martes, 3 de abril de 2018

Impunidad para Álvaro Uribe, ¿hasta cuándo?




No sería exagerado afirmar que esta frase, tomada de la columna ¿Dónde están que no los ven?... de don Guillermo Cano, fue la que provocó que Pablo Escobar ordenara su asesinato: “¿De qué raro y exótico privilegio disfrutan estos traficantes de la droga y mercaderes de la muerte para que contra ellos la justicia no logre avanzar un paso en el esclarecimiento de los delitos que se les atribuye y de los cuales parecen existir abundantes pruebas?”. (Ver columna).

El título aludía a que apenas ocho días antes la Cámara de Representantes le había levantado la inmunidad a Escobar, después de que un juez les impartiera orden de captura a él y su primo Gustavo por el asesinato de dos policías, pero ambos seguían apareciendo en público impunemente, como si la justicia no fuera para ellos. Igual ocurría con Carlos Lehder, a quien un mes atrás otro juez le había dictado auto de detención pero continuaba viviendo en su natal Armenia, a la vista de todos.

Es cierto que no podemos emparentar a Uribe con narcotraficantes puros (aunque sin olvidar que apareció en una lista de narcos de la Defense Intelligence Agency –DIA- como “el asociado 82”), pero sí sorprende hasta el asombro que pese a estar relacionado con múltiples crímenes (‘falsos positivos’, espionaje telefónico, guerra psicológica, compra de votos para reelegirse, corrupción administrativa, masacres de El Aro y La Granja, muerte de Pedro Juan Moreno y Jesús María Valle, violación carnal, etc.) y que en la actualidad es investigado por la Corte Suprema de Justicia, no solo fue recibido a cuerpo de rey en el despacho del Fiscal General para que abogara por paramilitares presos en cárceles de alta seguridad de EE.UU., sino que está a punto de poner como Presidente de la República a un monigote suyo y sigue mandando y desmandando a diestra y siniestra, como si fuera el ciudadano más ilustre y respetable de la nación… Y no lo es, sino todo lo contrario.

Con base en dichos agravantes, resulta lícito y pertinente parodiar de este modo la frase de don Guillermo Cano arriba citada: “¿De qué raro y exótico privilegio disfruta Álvaro Uribe Vélez para que contra él la justicia no logre avanzar un paso en el esclarecimiento de los delitos que se le atribuyen y de los cuales parecen existir abundantes pruebas?”.

Es cierto que a Uribe lo protege la presunción de inocencia, pero más lo protege el fuero que como expresidente lo salva de ser juzgado por la justicia ordinaria y somete al sueño del olvido las casi 300 denuncias que le han instaurado en la raquítica e inoperante –y más política que jurídica- “Comisión de Investigación y Acusación” (¡Ja!) de la Cámara de Representantes.

¡¿Hasta cuándo tanta impunidad rampante, Dios santo, hasta cuándo?! ¿A qué extraño infortunio o hechizo maléfico obedece que el país no sea consciente del peligro que representa para la legalidad y las instituciones que el candidato de Uribe logre ‘coronar’ la Presidencia de la República?

Uno podría pensar (ilusionado) que una vez Iván Duque sea presidente se le volteará a Uribe, siguiendo el ejemplo de Juan Manuel Santos, sumado a que Duque no parece tan derechista como Uribe, incluso menos que Santos. Pero hay una protuberante diferencia, y es que la bancada del Centro Democrático en el Congreso no la controla Duque sino Uribe, y con mano de hierro. Lo único propio de Duque sería la muda de ropa con la que llegue a posesionarse, todo lo demás sería de su patrón. Por tal motivo no se equivocan quienes dicen que sería el tercer periodo presidencial de Uribe, solo que en cuerpo ajeno.

Sumado a lo anterior, el poderío de Uribe en el Congreso no sería exclusivamente el de su bancada. Como su candidato está de favorito para ganar las elecciones, hoy todos los partidos con excepción de la centro-izquierda están corriendo afanosos a pegarse como lapas a la coalición triunfadora, para disfrutar de la nueva ‘mermelada’ del Estado. Esto le permitiría a Uribe armar una coalición similar a la que eligió a Santos en su segundo periodo (liberales, La U, conservadores, Cambio Radical) pero aún más poderosa, pues solo la centro-izquierda (Alianza Verde, el Polo y los ‘decentes’) conformaría una pequeña y debilitada oposición.

Así las cosas, si Uribe como presidente fue obsesivo en tratar de controlar los estamentos del Estado, esta vez los tendría a todos juntitos y obedientes a sus pies. El único que en su momento no logró avasallar fue el poder judicial, que le impidió ‘coronar’ un tercer período. ¿Qué pasaría ahora, después del 7 de agosto? Que trataría de sacar avante su anunciado proyecto de reestructurar las Altas Cortes, con el más neurálgico de todos los objetivos: impunidad jurídica para él y sus ‘asociados’, a perpetuidad.

Mejor dicho, al que quiera más… ¡que le piquen caña!

DE REMATE: Hablando de tribunales de justicia más políticos que jurídicos, el Consejo Nacional Electoral acaba de darles un portazo a Sergio Fajardo y Humberto de la Calle en su aparente voluntad de unión, pero es cuando más les corresponde actuar con firmeza. No deben dejarse embolatar la alianza que muchos colombianos les hemos ‘ordenado’, como un mandato de responsabilidad con el futuro de Colombia.

Coincido con Daniel Coronell en que la verdadera respuesta a la consulta que formuló De la Calle al CNE está en el tarjetón de la consulta liberal que lo eligió candidato, y que autoriza al ganador para acudir a una consulta interpartidista. Así lo señala el tarjetón de quienes ahí votaron: “¿Cuál de los siguientes ciudadanos liberales elige Usted, como candidato del Partido Liberal Colombiano para que participe en una consulta interpartidista que elija candidato único en coalición, o para ser el candidato único del Partido Liberal Colombiano en la elección de Presidencia de la República a celebrarse el 27 de mayo de 2018?”. (Ver tarjetón).

Considerando de todos modos que se trata de una unión tardía (si es que ‘cuaja’), Fajardo y De la Calle no parecen ser conscientes de la gravedad del momento. Ni siquiera ellos dos unidos lograrían desplazar a Petro, y sí puede ocurrir que por la tronera que deje la división de la centro-izquierda se cuelen Iván Duque y Germán Vargas. La urgencia es ganar en primera vuelta, pues en la segunda destrozarían a Petro. El mejor candidato era Humberto de la Calle, pero esta vez no se pudo. En tal medida, de este se requiere su grandeza de estadista para que convenza al caprichoso Fajardo de que sin trío no hay paraíso.

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