lunes, 27 de noviembre de 2017

Debemos ‘hacer trizas’ la propaganda negra




Según María Jimena Duzán en su última columna, “a un año de la firma del acuerdo de paz está tan contaminado el ambiente político, que hasta un hecho tozudo y veraz como el desarme de las Farc está siendo negado con una facilidad pasmosa por una horda política que ha convertido los acuerdos de paz en el anticristo”. (Ver columna).

El problema no solo es que está siendo negado el acuerdo, sino que inobjetablemente el país está mejor que antes pero la propaganda negra de la extrema derecha se ha encargado de hacerle creer al pueblo colombiano que ocurre lo contrario.

Hoy sucede lo mismo que durante la campaña por el plebiscito, cuando a punta de sembrar terror psicológico pregonando que el propósito de la paz era “volver homosexuales a nuestros niños” y “empujar el país a las garras del castrochavismo”, terminó por imponerse la opción del NO en nefasto día para la esperanza de una paz duradera.

Estamos ante una reedición –a modo de exitoso refrito- de la estrategia del miedo, y he de citar dos casos que lo ilustran, uno de texto y otro gráfico.

En lo textual está una cadena de Whatsapp que circula profusamente, donde de entrada se lee: “Esta información es muy delicada, por lo tanto debemos darle un manejo adecuado para no ir a generar pánico en la gente, sino más bien crear conciencia de lo que está ocurriendo en Colombia y sus alrededores, y de las consecuencias que esto nos puede traer”. En otras palabras: no se vayan a asustar, pero nuestro propósito es hacerlos entrar en pánico.

A continuación se refieren a un supuesto coronel retirado John Marulanda, experto en seguridad y conflicto, quien “tiene conocimiento de lo que oculta Juan Manuel Santos”: que en Venezuela hay cuatro estados completamente gobernados por la FARC, que estas se están rearmando, y que “en los puntos de concentración asignados en el acuerdo (circunscripciones especiales) solo hay gente campesina o contratados por las FARC para mostrarlos si van comisiones de observación”. Lo anterior formaría parte de “un plan de toma del poder a seis años”, y “el Ejército tiene estos documentos pero el gobierno no ha dejado publicarlos”.

El texto en mención incluye cosas delirantes como que “la estrategia es generar odio de clases en los colegios”, y “a cualquier persona que sobresalga en las encuestas le insertarán falsas acusaciones de corrupción y paramilitarismo o le inventarán un cuento como lo del hacker contra Zuluaga”, con lo cual queda claro que el texto fue fabricado en las alcantarillas creativas del uribismo. Y rematan con esta advertencia y oración para atrapar incautos creyentes: “¿Te das cuenta del peligro en el que estamos…? Que el Señor Jesucristo tenga misericordia de nosotros, nos libre de todo mal y peligro y desvarate (sic) todo plan a través de estos grupos camuflados".

Ya en lo gráfico circula una imagen con una insistencia tal, que parece ajustarse a la consigna nazi de la propaganda según la cual “una mentira contada mil veces se convierte en verdad”. Se trata de una foto en la que aparece Fidel Castro en compañía de Juan Manuel Santos y su hermano Enrique, con esta leyenda: “¿Alguna duda de por qué la entrega del país? Ahí está el premio Nobel”. En mi muro de Facebook ha sido puesta varias veces por personas de apariencia cultas en respuesta a cosas que he dicho sobre Uribe, como si fuera la prueba reina del macabro plan que se traen las Farc en contubernio con el gobierno. (Ver foto).

La imagen se deja contrarrestar con facilidad, pues basta mostrar una foto de Andrés Pastrana con toda su familia (“Nohora, los niños y yo”) en compañía del mismo personaje para entender que no existe ningún dirigente nacional, Uribe incluido, que no se haya tomado una foto al lado de Fidel. Pero es quizá la mirada de torva complacencia de Santos ahí la que es utilizada con la intención de asustar a mentes temerosas e ignorantes (que en Colombia son mayoría).

Como dije en columna reciente, han comenzado a aceitar la mortífera máquina de desinformación que usaron durante los días del plebiscito, ahora hacia el objetivo supremo de sentar en el solio presidencial a uno de los suyos, de su propia calaña, “el que elija Uribe”. Con verdades a medias producen las mentiras de la posverdad, como cuando María del Rosario Guerra trina diciendo que Humberto de la Calle respalda públicamente la ideología de género, y en tal medida “no nos extrañe que sea el candidato de las Farc”. Infame, ruin. (Ver trino).

Cuando uno encuentra en Twitter a personas antaño respetables como Juan Lozano –exsecretario privado de Luis Carlos Galán hoy cooptado por el uribismo- acusando al ministro Guillermo Rivera de pretender evitar que crueles violadores de niños paguen penas máximas (ver trino), comprende el nivel de bajeza y degradación moral al que han llegado quienes recurren a todas las formas de lucha para envilecer el debate y ensuciar el agua donde todos nos bañamos, con un objetivo perverso: que no se note lo cochinos que ellos están.

Para revertir esa tendencia se requiere motivar a los jóvenes para que salgan a las calles a defender la paz, y en las redes sociales producir contenidos que generen tráfico y contribuyan a desenmascarar a los fabricantes de fotomontajes, engaños y noticias falsas. Esos que deambulan como ratas por las cañerías de la red, dedicados a sembrar confusión y miedo entre los electores.

En síntesis, se trata de hacer trizas la propaganda sucia que quiere regresarnos a los años oscuros del conflicto armado. Hay un arma invencible para destrozar a los enemigos de la paz: esa arma es la verdad, pero se requiere ser creativos para ‘desnudar’ a los mentirosos y mostrar con precisión de relojero dónde está el engaño.

Donde brilla la luz de la verdad, deja de reinar la oscuridad.

DE REMATE: Permítanme pronosticar la fórmula triunfadora en 2018 para librar la lucha contra la corrupción que los colombianos decentes reclaman y abrir las compuertas de la esperanza a un país donde quepamos todos: Humberto de la Calle – Sergio Fajardo. ¿En qué orden? Todavía no se sabe, lo dirán las encuestas hacia marzo del año entrante. Pero como dicen los matemáticos, el orden de los factores no altera el producto.


martes, 21 de noviembre de 2017

Vamos con toda por ‘el centro’ De la Calle


Reza el dicho popular que “no hay mal que por bien no venga”. El Partido Liberal acaba de salir de una consulta abierta azarosa, a la que en un principio se había apuntado también el Centro Democrático, pero debido a que su amo y jefe prefirió correrse para no perder el control de las acciones (allá se hace lo que él determine), los liberales quedaron solos y debieron cargar con el látigo de la opinión pública por su alto costo. Pese a que, como explicó Horacio Serpa en medio del matoneo, “fue convocada por el Estado con cargo a una partida que existe en el presupuesto”.

O como planteó el abogado y columnista de El Espectador, Ramiro Bejarano: “Gastar plata en elecciones no es botarla, es invertirla en democracia. Es mejor que en las urnas se escojan candidatos y no que lo haga un experto en escoger "buenos muchachos" (ver trino).

El latigazo también se escuchó al día siguiente de la consulta desde la cuenta del director de La Luciérnaga de Caracol, Gustavo Gómez: “Terminó la jornada de despilfarros del @PartidoLiberal”. Yo le respondí diciendo que las consultas del liberalismo y el Centro Democrático el mismo día habrían sido un notocionón, y en ese caso nadie habría pensado en algo tan baladí como el costo de la jornada. Y para sorpresa del suscrito no solo lo reconoció, sino que comenzó a seguirme…

Lo importante es que la candidatura de Humberto de la Calle legitima y fortalece al Partido Liberal como opción política, pero a su vez es de sentido común que si llega solo a la primera vuelta no tendrá opción de pasar a la segunda, y por eso se impone un acercamiento con la alianza que hoy integran los ni-nis (ni Santos ni Uribe) Sergio Fajardo, Claudia López y Jorge Robledo. En este prometedor escenario lo ideal sería la incorporación también de Gustavo Petro después de que los tres ni-nis hayan escogido su candidato (seguramente Fajardo), y que tras la elección del 11 de marzo de 2018 surja algún mecanismo que permita dirimir la fórmula para una amplia coalición de centro izquierda entre quienes pintan como los tres finalistas: De la Calle, Fajardo y Petro.

No existe duda alguna en que de concretarse dicha fórmula, este poderoso equipo no solo habría de pasar a segunda vuelta (a la final, mejor dicho) sino que podría incluso llevarse la copa de la Presidencia desde la primera ronda… y por goleada.

Se trata entonces de meter el balón por el medio de la abertura que han abierto Uribe y Vargas, y a esta altura del partido acojo como propias las palabras del colega Carlos Ruiz, de CM&, en su muro de Facebook: “Creo en Humberto de la Calle. No me da vergüenza ni por eso pierdo mi equilibrio como periodista. Tengo derecho como ciudadano a exponer mis ideas, frente a los abusivos que creen que el periodista es un eunuco político. Me sorprende que otros periodistas defiendan sus opiniones políticas pero censuran las mías. No más hipocresía”. (Ver post).

Como dije en algún trino de reciente data, si se unen la defensa de la paz de Humberto de la Calle y la lucha contra la corrupción de Claudia López, estamos hechos (Ver trino). Ahora bien, no se puede desconocer que la imagen de la candidata de Alianza Verde quedó golpeada por las retractaciones que la justicia le ha obligado a hacer (ya van tres), sumado a que Colombia es un país tan mojigato que no tiene acogida –todavía- una vicepresidente con la preferencia de género de nuestra admirada Claudia, a quien de todos modos le esperan elevadas cumbres políticas en su corajudo empeño por hacer de Colombia un país sin ladrones de cuello blanco.

La verdadera lucha política se librará en la arena candente de la posverdad, valga la relativa redundancia. La derecha –y la extrema ídem- es consciente de la necesidad de sembrar miedo y confusión entre el electorado como recurso de supervivencia, para no seguir cediendo más terreno del que han perdido por cuenta de la corrupción que se ha enseñoreado en las filas de los tres partidos que la encarnan: Cambio Radical, Centro Democrático y Partido Conservador.

Los dos primeros en particular han enfilado baterías contra la Jurisdicción Especial de Paz (JEP), en cabeza de Germán Vargas Lleras y Álvaro Uribe: ambos representan los intereses –y reciben financiación- de los empresarios, ganaderos, industriales y hacendados que acogieron entusiastas el proyecto paramilitar que pretendió acabar con la guerrilla en el ardor de las masacres y desalojos que patrocinaron, y hoy están temerosos de ser enjuiciados por los crímenes que tienen meridiana claridad de haber cometido, con el saldo a su favor ya conocido: la escrituración de tierras o bienes de centenares de masacrados y desplazados por el terror que ellos mismos auparon o desencadenaron.

Pero hay un factor que juega en contra de Uribe y Vargas Lleras (y de las fuerzas que representan), consistente que es imposible su unión antes de la primera fuerza, porque sus bases se lo impedirían. ¿Se imaginan a un Iván Duque, un Carlos Holmes, un Rafael Nieto, una Marta Lucía Ramírez o un Alejandro Ordóñez aceptando de buena gana que Uribe se sume de buena gana a la causa de Vargas Lleras porque es lo que más les conviene a los cacaos que representan…?

Por todo lo anterior, hoy se les presenta la oportunidad dorada a las fuerzas que en defensa de la paz se hallan agrupadas alrededor de Humberto de la Calle, Sergio Fajardo, Claudia López, Jorge Robledo, Gustavo Petro y Clara López, para llevar a buen puerto este magno proyecto de integración y reconciliación nacional. Basta con deshacerse de egoísmos y ponerse de acuerdo en el reparto equitativo de tareas hacia la construcción de un país donde quepamos todos, para que el triunfo esta vez (a diferencia del nefasto 2 de octubre de 2016) no nos sea esquivo.


DE REMATE: Parodiando al poeta nadaísta antioqueño Gonzalo Arango, “una mano más una mano no son dos manos, son manos unidas. Une tu mano a nuestras manos para que Colombia no esté en pocas manos, sino en todas las manos”. Y sin cambiar de tema, esta estrofa de la banda chilena Quilapayún: “¿Qué dirá el Santo padre que vive en Roma, que le están degollando a su paloma?”.

lunes, 13 de noviembre de 2017

Revista Semana, ¿vocera oficiosa de la Fiscalía?




Más preocupante que las cartas que les encontraron en sus celdas a los detenidos como supuestos autores del atentado al Centro Andino, es la marcada tendencia derechista que viene mostrando la revista Semana. La salida del columnista León Valencia parece responder a ese viraje ideológico, pues fue sacado para dar cabida cada domingo a un columnista afín a las tesis del uribismo.

En su última edición Semana le dio carátula a un artículo titulado Cartas explosivas, el cual arranca diciendo que “los capturados del Mrp (…) siguen urdiendo sus siniestros planes”, como si hubiera sido redactado por un funcionario de la Fiscalía o por Claudia Gurisatti para el teleprónter de RCN (ver artículo). Ahora bien, lee uno con ojo de buen cubero y en esas cartas no aparece nada que comprometa a sus autores –ni a sus destinatarios- con el atentado de marras. Se corrobora eso sí que utilizan un lenguaje propio de ‘revolucionarios’, pero por ningún lado se aprecia algo que permita concluir que estén planeando nuevos atentados, como lo sugiere la revista.

El artículo se ensaña sobre todo en Mateo Gutiérrez León, estudiante de sociología de la Nacional allí identificado como alias ‘Mateo’, preso desde febrero de este año (o sea que no pudo participar en lo del Centro Andino, ocurrido en junio), quien comparte su celda con un guerrillero de la Farc. A este muchacho lo muestran como el autor de “una gran cantidad de cartas que el joven tenía escondidas, una de ellas dirigida al líder indígena”, cuyo nombre no precisan.

Donde más pretenden mostrarlo como culpable es en una carta dirigida “a alguien llamado Tony”, señalado de ser “un antiguo e importante exfuncionario del gobierno de Cuba” a quien “las agencias de inteligencia nacionales y extranjeras estuvieron vigilando porque aseguraban que pertenecía al G2, la inteligencia cubana”. Una de las reglas básicas del periodismo habla de contrastar la fuente (labor que sí hizo el excolumnista de Semana.com Luis Eduardo Celis), y es esa la principal falencia del artículo, pues les habría bastado comunicarse con la embajada de Cuba  para que esta les hubiera informado  que se trata de José Antonio López, quien sostuvo reconocidos contactos con las Farc como parte del equipo de enviados del gobierno cubano que seguía las negociaciones de Andrés Pastrana con esa guerrilla en San Vicente del Caguán, “todo a la luz del día y con pleno conocimiento del gobierno colombiano, según contó el mismo Fidel Castro en su libro La paz en Colombia”. (Ver artículo de Celis).

La saña contra ese muchacho continúa cuando dicen que “las autoridades se preguntan cómo un estudiante de quinto semestre de Sociología de 21 años de edad termina por entablar una amistad con un personaje del perfil político de Tony”, y agregan que según la Fiscalía “en uno de esos viajes (a Cuba) pudo recibir instrucción en uso de explosivos”. Es aquí cuando el lector perspicaz se pregunta por qué no muestran prueba alguna de esa acusación, o si es que las suposiciones valen como certezas. Pero es el propio Celis quien se encarga de desvirtuar tal falacia, cuando cuenta que “sobre la estadía de Mateo Gutiérrez con su madre a inicios de este año en La Habana y su conocimiento con Tony López, yo soy el responsable, yo los presenté: él y su esposa tienen un servicio de Hospedaje para turistas, se conocieron y entablaron amistad”.

Podría extenderme en mostrar otras muchas inconsistencias, pero la principal recae en que a Mateo y los demás jóvenes presos aún no los ha condenado la justicia, y ya los condenó Semana…

Por cierto, es la segunda vez que lo hace. La primera fue cuando recién capturados publicó un artículo titulado Las comprometedoras pruebas del atentado al Centro Andino, donde cayó en el mismo yerro de aceptar la información suministrada por la Fiscalía como verdad revelada, sin tomarse la molestia de mostrar la versión de la contraparte, o sea de la defensa. Por el contrario, allí los señala como culpables desde la primera frase: “SEMANA revela en exclusiva los detalles y las evidencias que incriminan a los nueve detenidos del MRP”. Juez y prensa, ¡vaya objetividad periodística! (Ver artículo).

En respuesta a esa publicación escribí una columna titulada Centro Andino: crónica de otro montaje anunciado, donde planteé algo que sigo sosteniendo: “Más dudas que certezas rodean la captura de los nueve presuntos miembros del Mrp”. (Ver columna). No es posible saber si todos los capturados pertenecen a ese movimiento de “insurgencia armada y desarmada” (así lo define uno de sus cándidos integrantes en esta entrevista con la periodista Andrea Aldana), y ellos mismos reconocen haber puesto petardos panfletarios en baños de la Dian y Cafesalud de Bogotá, pero el acervo probatorio que hasta ahora la Fiscalía ha mostrado –y filtrado selectivamente a medios- no permite comprobar que hayan sido ellos los autores del atentado al Centro Andino.

A esos jóvenes los venían siguiendo desde meses atrás (sin que pese al seguimiento hubieran evitado el atentado, ojo), y es aquí donde se aprecia un inquietante parangón con el montaje que le hicieron a otro grupo de similar naturaleza insurgente por los años 80, el Orp, cuando lo culparon del asesinato de Gloria Lara. (Ver artículo de Las 2 Orillas al respecto).

No es posible señalar a algún organismo de seguridad en concreto, pero el recuento de ese y otros falsos positivos judiciales –que conforman un modus operandi- permite formular la hipótesis según la cual los integrantes del Mrp dieron ‘papaya’ para ser utilizados como idiotas útiles y culpados por algo que habría realizado una ‘mano negra’ con un propósito táctico claro: desviar la atención sobre la dejación definitiva de las armas por parte de las Farc que habría de producirse unos días después, y afectar las negociaciones de paz con el Eln que acababan de comenzar.

Como dije en la columna citada, se trató de un atentado en apariencia organizado y ejecutado por gente de extrema izquierda, pero que benefició los intereses políticos de la extrema derecha.

Es la justicia la que debe resolver las dudas que aún persisten, pero, volviendo a la revista Semana, conviene hacerle la recomendación que todo profesor de periodismo les hace a sus alumnos para cuando estén frente a sus fuentes: no tragar entero.

DE REMATE: Hablando de cartas explosivas, aquí va la que le escribió la lora del ‘tenebroso’ cubano Tony López a Enrique Santos Calderón, hermano del Presidente de Colombia: ver carta.

lunes, 6 de noviembre de 2017

Las FARC se retiran, las FURC se rearman




24 de junio de 1956: el liberal Alberto Lleras Camargo y el conservador Laureano Gómez firman en la ciudad española del mismo nombre el Pacto de Benidorm, en representación de sus partidos, mediante el cual acuerdan repartirse el poder y la burocracia (o sea todos los puestos del Estado) en forma alternada, cada cuatro años.

A continuación provocan la salida del poder del general Gustavo Rojas Pinilla y un año después (20 de julio de 1957) firman el Pacto de Sitges, que da inicio a lo que se conoció como el Frente Nacional, el cual rigió en el país por dieciséis años y culminó en 1974, con el gobierno del liberal Alfonso López Michelsen.

El Frente Nacional fue la cuna de la corrupción administrativa que hoy sigue tan rampante, y su origen es de fácil comprensión: se borraron las fronteras ideológicas entre ambos partidos, de modo que sin importar a cuál se pertenecía, bastaba con estar bien relacionado en uno u otro bando (o en ambos) para chupar de la teta del Estado.

Pero hubo personas que vieron con malos ojos esa repartija y exigieron ser escuchados. Los sucesivos gobiernos se negaron a esa petición, así que aquellos al sentirse excluidos de participar en la vida democrática decidieron tomar las armas, en rebeldía contra lo que consideraban una repartición amañada e ilegítima del poder.

Tres grupos sobresalieron en más 50 años de lucha armada: las FARC, el ELN y el M-19. Estos últimos, perseguidos por el Ejército durante el gobierno de Belisario Betancur (con el que adelantaban conversaciones de paz, vaya paradoja) buscaron refugio en el monte y desesperados por el acoso cometieron el más garrafal de todos los errores, la toma del Palacio de Justicia en 1985, que culminó en la carnicería más salvaje, con unas Fuerzas Militares que aniquilaron lo que encontraron a su paso y dejaron como saldo más de cien muertos y once desaparecidos. De esta salvaje masacre con armas oficiales ayer se conmemoraban 32 años.

En el camino de la cruenta lucha armada hubo toda clase de desmanes y crímenes de lesa humanidad, hasta que finalmente las FARC accedieron a sentarse a dialogar. Y se firmó un acuerdo de paz, y ahora el ELN intenta hacer lo mismo.

Hoy vemos casi al borde del escándalo que el máximo comandante de la FARC (ahora llamada Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común) decide lanzarse a la Presidencia de Colombia tras haber cometido el craso error de conservar la misma sigla, en lo que constituye una abierta provocación a la extrema derecha y una evidente afrenta a sus víctimas.

Es entonces cuando una facción reaccionaria de la clase dirigente que de tiempo atrás ha saqueado las arcas del Estado, conocida como ‘uribismo’ y agrupada alrededor del Centro Democrático (que nada tiene de democrático y menos de centro), decide alzarse en rebeldía contra el acuerdo de paz y contra la posibilidad de que los exguerrilleros participen en política, y manifiestan estar dispuestos “a incendiar el país” con tal de evitarlo.

Así, se advierte que asistimos a lo que el filósofo Friedrich Nietzche llamó el eterno retorno: “No son sólo los acontecimientos los que se repiten; también los pensamientos, los sentimientos y las ideas, vez tras vez, atados a una noria infinita e incansable”. (La gaya ciencia).

Después de 50 años de lucha la FARC coge ‘del ahogado el sombrero’ porque consiguen una parte mínima de lo que estaban buscando, no el poder sino una apertura del establecimiento para participar en política (o sea lo mismo cuya ausencia los llevó a armarse), y es cuando aparece su némesis dispuesta a desbarrancar el país por el abismo de un nuevo conflicto con tal de impedirlo, ya no con las armas que botan fuego sino con las de la propaganda negra, quizá más letales, como lo demostraron por los días del plebiscito que ganaron a punta de sembrar miedo, confusión, mentiras y engaños.

Lo mismo que hizo el Ejército cuando para evitar que el M-19 se saliera con la suya arrasaron con toda forma de vida que se les atravesó, eso mismo están dispuestos a hacer en su furia salvaje los que dirigidos por su máximo comandante quieren atravesarse –no como vaca muerta sino como toro que embiste- al anhelo de reconciliación nacional. En últimas unos y otros (los de 1985 y los de ahora) pertenecen al mismo bando ideológico, el de quienes recurren a todas las formas de lucha imaginables con tal de impedir que las cosas se les salgan de control.

En el caso que nos ocupa, tratan de evitar que se conozcan las más escabrosas verdades que habrán de aflorar cuando comience a operar la Jurisdicción Especial de Paz (JEP), y frente a la cual por cierto presentan una flagrante contradicción: mientras tratan de hundirla en el Congreso, alegan que las FARC solo pueden participar en política después de que esta los juzgue. Como quien dice, ni sí ni no sino todo lo contrario.

Después de que el mismísimo comandante del Ejército informa que no hay soldados muertos en combate y que el Hospital Militar dejó de recibir heridos (ver noticia), los uribistas se resisten a creer tanta belleza y en la práctica actúan como si se hubieran constituido en las Fuerzas Uribistas Reaccionarias de Colombia (FURC), a las cuales me referí en columna anterior.

No es cosa de chiste ni un sutil juego de palabras, no señores. Las remozadas FURC constituyen un serio peligro para la estabilidad de la nación, más cuando el gobierno de Juan Manuel Santos parece no ser consciente del tamaño y la fiereza del monstruo que le (nos) corre pierna arriba.

DE REMATE: Esta columna se inspiró en un post compartido en Facebook por Luz Marina Arango y basado en una idea de Ricardo Ucrós, según su autor Pame Rosales. Título de la obra, Trabajo en equipo.