabeza de Humberto de la Calle impulsar desde ya una amplia coalición de centro-izquierda en defensa de la paz.

lunes, 3 de julio de 2017

Centro Andino: crónica de otro montaje anunciado


Más dudas que certezas rodean la captura de los nueve presuntos miembros del Movimiento Revolucionario del Pueblo –MRP- supuestamente culpables del bombazo contra el Centro Andino que produjo la muerte de tres mujeres el pasado 17 de junio e hizo que pasara a tercer plano un acontecimiento histórico tan importante como la dejación definitiva de las armas por parte de las Farc.

La duda principal reside en una paradoja, pues se trata de un atentado en apariencia organizado y ejecutado por gente de extrema izquierda, pero que beneficia los intereses políticos de la extrema derecha.

Es cuando vienen a la memoria algunos ‘falsos positivos’ judiciales de circunstancias inquietantemente similares, como el asesinato de Gloria Lara en 1982 atribuido a la Organización Revolucionaria Popular –ORP- (solo cambia una letra con MRP), o las falsas capturas tras los asesinatos de Luis Carlos Galán y Jaime Garzón, realizadas con el propósito específico de desviar la investigación, como habría de comprobarse con el paso del tiempo.

Conviene fijar la atención sobre todo en el asesinato de Gloria Lara, ocurrido en momentos en que el gobierno de Belisario Betancur adelantaba unas negociaciones con el M-19 a las que se oponía con no disimulada furia el estamento militar, y cuyo objetivo habría sido –según documentado artículo de Las 2 Orillas- “mostrar al país que la izquierda era cruel y asesina y no digna de un proceso de paz”. (Ver artículo).

La principal similitud con lo del Centro Andino reside en que la ORP en efecto existió, como movimiento político de tendencia maoísta ligado a reivindicaciones campesinas, aunque al momento del secuestro de Lara se encontraba desactivado debido a contradicciones internas, pero ello no fue obstáculo para que a algunos de sus miembros se les hiciera ver como los culpables mediante la “siembra” de pruebas que condujeron a su captura. Luego habría de demostrarse que para el 'operativo' recurrieron a una banda de delincuentes comunes, la misma que secuestró al funcionario de la Texaco Kenneth Bishop, y cuya autoría también fue atribuida a la ORP.

En el caso de las capturas por lo del Centro Andino, la Fiscalía y la Policía han usado la palabra “trazabilidad” para señalar diversas culpas sobre los capturados, pero esa misma trazabilidad llevaría a pensar que se trata de un montaje donde se repite un modus operandi que ya ha sido escenificado, y con macabro éxito.

Lo cierto es que esos sospechosos han sido sometidos a un linchamiento mediático mediante la filtración selectiva de supuestas pruebas a diferentes medios de comunicación, en lo que luce como un plan orquestado por una mano negra interesada en que el país entero los ‘juzgue’ antes de ser llevados a la justicia ordinaria, y sin que hasta el momento sepamos si los que filtran la información pudieran ser un tentáculo más de la misma poderosa y verdadera mano negra que estaría detrás del atentado.

Porque es que, no nos digamos mentiras, resulta descabellado creer que un grupo de jóvenes abogados y ‘revoltosos’ de izquierda, a los que la revista Semana llama “inadaptados extremistas”, pudiera contar con la sofisticación logística y operativa requerida no solo para cometer un atentado en un sitio tan neurálgico, sino para desconocer el aprovechamiento político que de ello habrían de obtener los opositores al gobierno de Juan Manuel Santos, en la medida en que “siembra” contundentes dudas sobre el proceso de paz que se adelanta con el ELN, al cual se le adjudica de carambola el bombazo contra el Centro Andino, puesto que se señala al MRP como una célula de milicianos radicales pertenecientes a esa agrupación subversiva.

De acuerdo con la información suministrada por la Fiscalía (pero no a la jueza de control de garantías sino a Semana en artículo titulado Las comprometedoras pruebas del atentado al Centro Andino), a los capturados se les venía haciendo un detallado seguimiento desde meses atrás, que incluyó saber de “una extraña búsqueda de planos y geolocalizaciones específicas (…) cerca del Centro Andino”. Es entonces cuando el espectador capcioso se pregunta por qué no fue posible que los organismos de seguridad hubieran evitado el atentado, pero sí que hubieran capturado a los supuestos terroristas con sorprendente facilidad unos días después. (Ver artículo).

En todo conflicto librado entre hombres ‘guerreros’, poca importancia reviste cuando las víctimas colaterales son mujeres. Esta es otra coincidencia entre el asesinato de Gloria y las tres víctimas del Centro Andino. Y el bombazo en un baño femenino apunta directamente a culpar a los presuntos autores de otros estallidos dentro de baños en meses anteriores. En apariencia, todo fríamente calculado.

Sea como fuere, convendría que se supiera qué hay de cierto en que por misteriosa coincidencia el día del atentado no estaban funcionando las cámaras del Centro Andino, y que ese habría sido el motivo por el cual los organismos de seguridad entregaron a la opinión pública retratos hablados de dos de los supuestos implicados, cuya fisonomía en nada coincide con ninguno de los capturados, como lo advirtió el abogado penalista Ramiro Bejarano en este trino. ¿Y por qué quedó en el olvido la declaración de la esposa de Richard Emblin, director del periódico City Paper, según la cual cuando ella iba saliendo del baño donde luego explotó la bomba, se encontró con un hombre en su interior, a quien le peleó y le preguntó qué hacía allí? (Ver noticia).

Convendría que a la par con el despliegue que tuvo el linchamiento mediático, se le diera la misma divulgación al comunicado expedido por la Fundación Defensa de Inocentes, presidida por Sigifredo López, donde quedan en evidencia las falacias publicadas por Semana (“asaltada en su buena fe”) y se demuestra que la intención de quienes filtraron esa información “es la de construir un proceso paralelo al judicial ante un medio de comunicación, con el único objetivo de presentar a los jóvenes imputados como responsables del atentado terrorista”. (Ver comunicado).

Está además la carta que la parlamentaria alemana Heike Hänsel, Presidente de la Subcomisión para Naciones Unidas, Organizaciones Internacionales y Globalización, le dirigió al fiscal Néstor Humberto Martínez, donde le pide “que cesen las acusaciones y los señalamientos anticipados y se garantice el debido proceso en el contexto de una investigación seria y responsable”. (Ver carta).

No somos los periodistas ni los editores ni los directores –sobre quienes recae la mayor responsabilidad- los llamados a absolver o culpar a unos u otros, extrema izquierda o extrema derecha. De eso deben encargarse los jueces, no los medios a los que se les ha convertido en idiotas útiles de la propagación de una sola versión de los hechos, la que sirve a los intereses de aquellos que en incontables ocasiones han recurrido a ‘falsos positivos’ judiciales o militares para torcer el rumbo de las investigaciones al amaño –y al tapujo- de los verdaderos culpables.

DE REMATE: No entiendo: ¿Por qué tanta gente en Colombia está tan convencida de que un tipo que toda su vida ha estado rodeado de tantos pillos... no es un pillo?